El internet, el comercio, y la mayor oportunidad de interacción internacional han creado lo que hoy se denomina la “cultura pop”. Según la RAE, la cultura popular, también conocida como cultura pop, es el “conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.[1] Sin embargo, debido a que vivimos en un mundo globalizado, las costumbres características de cada pueblo se han ido difuminando, y la cultura pop se extiende también en fenómenos que se manifiestan masivamente en todo el mundo.

Un ejemplo de esto podemos verlo en que Coca-Cola llega a más de 200 países, y el 94% de la población mundial conoce la marca. Pero no sucede así solo con las marcas, también ocurre con los programas de televisión, las películas, y la tecnología. El mundo globalizado tiene una cultura que afecta de manera masiva a la población, y se llama cultura pop.

El dilema de la cultura

Para algunos creyentes, lo que es cultural no tiene nada de malo, mientras que, para otros, representa al mundo y su corriente, por lo que lo rechazan completamente. Creo que ninguna de estas perspectivas es correcta. Partir tajantemente en cualquiera de estas direcciones nos pondría en las vías del legalismo o del libertinaje,[2] ambas producto de nuestra carne.

Como creyentes, debemos entender que la cultura, por el simple hecho de ser popular, no es pecaminosa. La misma Biblia, en algunos casos, condena a la cultura y, en otros, muestra la redención por medio de esta. Abraham tuvo un hijo con su sierva Agar, lo cual la cultura aceptaba, pero Dios le redarguyó: “Anda delante de mí y sé perfecto” (Gn. 17:1). Por otro lado, Booz cerró un convenio entregando su zapato en la puerta de la ciudad, como lo dictaba su cultura, siendo el pariente redentor de Rut y formando parte de la familia de nuestro Redentor (Rut 4).

Entonces, ¿de qué depende que algo cultural sea bueno o malo? Depende de si refleja o no a la persona de Dios. Por ejemplo, no ponemos ofrendas a los muertos porque Cristo venció a la muerte, pero sí participamos en las fiestas patrias porque se celebra la libertad y la nación que Dios nos dio.

Lo mismo sucede con la cultura pop.

¿Cómo definir lo bueno y lo malo?

Para empezar, lo bueno y lo malo no lo definimos nosotros, sino Dios. Cada precepto y principio bíblico surge de su propia Persona. Así que, yo puedo saber lo que es bueno porque refleja a Dios y viceversa.

Debemos analizar cada aspecto de nuestra cultura a fin de saber si con este reflejamos o no a Dios, y, así, demos un testimonio adecuado de nuestro Dios.

Cada cristiano debe discernir si Superman, o cualquier otra cosa, refleja un testimonio adecuado de nuestro Dios.Sin embargo, este análisis no siempre es fácil, y requiere de mucho discernimiento. Por ejemplo, Superman es el personaje más icónico entre los superhéroes. Su símbolo, después de la cruz cristiana, es el más conocido en el mundo, y existen al menos dos posturas a tomar ante él. Por un lado, puedo ver al personaje como una representación de las luchas humanas y de la búsqueda de los valores de rectitud, honestidad e integridad. Por el otro lado, puedo ver al personaje como el salvador de la humanidad, un sustituto del Mesías verdadero. Pero, ¿cuál es la postura correcta? No me toca a mí establecer una ley para todo el cristianismo, o, incluso, para mi propia iglesia. Yo tengo mi postura personal, pero cada cristiano debe discernir si Superman, o cualquier otra cosa, refleja un testimonio adecuado de nuestro Dios.

La Biblia me llama a examinarlo todo y a retener solo lo bueno, a lo cual Pablo, justo después, añade: “Absteneos de toda especie de mal” (1 Ts. 5:21-22). La palabra “absteneos” es la palabra griega ἀπέχομαι[3] que se puede traducir como apartarse o mantenerse alejado. Esa actitud me recuerda la petición de Jesús en Juan 17:15, y cómo su plan no es que yo salga del mundo, ni que me encierre en una burbuja, sino que yo sea diferente al mundo, mientras habito en este mundo.

Sin duda, hay cosas que yo, como cualquier creyente, puedo definir como pecado porque ofenden a Dios claramente. Un cristiano no tiene por qué ver una película que tenga como enfoque las posesiones demoniacas. También, hay algunas cosas que debo dejar, no porque ofendan a Dios claramente, sino porque incitan a mis hermanos a pecar. Si me ven con la nueva playera del Real Madrid, que trae un logo de la marca cervecera que los patrocina, puede que “yo no peque”, pero puedo hacer pecar a otro hermano y, en consecuencia, me es tomado como pecado (1 Co. 8:9-10, 1 Co. 10:28-31).[4]

Por lo tanto, cuando yo veo una serie, sigo a un equipo de fútbol, o soy fan de Star Wars, tengo que pensar en mi Dios y en mis hermanos. Pablo, en el pasaje donde defiende la libertad cristiana por encima de la esclavitud del legalismo, dijo: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ga. 5:14).

Mi deseo al escribir este artículo no es atacarte por ser fan de Harry Potter o por seguir los deportes. Mi intención es invitarte atentamente a que analices cada cosa que haces por tu conocimiento de Dios. A mí, esto me anima a buscarle aún más y más. Espero que a ti también.

“Y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura para ganar a Cristo” (Fil. 3:8).


[1] http://dle.rae.es/?id=BetrEjX

[2] Entendiendo el legalismo como el deseo de conseguir un grado mayor ante Dios por méritos propios; y el libertinaje como el derecho reclamado por uno mismo de realizar cualquier deseo o interés sin importar las consecuencias (léase la epístola a los Gálatas).

[3] Tuggy, A. E. (2003). Léxico griego-español del Nuevo Testamento (p. 94). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.

[4] Cabe mencionar que, en el contexto de 1 Corintios 8-10, el apóstol Pablo nos enseña acerca de la libertad cristiana. Él afirma que existe cierta libertad en cuanto a las cosas moralmente neutrales, afirmando que somos libres para ceder a nuestros derechos no pecaminosos para no incitar a nuestros hermanos al pecado. En este dilema participan dos grupos: débiles y fuertes. Este pasaje asigna la responsabilidad a los fuertes, y la falta de conocimiento a los débiles.