Mi vida sin Cristo fue marcada por un esfuerzo de amar. Nací en una familia con padres cristianos. Desde una edad muy temprana conocí la Escritura. Recuerdo con dulzura el día que me encontré con el gran mandamiento de Jesús: amar a Dios y al prójimo (Mt. 22:40). No estaba seguro de hasta qué grado debía amar. Pero sí estaba seguro de que este mandamiento sobrepasaba mis buenas intenciones. Así comenzó mi intento de amar. Traté de amar a Dios y fracasé. Era imposible dar algo que no tenía. Hasta que un día sin igual Cristo me enseñó lo que es amar.

En este artículo, quisiera guiarte hacia la misma fuente de amor que encontré.

Deja de odiar

Si en tu vida no hay amor, estás sentenciado a odiar. Odiar es una palabra fuerte, incluso chocante. Pero es más habitual en tu vida de lo que piensas. El odio es la otra cara del amor. Inconsciente o conscientemente, llegamos a odiar a aquel que no amamos. Y es imposible esconder el odio debido a su naturaleza. Tu forma de relacionarte con otros es la muestra tangible de cuánto odias. ¿Qué tanto estás involucrado en la vida de otros? Y no me refiero a tener que ser entrometido o chismoso, sino a dar tu vida por otras vidas. Posiblemente estás pensando: “Yo amo a Dios y eso es suficiente, no tengo razón de amar a los demás”. Pero cuando cumples el primer mandamiento simultáneamente las personas de tu entorno son beneficiadas. El que no ama no conoce a Dios. ¿Sabes por qué? Porque “Dios es amor” (1 Jn. 4:8).

Conoce el amor

Cristo es la única manifestación de amor real. Podrías buscar en Google millones de definiciones bonitas del amor. Pero la Biblia es tajante en señalar a una persona y una obra. La Escritura nos dice que el amor consiste en que Jesucristo entregó su vida por nosotros (1 Jn. 3:16-24). El apóstol Juan nos lleva en una pequeña progresión:

a)   La fuente del amor: La Persona perfecta (Cristo).

b)   El objeto de su amor: Las personas más indignas (tú y yo).

El sacrificio perfecto de Cristo es la esencia del amor. Él tomó nuestros trapos de inmundicia y nos vistió con sus prendas de justicia.[1] Renunció a su propia vida por el bien de los demás. No existe el amor fuera de una entrega total. Solo cuando entiendas el gran sacrificio de Cristo en tu lugar podrás entregar tu vida para amar a los demás. Su amor, su sacrificio por nosotros, es la fuente del amor que necesitas.

Vive en amor

Vivir en amor no es una obligación ni algo que se consigue por voluntad propia. ¡Es un resultado! Amar es un resultado de conocer el amor de Cristo. Tu amor refleja el impacto del amor de Cristo en ti. Si dices que eres un pintor, quiero ver tu brocha; si eres un pescador, muéstrame tu red; si eres un pastor, dime dónde está tu oveja; si eres un creyente, refleja el amor de Cristo a otros. Si declaras que amas a Dios y odias al que está próximo a ti, en automático ¡te conviertes en un mentiroso! (1 Jn. 4:20). No te engañes a ti mismo. El amor de Dios solo será verdadero en ti si es un reflejo del amor de Cristo hacia los demás.

Conclusión

Acude a Cristo todos los días, allí encontrarás el amor. En Él no solo encontrarás principios para amar. Cristo es el amor real encarnado. Su amor excede la muerte y la vida. Sobrepasa el abismo más profundo y alcanza la falta más alta (Rom. 8:24). Deja el camino del odio. Ven al amor de Dios que es en Cristo. Ven a Él las veces que sean necesarias. Solo entonces descubrirás lo que es amar a la luz de la obra de Cristo. ¿Amas a los demás o todavía no conoces el amor de Cristo?


[1] R.C. Sproul, El verbo se hizo carne: La Declaración Ligonier sobre Cristología (Stanford, FL: Ligonier Ministries, 2016), 3.


Josué Ramos es originario de Veracruz, México. Es el segundo en un hogar de cinco hermanos. Ama a su familia y disfruta predicar en la iglesia Ríos de Agua Viva. Josué graduó de la licenciatura de Contaduría Pública y actualmente estudia la licenciatura en Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas.