¡Dios está haciendo grandes cosas entre los hispanohablantes! La cantidad de buenos recursos y ministerios en español se ha magnificado de maneras que ni siquiera hubiéramos pensado. Hoy en día hay un sinfín de ministerios que no existían hace 50 años: radio, televisión, vídeos de YouTube, podcasts, blogs, venta y distribución masiva de literatura cristiana (¡al alcance de un clic!), películas, material de escuelitas bíblicas y discipulado, conferencias transmitidas en vivo y reproducidas de manera digital en cualquier parte del mundo, softwares bíblicos con cientos de libros en cualquier dispositivo, entre muchos más.

Sin embargo, es muy fácil confiarse en este nuevo avivamiento. No debemos olvidar las palabras del apóstol Pablo, cuando dijo: “… el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co. 10:12). Nuestro corazón es engañoso y perverso (Jer. 17:9), y puede pervertir incluso algo bueno como el lugar de los ministerios hispanohablantes en nuestra vida. Por eso, veamos qué dice la Biblia sobre la manera en que debemos ver los ministerios.

¿PARA QUÉ EXISTEN LOS MINISTERIOS?

La mayoría de las veces que encontramos la palabra “ministerio” en nuestras Biblias es la traducción de la palabra griega diakonía. Esta palabra tiene que ver con el servicio que alguien brinda a otros. En Hechos, Lucas lo usa en diversos contextos: el apostolado, la enseñanza, servir a las mesas. Sin embargo, Pablo utiliza el concepto para indicar una gama aún más amplia: el ministerio a los judíos en contraste al  de los gentiles (Ro. 11:13), el ministerio de condenación aludiendo a la ley y el ministerio de justificación en Cristo (2 Co. 3:7-9; 4:1; 5:18), la obra del ministerio como la tarea de la iglesia (Ef. 4:12), la totalidad del ministerio (Col. 4:17; 1 Ti. 1:12; 2 Ti. 4:5, 11) o incluso ofrendar a otros para sus necesidades materiales (2 Co. 9:1, 12-13 cf. Hch. 11:29).  

La epístola a los Corintios es la que más menciona esta palabra. Pablo señala que la iglesia existe para que este mundo conozca a Cristo en el Evangelio de la cruz y le dé gloria. En ese contexto, enseña que los dones son otorgados para el provecho de la iglesia. Su propósito es la edificación (1 Co. 12:4-7, 14:5, 12). Ese fue el problema en Corinto: los ministerios no edificaban. Ni el que hacía el ministerio ni el que lo recibía buscaban este propósito. Pero la Biblia es clara: todo ministerio debe existir para la edificación. Todo ministerio debe conformarnos más a la imagen de Jesucristo (Ef. 4:13).

¿CÓMO VEMOS LOS MINISTERIOS?

Si los ministerios existen para edificar, debemos considerar una pregunta: ¿El ministerio que sigo está haciéndome más como Jesucristo? (¿Me está edificando?).

Corinto es un claro ejemplo de que un buen ministerio puede tomar un lugar inadecuado en el corazón. La jactancia de los corintios se encontraba en la posición que ocupaban, el conocimiento que tenían o el partido al que pertenecían. Habían hecho de lado el propósito de sus ministerios. “Ministraban” sin edificar. Y nos puede suceder lo mismo a nosotros. ¿Cómo? Volviéndonos fanáticos de un ministerio.

Si dejamos de ver el Evangelio y nos volvemos simples seguidores de un maestro o ministerio, somos unos fanáticos y hemos dejado atrás el cristianismo. ¿Por qué? Porque, al final, ya no se trata de la gloria de Dios en el Evangelio, sino de escuchar todas las predicaciones de ese predicador, leer todos sus libros o estar al tanto del pensamiento teológico del momento. ¡Qué perverso es nuestro corazón! Si no nos cuidamos, ¡estaremos usando los ministerios para la gloria del hombre!

PARA REFLEXIONAR

Muchos nombres y grupos que nos han sido de bendición pueden figurar en nuestra mente, y debemos preguntarnos cuál es nuestro propósito al seguir a cada uno de ellos. Así que, quisiera proponerte algunas preguntas que puedan ayudarte a identificar la motivación con la que sigues a cada uno de estos ministerios:

  • ¿Qué es más importante para ti al escuchar la enseñanza de tu predicador favorito? ¿El Evangelio o su postura sobre un asunto en particular?
  • Si pudieras asistir a una conferencia donde esté un famoso maestro de la Biblia, ¿cuál sería tu deseo? ¿tomarte una foto con él o aprender más de Jesús?
  • Cuando lees uno de sus libros, ¿comparas lo que dice tu autor favorito con las Escrituras o le crees todo lo que dice?
  • ¿Cómo te está ayudando a crecer espiritualmente ese ministerio? Desde que lees y escuchas de él, ¿eres de más edificación a tus hermanos o contiendes más con ellos?
  • ¿Cuál es tu motivación para aprender más? ¿Quieres ganar los debates contra otros con mejores argumentos o deseas ser de bendición a tu iglesia?

Recuerda: si la gloria de Cristo en el Evangelio se ve opacada por una persona o un ministerio, eres un fanático y has dejado atrás tu cristianismo.