Todo padre sabe que debe abrir la puerta de la comunicación con sus hijos, pero saber cómo abrirla y mantenerla abierta es algo difícil. Para ello, tenemos que tener “elevada la antena” siempre, ya que las conversaciones íntimas no se programan. Suceden cuando Dios obra, cuando las circunstancias de la vida lo provocan, y cuando nuestros hijos quieren. El padre sabio está atento a estas oportunidades.

Me gustaría decirte que soy un experto en esta área de mi vida, pero no es así. Mi esposa me ayuda mucho en ello. A menudo, me recuerda amorosamente que debo mantener mi antena elevada con mis hijos.

En su gracia, Dios nos ha permitido tener algunas buenas conversaciones con nuestros hijos adolescentes. Déjame compartirte algunos momentos cuando hemos tenido comunicación íntima con ellos.

1. A la hora de la comida o cena

Una de las mejores maneras de convivir como familia es comer juntos. Esta práctica contribuye mucho a estrechar los lazos de nuestra pequeña comunidad familiar. Los diferentes horarios de los integrantes de la familia suelen dificultar la comida o cena familiar, pero debemos esforzarnos por preservar esa hermosa y necesaria tradición. Además, para tener buenas conversaciones en la mesa, tendremos que apagar la televisión y dejar a un lado los celulares. Tristemente, muchos permitimos que estos dispositivos nos distraigan de aquellos momentos cuando la puerta de la comunicación se abre fugazmente.

2. El devocional familiar

Cada hogar debe tener un devocional familiar como parte de su rutina. Claro, ni la mejor familia tendrá su devocional TODOS los días, pero deberíamos cuidar esta práctica.

Por mi horario como pastor y profesor, el mejor momento para nuestro devocional familiar es después de la comida. Al terminar de comer, antes de que alguien se levante de la mesa, tenemos un breve devocional. ¿Qué hacemos? Siempre leemos algo: un libro de la Biblia o un libro cristiano. Luego, oramos todos uno por uno. Y, al terminar, nos levantamos para seguir con el día.

Muchas veces, no pasa “gran cosa” durante el devocional. O sea, no siempre tenemos una profunda conversación sobre algún tema espiritual. No obstante, esto no significa que el devocional haya sido un fracaso, porque dirigimos nuestra atención a Dios y aprendimos de la Palabra.

Por otra parte, a veces el devocional familiar sí inspira conversaciones de mucha profundidad. Hay días cuando la puerta se abre y sale lo que hay en su corazón. De hecho, algunos días ni llegamos al devocional porque surge una conversación significativa de manera espontánea. En esas ocasiones, no nos sentimos mal si no llegamos a la lectura programada porque, en cierta manera, ha sido reemplazada por conversación valiosa que nos permite llegar al corazón de nuestros hijos.

3. Conversaciones familiares programadas

Hay ocasiones cuando nosotros, como padres, hemos visto una necesidad en la familia y la queremos tratar con nuestros hijos. Normalmente, programamos estas conversaciones para el tiempo después de comer.

En ocasiones, las conversaciones son profundas y didácticas. Otros días, nuestros hijos no responden ni interactúan mucho con nosotros. Buscamos extraer lo que hay en su corazón por medio de preguntas, pero no siempre lo logramos. Entonces, terminamos la conversación de manera un poco incómoda, y así se queda.

Cuando esto suceda, no te frustres. Lo mejor es dejarlo por el momento. La puerta de su corazón no está abierta. Si nos enojamos o los presionamos, la puerta se cerrará cada vez más. Es mejor esperar pacientemente que la semilla, que esa conversación plantó, florezca en una conversación significativa más adelante, cuando nuestros hijos estén listos.

4. En la disciplina

Pudiera parecer el momento menos oportuno, pero puede ser que nuestros hijos se abran al recibir alguna disciplina verbal o física. Cabe aclarar que la comunicación fluirá solamente cuando nosotros estemos disciplinando con una buena actitud, y no cuando descargamos nuestro enojo sobre ellos. Cuando nuestros hijos han pecado y sienten la punzada de la convicción del Espíritu Santo, tenemos una oportunidad de oro. Si, en vez de regañarlos ásperamente, les hacemos preguntas compasivas, podemos encontrar que se abre la puerta de la comunicación.

5. En el vehículo

Las condiciones de un viaje o traslado propician buenas conversaciones. Todos estamos juntos. Nadie puede irse. Hay una especie de anonimato porque no nos tenemos que mirar a los ojos. En esas condiciones, pueden surgir conversaciones sustanciales. Para esto, debemos evitar que nuestros hijos siempre lleven puestos sus auriculares o que continuamente esté puesta la radio o una película (si el vehículo tiene un reproductor de DVD).

6. Viendo la televisión

A veces, vemos algo en la pantalla que nos inspira a tener una conversación interesante. Puede ser sobre sobre la sexualidad, los valores, las consecuencias que traen nuestras acciones, las amistades, etc. Los temas son casi infinitos. Además de cuidar el contenido de los programas y las películas que nos permitimos ver en casa, podemos aprovechar las oportunidades que la televisión nos presenta para tener conversaciones profundas.

7. Cada uno en su mundo

También, las conversaciones pueden ocurrir cuando todos están en su mundo. Uno está leyendo. Otro jugando en la tablet. El tercero está ensayando su instrumento o haciendo tarea. De repente, de la nada, surge una conversación. Es uno de esos momentos cuando Dios obra por medio de las circunstancias para abrir la puerta de la comunicación.

 

Conclusión

Quizás en tu familia hay otras ocasiones donde hay buenas oportunidades de conversar con tus hijos. ¿Cuáles son? ¿Cuándo se han dado estas conversaciones profundas en tu familia?

¿Cómo está tu antena? Tengo que confesar que muchas veces he estado demasiado distraído, y no he aprovechado cada una de las oportunidades que se han presentado. ¡Que Dios nos ayude a mantener abierta la puerta de la comunicación!