El otoño es un tiempo espectacular para los sentidos. La gloria de Dios salpica al mundo con colores vívidos y olores del bosque. También es el momento del año cuando recuerdo que Dios está en control de las estaciones de nuestras vidas. Como cristianos, sabemos y confiamos en que Dios ordena todas las cosas y que está obrando todo para nuestra santificación cuando pasamos por estas estaciones. Entonces, ya sea que estés descansando o luchando en una estación de ministerio silencioso como mujer o que estés ayudando a guiar a otras que están en esa estación de ministerio silencioso, espero poder animarte a deleitarte en los tiempos de Dios. Jesús nos dijo: “Tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Hay mucho provecho en las estaciones de servicio silencioso.

Como mujer, he tenido que luchar con Dios al pasar por las estaciones donde las oportunidades del ministerio tuvieron que quedar en segundo plano, donde casi eran invisibles. Pasaban días enteros donde la única persona que veía mi trabajo era Dios mismo. Estos fueron días retadores. Eran retadores para mí porque anhelaba enseñar y capacitar a otros en las verdades de la Palabra de Dios. Quería estar más activa en la vida y el ministerio de la iglesia de una forma más visible y vibrante, por lo menos para mí.

Las frustraciones brotaban cuando otras mujeres veían el caos de nuestro hogar. Revueltas a la hora de la siesta de los niños, accidentes del baño, y distracciones de toda clase surgían cuando intentaba discipular a otra hermana en Cristo. Limpiar los desastres o corregir repetidamente a uno de mis hijos parecía más una interrupción que una oportunidad. Quería sentarme calladamente tomando té y hablando de la Palabra de Dios. Pero Dios estaba haciendo otras cosas durante esos años. Más tarde aprendería lo vital que eran esas “interrupciones” para los demás. Al someterme al buen diseño de Dios, estaba enseñando y capacitando de formas que yo no entendía en ese momento.

Estaciones de vida significa estaciones de ministerio

Las mujeres se enfrentan a una mayor variedad de estaciones de vida que los hombres. No estoy intentando alardear. Simplemente es una afirmación acerca de la composición biológica que nos dio nuestro Dios Creador. ¡Simplemente la naturaleza de gestar, dar a luz y cuidar hijos de por sí tiene muchas estaciones!

Pero sin importar si eres soltera y luchas por pagar tus cuentas o eres una viuda que debe acoplarse a una nueva vida de soltería, Dios ha ordenado tus días. Si eres mamá que educa en el hogar o lidias por encajar las actividades escolares de tus hijos con tu horario de trabajo, Dios ha preparado cada día antes de que llegara existir. Muchas hermanas en la fe están cuidando a sus hijos y también a sus padres. Otras están luchando contra enfermedades debilitantes que les impiden ser una parte visible del ministerio en la iglesia.

La realidad para todas estas mujeres es que Dios conoce sus planes para cada una de ellas. Y, sorprendentemente, cada uno de estos planes tiene un propósito. Tienen la intención de hacernos crecer y hacernos más santas. Son un medio para demostrar la variedad de servicio que Dios ha dado a su iglesia para demostrar su gloria. Debemos animarnos unas a otras a confiar en que Dios está obrando todas las cosas para bien en cada estación de la vida. A veces eso significa pasar horas elaborando el rol de voluntarias para cunas —un trabajo vitalmente importante, pero uno que nadie más se da cuenta—. A veces se ve en estar ocupadas en casa enseñando las verdades del Evangelio a tus hijos que responden tirando su comida en el piso y rehusando escucharte. Y en otras estaciones, puede involucrar enseñar la Palabra de Dios de manera formal a un grupo de mujeres.

De la misma forma que hay estaciones en la vida de una mujer, hay estaciones en el ministerio de una mujer. Como esposa y madre joven, recuerdo claramente varias conversaciones con mi pastor. Anhelaba poder hacer más y servir más, pero la vida con varios hijos pequeños y un esposo que trabajaba también en el ministerio implicaba que la mayoría de mi ministerio sucedía tras bambalinas, algo que no me gustaba tanto. Mi pastor me recordaba vez tras vez: “Estás haciendo tu ministerio más importante al cuidar de tu esposo y tus hijos y permitir que otros vean el trabajo que haces con amor y gratitud y a veces con sacrificio. Estos días pasarán más rápido de lo que piensas. Asegúrate de enfocar tu corazón en lo que Dios quiere que tú hagas hoy”.

Sus simples recordatorios fueron tan poderosos porque alababa mi rol como esposa y madre —sin menosprecio—. Me recordaba que debía priorizar las cosas según el diseño de Dios y no mis deseos. Ese hombre, mi pastor, jugó un papel vital en ayudarme a deleitarme en el diseño divino para la humanidad. Me motivó a buscar cómo podía florecer durante esa estación y esperar a que Dios trajera otros tipos de servicio más adelante. Me animó a ver las palabras de Pablo a Tito —que las mujeres deben “enseñar lo bueno y entrenar a las mujeres jóvenes”— como algo valioso que ya estaba realizando al cuidar bien de mi hogar. Fue un testimonio poderoso pero silencioso de cómo Dios usó mi obediencia a su diseño para su gloria.

