Huda Kattan.

Cameron Dallas.

Zach King.

¿Conoces estos nombres? Son famosos por dedicarse a una ocupación que no existía hace algunos años: «Influencers» de las redes sociales. Han logrado utilizar las redes para hacerse famosos, y para tener una influencia enorme en sus áreas de especialidad sobre las personas que les siguen en Instagram.

Si alguna vez has comprado un producto, buscado una página de internet, mirado un programa de televisión, o hecho planes de viajar a cierto lugar como resultado de haber visto algo en las redes sociales, entonces… ¡tú has sido «influenciada»!

Pero no solamente somos influenciadas por redes sociales, amistades, y experiencias. Nosotras también somos «influencers». Sé que existen muchas jóvenes que leen este blog que sueñan (aunque no estén dispuestas a decirlo en voz alta) con ser «influencers». Quisiera avisarte algo muy importante: cada hija de Dios debe ser una «influencer».

¿Recuerdas las últimas palabras de Jesús, justo antes de ascender para estar con su Padre?

“Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:18-20).

Si eres una hija de Dios, redimida por la sangre de Cristo, si has puesto tu fe y confianza en Él y te has arrepentido de tus pecados, ¡tú eres una «influencer» del reino de Dios! Esto es parte importante del plan de Dios para ti.

Apuntar a otros hacia Cristo es una disciplina espiritual que debes estar ejerciendo en tu vida. Por esta razón, quiero hablarte un poco del evangelismo personal.

Obstáculos

Ya vimos arriba que las palabras de Jesús dejan muy claro que una actividad central en la vida de cada seguidor suyo debe ser el hacer discípulos de entre los que no le conocen. Si es tan claro este mandato, ¿por qué tantos creyentes (yo me incluyo) tenemos una calificación muy baja en esta tarea? Creo que hay varios obstáculos comunes:

1. Nuestro corazón no busca la gloria de Dios sobre todas las cosas. Si el deseo más profundo de mi corazón es agradar y glorificar a Dios, mis acciones lo van a reflejar al obedecerle. Si no hablo de Cristo con otras personas, realmente no estoy buscando la gloria de Dios sobre todas las cosas.

2. No amamos a nuestro prójimo. Cada persona con la que trato en mi vida diaria pasará la eternidad en el infierno o en el cielo. Esto debe ser una realidad impactante en nuestras vidas. ¿Amas a las personas a tu alrededor? Entonces sí, ayúdales con la tarea, dales de comer si tienen hambre, sé una buena empleada, pero permite que todas esas obras de amor te lleven a la suprema obra de amor hacia un inconverso: apuntarles claramente a Cristo.

3. No nos apropiamos del Evangelio lo suficiente como para expresarlo con confianza. Por no estar muy familiarizadas con el Evangelio, ni haberlo hecho una realidad diaria en nuestra vida, nos cuesta encontrar la forma de entretejerlo en conversaciones diarias. Sentimos nervios y temor de comunicarlo mal. No es natural hablar del Evangelio porque el Evangelio no ocupa nuestra mente.

4. No sabemos cómo manejar la vergüenza que sentimos. Todas lo hemos sentido. Ese deseo de buscar una piedra gigante y meternos debajo. Sabemos que no debemos sentir pena y vergüenza al compartir el Evangelio, pero muchas veces es difícil evitarlo. Cuando lo sentimos, nuestra reacción es evitar hablar de lo que debemos hablar.

Estrategias

Entonces, ¿qué podemos hacer? Creo que hay varias cosas que tú y yo podemos practicar que contribuyen al desarrollo de la disciplina del evangelismo personal.

1. Estudia el Evangelio. Medita en sus verdades y permite que te asombren otra vez. Este video y este artículo te pueden ayudar. Jamás podrás compartir algo que no entiendes, y no serás convincente cuando lo hagas a menos que sea importante para ti.

2. Escribe tu testimonio personal. Aunque compartir lo que Dios hizo en tu vida no es precisamente «evangelizar», no hay duda de que tu testimonio personal puede ser efectivo para abrir puertas a conversaciones evangelísticas. Escríbelo detalladamente, anotando de qué te salvó Dios, cómo respondiste al llamado de Dios al arrepentimiento, cómo te sentiste antes y después, y qué cambios has visto desde entonces. Al meditar en la gran obra que Dios hizo en tu corazón, tendrás más deseo de glorificarle, y menos vergüenza para compartirlo.

3. Identifica relaciones con potencial para la evangelización personal. Hay ciertas personas en tu vida ahora mismo que, por diferentes razones, son candidatos ideales para compartirles el Evangelio. Al pensar en ellas, considera las experiencias compartidas, el historial que conoces de la persona, y planea maneras de introducir temas que lleven a la oportunidad de hablar de Cristo. Pídele a Dios que te dé un amor especial por estas personas.

4. Invita a las personas a tu iglesia. Llevar a las personas a la iglesia no nos exime de nuestra responsabilidad de evangelizar, y no debemos depender de la iglesia para hacer lo que nosotras debemos estar haciendo. Pero hay ciertas personas que aceptarían mucho más rápido una invitación a una iglesia que una conversación incómoda. Llevarla a la iglesia puede abrir muchas puertas. Asegúrate de hacer lo posible para que sea fácil que lleguen.

5. Habla de manera positiva sobre tu iglesia (de tu relación con los hermanos de tu iglesia, y de las cosas que disfrutas cuando vas a la iglesia). Ver a una persona que tiene una comunidad amorosa y cercana atrae mucho a las personas a desear conocer más. Tu vida en comunidad puede ser un testimonio poderoso del Evangelio.

6. Recuerda siempre que tú no salvas a nadie. Al evangelizar, tú no estás buscando convertir a nadie, y Dios no te pide que testifiques de Él porque necesita tu ayuda para salvar. La obra de salvación y regeneración en el corazón de una persona es completamente del Espíritu Santo. Él quiere darnos el privilegio de apuntar a otros hacia Él, el único que les puede salvar.

Dios nos manda a testificar de Él, y nos promete proveer todo lo que necesitamos para esa obra. ¡Él quiere que tú seas una «influencer» para su reino! ¿Lo harás?


Este artículo fue publicado en Aviva Nuestros Corazones.