Para celebrar el cumpleaños de mi suegro, fuimos a uno de esos restaurantes que visitas una vez al año (si es un año próspero). Como él pagó su propia fiesta, estábamos todos contentos. El restaurante se llamaba “De la granja a la mesa”. Tenían una hermosa parrilla que asemejaba a un tractor clásico sobre la chimenea. ¡Hasta enlistaban de cuál granja venía cada ingrediente!

Pero lo que me más llamó la atención fue el lema del restaurante: “Construyendo una comunidad por medio de la comida”. En el propio menú explicaban su trascendente poder para unir a las personas. Me dieron ganas de pedir hablar con el dueño para decirle que eso estaba completamente de acuerdo con la Biblia. ¡Dios nos creó para comer y beber en su presencia! La Biblia es la historia de cómo Dios, por medio de su Hijo, restaura la invitación a comer y beber en su presencia.

Veamos cómo se desarrolla esto en el Antiguo Testamento.

ADÁN

Dentro del hermoso santuario que Dios había creado, Dios plantó un huerto de árboles frutales para el disfrute de Adán (Gn 2:8-9). Allí, Dios aparecía y el hombre podía comer en su presencia (Gn 3:8). Pero uno de los dos árboles en el centro del santuario estaba prohibido. Adán podía mostrar su amor y gratitud a Dios cumpliendo con el mandamiento de no comer. Pero, cuando comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, fue expulsado de la presencia de Dios.

¿Estaba prohibido comer del otro árbol al centro del santuario (el árbol de la vida)? No. Pero Dios dice “que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Gn. 3:22). Esto nos hace pensar que aún no habían comido de él. Parece que comer del árbol de la vida era lo que Dios les hubiera dado si pasaban la prueba. Es decir, porque comieron del uno, ya no podían comer del otro. Si no hubieran comido del prohibido, comer del segundo hubiera sido la recompensa. El hombre fue creado para comer del árbol de la vida en la presencia de Dios, pero su desobediencia resultó en la prohibición de comer en su presencia.

Adán comió en desobediencia a la Palabra de Dios. Entonces, le fue prohibido comer del árbol de la vida.

ENOC Y NOÉ

Enoc y Noé fueron excepcionales. Caminaron con Dios. Pero no dice nada sobre comer o beber en la presencia de Dios. Lo único que sabemos sobre “beber” se encuentra en la historia de Noé, quien termina ebrio, desnudo, y maldiciendo a su propio nieto.

La humanidad estaba muy lejos de comer del árbol de la vida.

ABRAHAM

Abraham estaba “sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: ´Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo.´ Y ellos dijeron: ´Haz así como has dicho´.” (Gn 18:1-5).

Jehová Dios había tomado forma humana para convivir con Abraham y advertirle de la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn. 18:13). Abraham “estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron” (Gn. 18:8). ¡Abraham dio de comer a Dios debajo de un árbol! Impresionante. Algo que pasa una vez en tu vida. Estuvo con ellos debajo del árbol. Pero la humanidad aún estaba lejos de comer del árbol de la vida.

Dios y dos ángeles comieron y bebieron en la presencia de Abraham.

MOISÉS

Moisés le dijo a Faraón que Dios quería que su pueblo fuera a “celebrarle fiesta” (Éx. 5:1). Dios libró a Israel la noche que la nación entera comió el cordero de la Pascua. Y estuvieron en Sinaí casi un año entero (tiempo suficiente para celebrar la pascua). Durante casi 1500 años, Dios pidió que Israel celebrara la pascua (celebrara la salvación de Egipto comiendo cordero). De hecho, no comer en la Pascua conllevaba la pena capital.

Pero algo que no se menciona mucho es que “subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel (…) y comieron y bebieron” (Éx. 24: 9-11). ¡Todos esto comieron y bebieron en su presencia! Esta experiencia superó por mucho a la de Abraham. Sin embargo, hasta este punto, aún nadie había comido del árbol de la vida.

Moisés y otros 73 comieron y bebieron en la presencia de Dios.

ISRAEL

Todo el sistema de sacrificios y el calendario levítico giraban alrededor de la vida agrícola. Los sacrificios animales más comunes se ofrecían con una oblación (una ofrenda vegetal como un pan) y una libación (vino derramado delante de Dios). Es decir, ¡comida! Ofrecían la comida “delante de Jehová” (Lv. 1:3, 5, 11; 3:1, 7, 12; 4:4, 6-7, 15, 17-18, 24; 6:7, 14, 25; y muchos otros). Nadie comía del holocausto. Los sacerdotes comían del sacrificio de pecado y culpa (y muchos otros). La persona que hacía un sacrificio de paz, como la Pascua, comía la carne.

Pero todos los que comían tenían que comer en la presencia de Dios:

“Comeréis allí delante de Jehová vuestro Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias, en toda obra de vuestras manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido” (Dt 12:7).[1]

No obstante, aunque las celebraciones judías se realizaban comiendo en la presencia divina, no hay registro alguno de que esto haya incluido comer del árbol de la vida.

Los judíos debían celebrar comiendo en la presencia de Dios.

DAVID

Antes de establecerse como rey, David luchó una guerra civil contra la familia de Saúl y Abner. Cualquier descendiente de Saúl sería una amenaza para David (un enemigo). Por eso, cuando David mandó a traer al nieto cojo de Saúl, Mefiboset tenía miedo (2 Sa 9:1-10). Pero David, en lugar de aniquilarlo, fue misericordioso con él. Le restauró su hacienda y le dio un lugar en la mesa real. Aunque no se compara con comer del árbol de vida, sin duda era un gran privilegio.

David invitó a un “enemigo” indigno a comer y beber en su presencia.

SALOMÓN

El hijo de David restauró la presencia divina sobre la tierra: construyó el templo. Cuando lo dedicó a Jehová, celebró la fiesta anual de tabernáculos. Sacrificó “22,000 bueyes y 120,000 ovejas” (1 R. 8:64). ¡Hubo mucha comida! La fiesta normalmente duraba una semana, pero Salomón la extendió otra semana más:

“Salomón hizo fiesta, y con él todo Israel, una gran congregación (…) delante de Jehová nuestro Dios, por siete días y aun por otros siete días, esto es, por catorce días.” (1 R 8:65).

Pero la celebración terminó. Eventualmente, Salomón se corrompió. Y el comer del árbol de la vida se veía distante para la humanidad.

Salomón comió y bebió en la presencia de Dios durante dos semanas.

CONCLUSIÓN

Varios comieron y bebieron en la presencia de Dios, pero nadie llegó a comer del árbol de la vida. El Antiguo Testamento termina en una situación crítica. Según los profetas, en lugar de comer del esperado fruto de vida, el pueblo de Israel se encuentra en hambruna por su pecado. Sin embargo, hay varios destellos sobre lo que vendría después. Las breves ocasiones en que el hombre come y bebe en la presencia de Dios brindan esperanza. En el Nuevo Testamento, veremos cómo Dios, por medio de su Hijo, restaura la invitación a comer y beber en su presencia por la eternidad.


[1] Esto se repite en Deuteronomio 12:18; 14:23, 26; 15:20; y 27:7.