En la parte 1 de este artículo, estudiamos 12 razones para leer la Biblia todos los días. En ese momento parecían muchas razones, pero me di cuenta que no cubrían el tema por completo, según Dios lo ha puesto en mi corazón. Así que, ¡aquí hay 12 razones más!

1. Mi Padre, mi mejor amigo y mi entrenador personal solo me hablan ahí.

A los seres humanos nos gusta pasar tiempo con gente (aunque a algunos más que a otros). Casi todos tenemos nuestro grupo de personas favoritas. Bueno, en la Biblia puedo escuchar a mi Padre contarme historias de sus intervenciones en el mundo, a mi mejor amigo y hermano hablarme de cómo vivió Él aquí en la Tierra, y a mi entrenador personal en la vida cristiana, el Espíritu Santo, sobre qué está haciendo Él en mi vida y qué es lo que todavía quiere hacer. Son mis tres Personas favoritas; y no las encuentro en otro lugar.

2. No soy mejor persona porque leo la Biblia, pero leo la Biblia porque necesito ser mejor persona.

A veces se malentiende nuestro interés en leer la Biblia: “Se creen muy santos”. No, todo lo contrario. Me creo MUY pecador. Por eso necesito MUY desesperadamente ir a las Escrituras, para que Dios le hable a este pecador y lo haga mejor persona (Stg. 1:22-24).

3. Me recuerda que el universo no es sobre mí.

Los seres humanos tenemos una tendencia egocéntrica. Pensamos que todo se trata de nosotros. Oramos para que llueva, porque a me conviene que llueva, sin pensar en las demás personas que quizá están orando por todo lo contrario. En la Biblia leemos que (voy a escoger un pasaje de muchos posibles) “el fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales” (Ef. 3:10 NVI). Mi vida es acerca de la manifestación de la gloria de Dios en el universo en presencia de poderes, autoridades, y un sinfín de seres (humanos y otros seres). Esto pone temas que a veces me preocupan demasiado —dinero, familia, matrimonio, iglesia, trabajo— en una perspectiva muy diferente (Ro. 11:33-36).

4. Arroja luz a mi corazón que ama las tinieblas.

La Biblia dice que “engañoso es el corazón más que todas las cosas” (Jer. 17:9). ¡Vaya si eso es cierto! Si alguna vez has pensado “esa es la persona más mentirosa que conozco”, créeme, no es cierto. Tú eres la persona más mentirosa que conoces. Nuestro corazón nos miente cada momento de cada día. Nos dice que estamos bien cuando estamos mal. Nos dice que algo no es pecado cuando sí lo es. Nos lleva a justificar sentimientos que obviamente son pecaminosos como si no lo fueran. La única ayuda para mantener a raya este corazón y arrojar luz a sus tinieblas es la Palabra de Dios (Jn. 1:1, 9).

5. Me ayuda a conocer su voluntad y vivir en libertad.

Siempre me ha fascinado la facilidad con la que algunos cristianos afirman que ciertas cosas son pecados sin citar ningún pasaje de la Escritura, o sacando algunos pasajes fuera de contexto. El resultado es una serie de restricciones que hacen la vida mucho más difícil; restricciones que no tienen ninguna base bíblica y, por lo tanto, no provienen de Dios. Leer la Biblia me ayuda a saber qué es pecado y qué no, y vivir en la libertad de disfrutar lo que Dios ha creado para nuestro bien (Jn. 8:32).

6. Me da esperanza al ver que los grandes hombres de Dios eran simples hombres.

Con todas estas películas de superhéroes que están saliendo últimamente, uno se siente un poquito humillado por lo ordinaria que es su vida. En el cristianismo, a veces pensamos que debes tener superpoderes para que Dios te use. Parece que los hombres que Dios usó en la Biblia nunca estaban tristes, tampoco deprimidos, mucho menos pecaban, tenían una vida de oración excelente, su matrimonio era perfecto… ¿no es así? No, no es así. David cayó en adulterio; Abraham mintió y tuvo un hijo fuera de su matrimonio; Elías se deprimió… Así, cuando veo mi vida, pienso: “Dios no me puede usar”. Pero, cuando leo la Biblia, pienso “¡Ja! Mira a todos estos. ¡Dios también me puede usar a mí!” (Stg. 5:17).

7. Encuentro un gran número de testigos sobre la fidelidad de Dios con su pueblo.

Me encanta escuchar historias de cómo Dios es fiel en la vida de otras personas. En esas épocas donde parece que Dios está muy distante, casi inalcanzable, escuchar historias de cómo Dios es fiel en medio de los problemas de otros me ayuda a pensar que Él será fiel también en mis circunstancias. En la Biblia, tengo a mi disposición cientos de esos testimonios que me levantan el ánimo y me recuerdan que Dios siempre ha sido fiel con su pueblo (He. 12:1).

