El 6 de enero será recordado como el día que unos centenares de americanos asaltaron al capitolio, donde trabajan todos los políticos de su gobierno. A causa de sus creencias, decidieron introducirse por la fuerza en el lugar de trabajo de los políticos y detener la actividad que se llevaba a cabo.

Fueron unos eventos muy desagradables. Humana y políticamente podríamos hablar de ellos por horas. Al ver las respuestas a este evento en las redes sociales y los medios de comunicación, creo que hay tres mentiras que se fomentaron con este evento. Este artículo no es una postura política, ni promueve uno de los dos lados políticos (derecha o izquierda, republicano o demócrata). En mi opinión, ambos lados llegamos a estos tres errores en nuestras conclusiones. Y en caso de que no estés de acuerdo con mi punto de vista, establezco una base bíblica que, independientemente de esta situación política, puede ser de enseñanza a nuestra vida.

1. Es posible conocer las intenciones del corazón humano

Una de las grandes preguntas desde que sucedió esto fue quiénes asaltaron el capitolio. Todos los medios de comunicación (por lo menos que yo haya visto) afirmaron que fueron seguidores del presidente. Nadie más. Después, en las redes sociales comenzaron a afirmar que fueron impostores, personas de opinión política contraria que se infiltraron en una protesta pacífica y asaltaron el capitolio, camuflajeados como seguidores del presidente. Ambos lo afirman categóricamente, como si una combinación de ambas cosas no fuera posible.

Sé por experiencia que siempre hay personas de todo tipo en una multitud. Cuando estaba en la preparatoria, en varias ocasiones el sindicato programó marchas para protestar. En una ocasión, cuatro amigos y yo decidimos no ir y nos quedamos en el salón estudiando. Minutos después, un profesor nos dijo que teníamos que ir a protestar. Nos sacaron de la escuela y nos llevaron al ayuntamiento. Al día siguiente, las noticias decían: “Miles de alumnos con ambiciones políticas protestan la nueva ley”. Bueno, de esos miles, seguro había alumnos con creencias políticas profundas. También había muchachos que simplemente querían perder clase. Y luego yo, ¡que me obligaron a ir y ni siquiera sabía qué estaba pasando!

¿Quiénes asaltaron el capitolio? Probablemente un poquito de todo. Seguidores del presidente que se sintieron engañados por las elecciones y quisieron vengarse de los políticos. Pero también algún que otro impostor, inclusive exagentes del FBI han afirmado. También gente que no tenía nada que hacer, y gente que pasaba por allí, algún muchacho que quería una selfie en las oficinas de los políticos, alguien que quería salir en las noticias, etc.

Pero creemos que podemos conocer los corazones de las personas y establecer qué son capaces de hacer. “Los seguidores del presidente son pacíficos y querían protestar sin violencia. ¡Fueron infiltrados por impostores!”. “¡No! Mi equipo no es capaz de engañar con impostores. Somos muy honestos. ¡Fueron los malignos de derecha los que asaltaron!”. Debemos ser honestos. No conocemos las motivaciones, ambiciones o límites pecaminosos del corazón humano. Nos gusta creer que estamos en el equipo correcto que no es capaz de nada malo. Mi iglesia, mi denominación, mi familia, mi institución… ¡no sería capaz de nada de eso! ¿Seguro? Ni Jesús pudo decir eso de sus tres amigos más íntimos. Uno de ellos le traicionó en su cara (Lc. 24:54-62). De los doce, otro lo entregó a la muerte.

2. El pecado es causado por eventos exteriores

¿Cuál fue la razón por la cual unos cientos de personas entraron al capitolio para detener la certificación de las elecciones? Básicamente, se han dicho dos cosas: las personas creyeron una mentira promulgada por un hombre que no quería perder o el día del evento este hombre incitó a la violencia a una masa pacífica. Al afirmar estos dos puntos caemos en errores del pasado. Como siempre, tendemos a repetir la historia. La mentira que afirmamos es que el pecado no viene de dentro del corazón humano, sino que algo exterior influenció a personas que son intrínsicamente buenas a actuar malignamente.

En los años 50, surgió la irrupción del rock con Elvis Presley, Johny Cash, después los Beatles, entre muchos otros. Con la irrupción de este nuevo estilo, comenzaron unas situaciones muy desafortunadas de pecados flagrantes. Drogas, alcohol y fornicación acompañaban al movimiento. Jóvenes “cristianos” acudían a los conciertos y básicamente perdían la cabeza. ¿Cuál fue la causa? En seguida, surgió un movimiento “cristiano” que acusó al estilo de música por estas actividades pecaminosas. Los muchachos supuestamente fueron incitados por el ritmo de la batería, las vibraciones del bajo, y la letra de las canciones a actuar de esa manera. Para ellos, no era una opción que fueran cristianos solo de nombre, que iban a la iglesia para quedar bien con los demás, por obligación o para escalar la escalera de éxito cultural; quienes en cuanto tuvieron la oportunidad demostraron lo que eran por dentro. En vez de revisar lo que se predicaba en las iglesias, de cuál era la naturaleza del corazón de esas personas, se culpó al baterista que enfatizó los tiempos 2 y 4 en vez de 1 y 3.

