Recuerdo haber hablado con un hermano acerca de cómo nuestra iglesia introdujo cantos más centrados en el Evangelio. Cuando me escuchó decir esto, el hermano comenzó a replicar, señalando el terrible error de usar la música para alcanzar a los perdidos. Amablemente, le respondí que no me refería a utilizar la música para evangelizar, sino al hecho de entonar cantos que hablasen más del mensaje central de nuestra fe: la obra de Cristo en la cruz.

No debemos confundir “Evangelio” con “evangelización”. El Evangelio es «Jesucristo y este crucificado» (1 Co. 2:2; 1 Co. 15:1-4), mientras que la evangelización es «enseñar el Evangelio con el propósito de persuadir».[1] Me temo que, muchas veces, estos conceptos se utilizan como sinónimos, y, al hacerlo, podemos desarrollar una visión limitada del Evangelio que nos conduce a una práctica incorrecta de la evangelización.

Existen dos visiones limitadas en cuanto al Evangelio que producen prácticas incorrectas en la evangelización.

CONFUSIÓN EN LA EVANGELIZACIÓN

En primer lugar, podemos pensar que el Evangelio se trata únicamente de “cuatro pasos para ir al cielo”, comprendiendo muy poco sobre lo que la Biblia enseña sobre la salvación. Asimismo, podemos pensar que la «oración del pecador» es una clara evidencia de salvación. Entonces, al no comprender el Evangelio, se “evangeliza” sin el Evangelio, permitiendo que muchas personas, que no son salvas, crean que irán al cielo.

Esto suele pasar al enfatizar demasiado que los creyentes deben «ganar almas», sin darles una explicación debida del Evangelio.

Sin embargo, la persona que evangeliza debe tener en claro las implicaciones de la obra de Cristo, así como los conceptos fundamentales de la cruz. Conceptos como expiación, redención, propiciación, justificación, e imputación son esenciales en la historia bíblica de la redención.[2] Con esto no quiero decir que debamos utilizar dichas palabras en una conversación evangelística, sino que, si usted encuentra dificultad para explicarlos, debe detenerse y profundizar más en el mensaje de la cruz, ya que podría estar predicando un “evangelio” diferente, el Evangelio distorsionado (Gá. 1:7).

AUSENCIA DE LA EVANGELIZACIÓN

En segundo lugar, podemos buscar solo una precisión demasiado concienzuda en el estudio del Evangelio. Podemos entender todos los conceptos teológicos, sin permitir que transformen nuestra vida diaria, dejando de lado la evangelización y nuestra santificación personal.

Esto suele pasar al enfatizar demasiado la necesidad de conocer las Escrituras, sin entender la relevancia práctica de toda la Escritura en la salvación y la santificación del hombre.

En palabras de John Piper, podemos decir que «una teología bíblica es una teología misionera». Si usted conoce tanto el Evangelio que puede definir con precisión los más abstractos conceptos teológicos, pero no está compartiendo el Evangelio, entonces no conoce el Evangelio tanto como debería. Tal actitud es una declaración de rebeldía y desobediencia a Dios. Un entendimiento correcto del Evangelio mueve naturalmente el corazón a la obediencia radical para el avance del evangelio de la gloria de Dios a todas las naciones. Entender la historia de la redención así como las implicaciones de la vida, muerte, sepultura, resurrección y exaltación de Cristo, debe llenarnos de un deseo incesante de que otros conozcan la gloria de aquel que obró —y sigue obrando— nuestra salvación.

CONCLUSIÓN

En conclusión, no podemos pensar que el Evangelio es solo para los inconversos. El Evangelio es el fundamento de nuestra fe. No es solo un mensaje de salvación para los perdidos, sino que también es la herramienta de santificación para el creyente (1 Co. 15:1; Tit. 2:11-12). Pablo lo llamó «el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef. 3:8). El mensaje del Evangelio es tan profundo que no debemos contentarnos con una visión limitada de él. Debemos entenderlo con claridad, compartirlo incesantemente y usarlo como nuestra herramienta de santificación.


[1] Mack Stiles, «La Evangelización».

[2] Pablo resume todos estos conceptos en uno de los pasajes más trascendentales del Nuevo Testamento: Romanos 3:21-26.


Ernesto Mendoza, originario del Poza Rica, Veracruz, estudió la licenciatura en Teología en la Universidad Cristiana de las Américas, donde conoció a su esposa Alma. Actualmente, reside junto con ella y su hijo en Cazones de Herrera, Veracruz, donde pastorea la Misión Bautista Elohim. Ha sido enviado por la Iglesia Bautista Emanuel de Poza Rica, Veracruz.