8. Necesito saber las advertencias de Dios en cuanto al pecado.

Creo que una de las herramientas más motivantes que tenemos para dejar de pecar es leer las advertencias de las Escrituras. La Biblia está plagada de estas advertencias (1 Co. 6:9-10).

9. Me levanta del suelo cuando peco.

La vida cristiana no se caracteriza por una ausencia de pecado, sino por una lucha constante contra él. En esa lucha, a veces ganamos y a veces perdemos. Como personas que aman a Dios gracias al nuevo corazón que Él nos ha dado, cuando pecamos, podemos caer a puntos espirituales y emocionales muy bajos. Definitivamente es así en mi vida. En esos momentos es vital leer la Biblia. Encuentro el amor de Dios para mí, perdón, ánimo, y esperanza. Encuentro a otros que han caído y se han vuelto a levantar.  Encuentro palabras sobre lo horroroso que es mi pecado, pero lo maravilloso que es amor de Dios. Levantarse del suelo cuando pecamos por pura fuerza de voluntad no trae nada bueno. Levantarse por la gracia de Dios coopera en el proceso de mi santidad (1 Jn. 1:8-10).

10. Me ayuda a levantar a otros del suelo cuando pecan.

Los que tenemos amigos íntimos con los que compartimos los rincones de nuestro corazón sabemos lo doloroso que es ver o escuchar cuando tu hermano peca. Muchas veces respondemos en juicio y condenación. Las Escrituras me recuerdan que no es una sorpresa que mis hermanos pequen porque son humanos como yo, y que, de hecho, una de las herramientas que Dios quiere usar para el progreso en su santidad y su perseverancia es —sorprendentemente— a mí. Leer la Biblia me ayuda a estar listo para ser esa herramienta de amor, perdón, convicción y esperanza en vez de responder con mi tendencia natural de juicio, condenación y orgullo (Gá. 6:2). 

11. Solo leyendo la Biblia todo lo demás cobra sentido.

Me encanta el arte, la pintura, la escultura, el teatro, el cine… Pero, sobre todo, como músico, disfruto la música. Me fascinan las quintas, la infinidad de posibilidades de ritmos que existen, y las melodías bien escritas. La música produce unos sentimientos en mí que son difíciles de explicar. Si soy solo un animal más que vive y muere sin más, ¿por qué siento estas cosas? ¿De dónde vienen? Después de analizar varias respuestas a esta pregunta, creo que la Biblia es la única fuente que me da respuestas para disfrutar, incluso más profundamente todas estas cosas. La salida del sol, el trabajo, el amor, la amistad, el arte, el deporte cobran más sentido al leer sobre el Creador que hizo todo esto para manifestar su gloria y para el gozo del ser humano, en cuyo corazón puso estos sentimientos de eternidad. Si no leo la Biblia, no disfruto al cien por ciento todo el resto de cosas que hago durante el día.

12. Creo firmemente que potencia mi productividad.

Regresemos a la idea que dije al inicio del primer artículo. Básicamente, externé que mi pensamiento era: “Una persona que no lee la Biblia, tiene aproximadamente una hora más al día que yo”. Sin embargo, creo que esa hora de lectura bíblica no es una hora perdida sino una inversión. Muchas mañanas, me despierto sin nada de ganas de enfrentar al mundo. Si llego al trabajo en ese estado no voy a servir para mucho. Pero, en muchas ocasiones, la lectura de las Escrituras me reenfoca, cambia mi actitud, y me dispone para dar más de mí mismo. 

CONCLUSIÓN

Nunca vamos a leer la Biblia como deberíamos. En este mundo pecaminoso gobernado por Satanás, con el pecado que mora en mí permanentemente, nunca voy a leer, disfrutar y estar satisfecho en las Escrituras como debería. Por eso, debería ser juzgado y castigado. Sin embargo, hay uno que sí leyó, disfrutó y se satisfizo en las Escrituras a la perfección: Jesús. El leyó y meditó a la perfección como yo debería leer y meditar. Lo increíble es que esta perfección de Jesús es acreditada a mi cuenta y el castigo que yo debería llevar por no deleitarme en las Escrituras fue puesto sobre Él. En los ojos de mi Padre, por medio de Jesús, leo y medito perfectamente. Por la gracia de Jesús y el poder del Espíritu Santo, ahora puedo seguir intentando leer las Escrituras como debo, confiando en que mi Padre ya me ve perfecto gracias a Jesús, y un día seré glorificado en su venida, y me deleitaré en su Palabra final que Él mandó a este mundo, su Hijo amado.


Natán Abellán nació en España en una familia cristiana (una posibilidad muy pequeña en ese país). En 2004 se mudó a Monterrey para estudiar en la Universidad Cristiana de las Américas, en donde graduó de la licenciatura en Teología Pastoral en 2008. Luego estudió la Maestría en Divinidades en Detroit Baptist Theological Seminary, graduando en 2011. En los últimos 15 años ha servido como ministro de música, misionero y pastor. Lleva diez años casado con su amiga Keren, y desde hace seis años disfruta de ser padre de Aarón Xavier.