Después de los atendados contra las torres gemelas, se buscó descubrir la razón por la cual estos terroristas atentaron contra inocentes de tal manera. “Why do they hate us?” [“¿Por qué nos odian?”] era el título de docenas de charlas y artículos que salieron después de esos atentados. El punto era encontrar qué hizo la sociedad occidental para enojar tanto a los terroristas que llevaron a cabo esa atrocidad. Otra vez, no podían creer que la depravación humana era tan profunda que alguien cometiera semejante acto. Tenía que haber una razón externa, algo que Estados Unidos hizo para incitar a la violencia y al terror a estas personas. Se creía que, para que no volviera a suceder, había que quitar esas razones del medio y entonces habría paz.

Volviendo a las razones para el asalto al capitolio, las personas que asaltaron el capitolio no necesitaban ser incitadas. No necesitamos influencia externa para cometer actos pecaminosos. Esto no quiere decir que las situaciones externas no empeoren la situación intrínseca de nuestro corazón. La Biblia es clara en que Satanás, demonios, e inclusive malas compañías pueden hacernos caer (1 Cor. 15:33). Pero Santiago es claro en que, en un fin último, todo sale de nuestro corazón (Stg. 1:14-15). Como Jesús dijo: un árbol malo produce fruto malo (Mt. 7:17-20). Acusar del mal solo a algunas personas fomenta un odio que no es cristiano ni bíblico. En nuestro caminar cristiano, nos será de mucha ayuda estar conscientes de que dentro de cada uno de nosotros existe la capacidad de asaltar el capitolio, y cosas mucho peores.

3. El ser humano desea conocer la verdad

Después del asalto al capitolio, las redes sociales y los medios de comunicación se llenaron de conversaciones sobre el tema. Cada persona que se envolvió en estas conversaciones (incluido yo) cree que tener la verdad o estar en una búsqueda honesta de la verdad. Si nos preguntaran “¿Quieres conocer la verdad?”, creo que todos responderíamos que sí. Y hasta cierto punto esto es así.

Pero desde otra perspectiva, no es así. Amamos la mentira. Desde Génesis 3, el humano ha preferido la mentira de Satanás por encima de las verdades de Dios. Jesús establece que, por naturaleza, al nacer pecadores, somos hijos de nuestro padre Satanás que es el padre de la mentira (Jn. 8:39-59). Es solo cuando somos salvos por el Evangelio que pasamos de amar la mentira a amar la verdad. Pero, como todo cristiano debería saber, en este mundo todavía no somos perfectos. Aunque hemos sido santificados por Dios y estamos en el proceso de asemejarnos más a Jesús, continúan viviendo en nosotros las ambiciones y deseos por todo lo que no es verdad. ¡Nos engañamos a nosotros mismos continuamente! (Jer. 17:9).

Por lo tanto, me parece negar una realidad bíblica clara el pretender en redes sociales o en conversaciones en persona que tenemos la verdad absoluta en nuestras opiniones. Por naturaleza, preferimos creer lo que nos conviene, lo que nos deja bien, lo que exalta a nuestro equipo de preferencia que la realidad. Eso es cierto en cada ser humano, independientemente de su afiliación política. Por lo tanto, en vez simplemente argumentar nuestro punto de vista, deberíamos tener los ojos bien abiertos para ver si no estamos creyendo una mentira. Cuando escuchamos un argumento contrario a nuestra creencia, deberíamos examinarlo profundamente, no vaya a ser que de nuevo caigamos en creer mentiras.

Me gusta mucho seguir eventos políticos porque en la política vemos el intento de humanos pecaminosos de establecer las regulaciones para las interacciones de una sociedad de humanos pecaminosos. Creo que, en este intento, se revelan muchas cosas acerca de nuestro corazón. En esta ocasión, creo que los asaltos al capitolio revelaron las tres mentiras que abordé en este artículo.

Por último, esta desagradable situación me recuerda que la mejor forma de gobierno no es la democracia, el gobierno de la mayoría. La mejor forma de gobierno sería una dictadura benevolente, con un dictador que estableciera con perfección cada regla, siempre que el dictador fuera una persona absolutamente buena. El mundo sabe esto. Siempre que llegan tiempos de guerra o alta tensión, los presidentes o ministros tienen más poder, porque entendemos que lo mejor sería confiar en una persona mucho más inteligente, preparada, valiente que nosotros. Pues esta realidad humana y filosófica, es lo que pasará al final.

Un día vamos a vivir por siempre regidos por un dictador cien por ciento amoroso, misericordioso, inteligente, valiente, sabio. Un rey que murió por su pueblo para salvarlo de sus pecados, errores, mentiras, etc. Este rey no verá su capitolio asaltado porque él transformará los corazones de piedra de sus súbditos que desean la violencia y la revolución en corazones de carne que sólo son gobernados por el amor.  Este rey compra un pueblo que será suyo por siempre y el establecerá un reino perfecto. En ese último “político” podremos confiar al cien por cien. Él nos rescatará de todo error y mentira que nos guía a la autodestrucción. Este rey es Jesús nuestro Dios y Salvador.


Natán Abellán nació en España en una familia cristiana (una posibilidad muy pequeña en ese país). En 2004 se mudó a Monterrey para estudiar en la Universidad Cristiana de Las Américas, en donde graduó de la licenciatura en Teología Pastoral en 2008. Luego estudió la Maestría en Divinidades en Detroit Baptist Theological Seminary, graduando en 2011. Hoy ministra en San Pedro Church y en City to City Latam. Lleva 12 años casado con su amiga Keren, y disfruta de ser padre de su hijo de 7 años y su pequeña hija de 1 año y medio.