Todos los cristianos son llamados al servicio silencioso

La realidad es que Dios llama a todo cristiano, hombre o mujer, a servir de maneras silenciosas. Nos llama a poner nuestra vida por los demás sin importar si el servicio es visible ante los demás o si llegan los halagos.

De hecho, la mayoría del servicio en la iglesia es silencioso, tras bambalinas. Considera el llamado a la oración. En Mateo 6:6, Jesús dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt. 6:6). La oración silenciosa y solitaria no es vista por otros, pero es una fuerza increíble para el reino de Dios.

Los discípulos lucharon con este concepto de servicio público versus el servicio privado. Deseaban ser vistos. Quería posiciones de honor, el prestigio de estar sentado a ambos lados de Jesús. Querían el reconocimiento y el estatus que acompañan cierto tipo de servicio. Pero Jesús, conociendo el orgullo que llenaba sus corazones, respondió: “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos” (Mr. 10:43b-44).

Jesús nos llama a entregarnos por los demás. Todos —hombres y mujeres por igual—somos llamados a servir de formas silenciosas, discretas e inadvertidas. Es una de las formas que morimos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz para seguirle. ¡Él nos dejó un ejemplo a seguir!

Ánimo para mis hermanos

Hermanos, especialmente pastores, no subestimen el poder de animar a las mujeres de su congregación en su rol olvidado y poco apreciado, especialmente durante los primeros años de la maternidad. Muchas somos propensas a caer en frustración durante las estaciones más silenciosas. Recuérdennos de nuestra parte indispensable en la vida de la iglesia y en el testimonio al mundo.

Parece algo demasiado simple, pero pocas veces se hace. Necesitamos ser animadas; necesitamos ser recordadas de la verdad cuando el mundo clama contra la forma en que Dios ha ordenado nuestras vidas como hombres y mujeres. Cuando nos animamos en los roles divinamente asignados, nos recordamos mutuamente del bueno diseño de Dios.

Lo mismo sucede el día de hoy cuando dirijo un estudio bíblico o enseño la Biblia a otras mujeres. Siento una inmensa gratitud a Dios por el don que dio a la iglesia en los ancianos. Cargan un peso y una responsabilidad que respeto profundamente. Escuchar su enseñanza es un gran gozo.

Entonces, cuando toman el tiempo para edificar a sus hermanas tanto por su servicio tras bambalinas y su servicio público, edifican a la iglesia entera. Cuando mis pastores ahora me animan a ejercer mis dones de formas más públicas, me motiva a mostrar la gloria de Dios en esta nueva etapa de mi vida. Su inversión en mi crecimiento y desarrollo espiritual me han animado a florecer como mujer cristiana.

Hermoso en su tiempo

Los años han pasado. Hoy, me encuentro en una estación de vida totalmente diferente. Hay oportunidades para enseñar y dirigir ministerios para mujeres de formas visibles. Pero eso no elimina mi llamado a servir y amar de formas menos visibles y más silenciosas. De hecho, de la misma forma que esperé en el tiempo de Dios entonces, veo cómo eso sirvió para validar las oportunidades ahora.

Hay muchos blogs y podcasts para mamás jóvenes. Aunque ofrecen consejos, ánimo y cierta ayuda de parte de mamás que están atravesando la misma etapa, me pregunto si no están enseñando de forma prematura. Algunos de mis platillos favoritos son buenos si los cocinas de inmediato. Se pueden comer. Pero si les das unos días para marinar, lo que hubiera sido una comida sin muchos sabor se transforma completamente en algo delicioso, rico y complejo. El tiempo tiene una forma de sacar ciertos sabores.

Así es en la vida cristiana. Debemos tener cuidado de no estirar la mano para alcanzar lo que queremos demasiado pronto. Como escribió el autor de Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1). Sería mejor que pasáramos más tiempo marinando en la voluntad de Dios para nuestra vida durante esos años de servicio inadvertido, dejando que Dios haga crecer en nosotras un corazón de sabiduría.

¿Sabes lo que es gracioso acerca del cambio de estaciones? Muchas veces desearíamos regresar para volver a hacerlo. Alabo a Dios por dónde me encuentro hoy, pero extraño las huellas dactilares manchando todo. Extraño pisar Legos, recordando cómo una pequeña persona estaba ejercitando su imaginación en mi cocina. Extraño el Jesus Storybook Bible y el repetir las palabras: “Jesús estaba enseñando a la gente que Dios siempre los amaba —con un amor que nunca acaba, nunca se rinde, nunca se rompe, siempre duradero—”.

Alabo a Dios por el ánimo fiel de mi esposo durante esos años. Y alabo a Dios por mis fieles hermanos y hermanas que me han animado en cada etapa de mi vida. Necesitamos cuidarnos, unos a otros, mientras desplegamos la gloria de Dios al mundo a través de su diseño en la iglesia local. Sea tras bambalinas o al frente, todo el pueblo de Dios juega un rol vital en declarar su bondad y gloria.

Una estación da lugar a otra. ¡Y Dios hace todo hermoso en su tiempo!


Erin Wheeler vive en Fayetteville, Arkansas, con su esposo Brad y sus cuatro hijos. Asiste a University Baptist Church, donde Brad sirve como Pastor principal.


Publicado originalmente en www.9marks.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.