En el artículo anterior, vimos que el Antiguo Testamento presenta a un Rey, cuya Palabra es la última autoridad sobre su creación. Además, vimos que Dios —el Rey— desea bendecir a pesar de que su creación se rebeló contra Él. Por eso, podemos decir que la Biblia es la historia de cómo Dios, por medio de su Hijo, cumple con su Palabra dada a los hombres que se rebelaron contra ella.

Ahora, continuaremos con lo que el Nuevo Testamento aporta a la teología bíblica sobre la Palabra de Dios.

Cristo cumple la Palabra

Cuando sus detractores lo acusaron de violar la Palabra de Dios, Jesús aclaró que no había “venido para abrogar la ley o los profetas (…) sino para cumplir” (Mt. 5:17). Él insistió: “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt. 5:18). Desde que nació, “todo (…) aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor” (Mt. 1:22). Y, cuando Juan el Bautista dudó si Jesús era o no era el Mesías, Jesús le dio el cumplimiento de las profecías como respuesta afirmativa (Mt. 11:5; Is. 35:5; 61:1). Luego, afirmó: “las Escrituras (…) dan testimonio de mí” (Jn. 5:39). Pero Jesús no solo verificó la Palabra de Dios cumpliendo profecías, Él mostró conformidad perfecta a la ley de Dios. La escuchó. La obedeció.

CRISTO ES LA PALABRA

Él no es solo el tema de la Palabra (Sal. 40:7), Él es el único que puede decir con completa sinceridad “el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (He. 10:5-8; Sal. 40:7-8). Juan lo llama el logos, traducido el Verbo (Jn. 1:1 RV1960) o la Palabra (Jn. 1:1 CAB). Él hace la Palabra de Dios y Él es la Palabra encarnada.

Cristo revela la Palabra

Entonces, ya que Jesús es Dios, su Palabra es la Palabra de Dios. Según Hebreos 1:1-2, “Dios (…) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”. Él es la comunicación perfecta y definitiva de Dios. Puso su Palabra al nivel de las Escrituras al decir “Oísteis que fue dicho a los antiguos (…) pero yo os digo” (Mt. 5:21-22). Por supuesto, siendo Dios mismo, Él no contradijo la revelación previa, sino que dio la interpretación definitiva de la misma. La internalizó e intensificó más de lo que el pueblo judío pudiera haberse imaginado.

Cuando la Palabra se hizo carne, no solo dio más palabras divinas, sino que reveló como nadie más pudo al Padre mismo. Juan nos dice que “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18). Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9). Además, en el Nuevo Pacto, Cristo provee algo que ningún profeta anterior pudo: “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (He. 8:10). Entonces, los suyos ahora pueden decir que “sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3).

Cristo Promete LA Palabra

La noche antes de su crucifixión, Jesús prometió que el Espíritu Santo guiaría a los apóstoles para revelar más Palabra (Jn. 16:13-15). El cuerpo de Cristo —la Iglesia— disfruta ahora de la Palabra entera. Los apóstoles de Jesús terminaron la entrega de Palabra de Dios escrita. Ahora, “tenemos (…) la palabra profética más segura” que cualquier visión o experiencia (2 P. 1:19). Debemos recibir “con mansedumbre la palabra implantada” (Stg. 1:21) que es el medio para purificarnos “en el lavamiento del agua por la palabra” (Ef. 5:26). Como se ha hecho desde Génesis 1, el hombre se relaciona con Dios por medio de su Palabra.

Cristo Culmina LA PALABRA

El Nuevo Testamento termina con el Apocalipsis de Jesucristo (la Revelación de Jesucristo). Aquí,  se le describe como Fiel, Verdadero y Verbo de Dios (Ap. 19:11-13).[1] En la consumación, Él cumple con todas las promesas. Cristo —la Palabra— toma sobre sí la maldición —la palabra del castigo— para que el pecador pueda heredar la bendición —la palabra de gracia— que Dios siempre quiso para el hombre.

La Biblia es la historia de cómo Dios, por medio de su Hijo, cumple con su Palabra dada a los hombres que se rebelaron contra ella.

¿CÓMO AFECTA MI VIDA DIARIA LA PALABRA?

  1. Confía en la Palabra. Encuentra tu justicia en Jesús. Él cumplió con la ley. Él obedeció la voz de Dios. Nadie más pudo (ni usted podrá perfectamente). Tiene que estar confiar en Jesús para que su obediencia perfecta lo salve.
  2. Sométete a la Palabra. Si confías en la justicia de Cristo, debes mostrar la transformación interna que Él hace. Aunque nuestras obras nunca lograrán la salvación, son la tendencia de quienes han recibido una nueva vida. Debemos obedecerla. No podemos llamar a Jesús nuestro “Señor” sin desear hacer lo que Él dice (Lc. 6:46).
  3. Crece en la Palabra. Si vas a someterte a su Palabra, debes hacer la Palabra de Dios tu alimento diario. No puedes obedecer aquello que no conoces. Tal como Cristo amó la Palabra, debemos preparar el suelo de nuestros corazones para que “la palabra de Cristo more en abundancia” en nosotros (Col. 3:16).

[1] “Fiel y Verdadero” se refiera a Cristo (Ap. 19:11) y la revelación sobre la Nueva Jerusalén (Ap. 21:5) y el mismo libro de Apocalipsis (Ap. 22:6).