¡La respuesta a esta pregunta parece ser obvia!

De manera inmediata nuestras mentes corren a la historia de la creación. Cuando Dios creó al hombre soltero, dijo que era una creación incompleta. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18). Por ello Dios dijo: “le haré ayuda idónea para él” (Gn. 2:18b). Después de crear tanto al hombre como a la mujer a su imagen, “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera (Gn. 1:31).

A menudo hablamos de Génesis 1 y 2, del propósito del matrimonio, y aun de la necesidad del matrimonio, y a la misma vez, ignoramos otro pasaje no tan romántico.

“Bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Cor. 7:1).

¿Qué debemos entender de este versículo?

Aquí Pablo responde a una pregunta de la iglesia en Corinto: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Cor. 7:1). Es importante notar que el siguiente versículo declara: “Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Cor. 7:2). 

Esto significa que Pablo no está mandando el celibato. Nada más lejos de la realidad. En 1 Timoteo 4:1-3a leemos: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse”. La prohibición del matrimonio es, en pocas palabras, diabólica. Esto concuerda con su enseñanza en 1 de Corintios donde toma mucho tiempo para explicar lo que NO quiere decir. No quiere prohibir el matrimonio. Eso sería un error diabólico.

Sin embargo, Pablo sí enseña que la soltería, en cierto sentido, es preferible al matrimonio.

Si regresamos al libro de Génesis, podemos ver que la Biblia no es como una película de Disney. Después de la boda, Adán y Eva no vivieron felices para siempre. Vino el pecado, creando conflicto perpetuo en el matrimonio. Incluso el cumplimiento de la gran promesa de Dios —que un “hijo de la mujer” destruiría el poder del maligno— conllevaría dolor: le costaría la vida al “hijo de la mujer”. Esto nos da a entender que en el mundo caído las cosas no serían tan fáciles. Ciertamente Pablo tiene razón cuando dice: “Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja” (1 Cor. 7:32).

Pero, de inmediato, Pablo explica lo que cree acerca del matrimonio.  

“El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer. Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os acerquéis al Señor” (1 Cor. 7:32-35).

Pablo explica que el matrimonio trae responsabilidades que limitan nuestro servicio a personas externas a nuestra familia. De hecho, si el matrimonio no limita nuestro ministerio a otros, entonces no estamos cumpliendo nuestros deberes como cónyuges y como padres de familia. Eso también sería pecado.

De esta manera, el soltero tiene ventaja, pues puede servir a Dios sirviendo a más personas, mientras que el casado sirve a Dios sirviendo a su familia prioritariamente y después, de una forma más limitada, a otras personas en la sociedad y en la iglesia.

Esto lo experimenté en mi propia vida. El 15 de mayo del 2010, me casé con la mujer que a mi parecer es la más bella, sabia y piadosa que Dios jamás ha creado. Pero durante mis diez años de soltería mientras estaba estudiando la licenciatura y el doctorado, mi pastor me apodó (con mucho cariño) “el presidente del club de Pablo”. Durante ese tiempo pude servir a Dios de muchas maneras. Al casarme, mis responsabilidades cambiaron y mi disponibilidad para el servicio en la iglesia también cambió. Pablo tenía razón. En cierto sentido es bueno que el hombre no toque a una mujer (1 Cor. 7:1).

El matrimonio es bueno, permitiendo que el hombre no esté solo, pero no es esencial para que un hombre o una mujer viva una vida de completa satisfacción y gozo. Si el matrimonio fuera esencial para una vida plena, no solamente los solteros serían personas incompletas, también viudas y viudos perderían la posibilidad de tener satisfacción en su vida. Pero la realidad es que todos somos completos en Cristo.

Esto nos indica que Dios no creó al hombre para la mujer ni a la mujer para el hombre. ¡Dios creó ambos para Sí mismo! Si huyes del matrimonio por temor, no encontrarás tu gozo en la soltería. Si huyes de la soltería, buscando que el matrimonio te dé la satisfacción que tu alma anhela, estás creyendo otra mentira diabólica.

Cómo dijo Agustín de Hipona: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti”. Esto no significa que tenemos que buscar el celibato como lo buscó Agustín. Significa que, si hacemos la obediencia a Dios nuestra prioridad, Él proveerá todo lo que realmente necesitamos (Mateo 6:33).

Entendemos, entonces, que el matrimonio y la soltería son dos maneras de seguir a Jesús en amor al prójimo. Estés soltero o casado, gózate en servir a otros por amor a Dios en respuesta al amor que Él te extiende en Jesús.