“¿Por qué sigo luchando contra el pecado si soy un cristiano verdadero?”

He perdido la cuenta de las veces que he escuchado esta pregunta. Puede ser un cristiano que lucha contra el pecado de la ira, de la lujuria, o que no ha podido salir de una fuerte depresión por varios días, meses o años.

Realidad 1: El cristiano verdadero lucha contra el pecado constantemente.

En Gálatas 5:17, leemos:

“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

Aunque nos gustaría decir que esto se refiere a un incrédulo que no tiene al Espíritu Santo, el contexto nos dice claramente que esta lucha es la realidad cotidiana del cristiano verdadero. Veamos el contexto:

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley(Gá. 5:16-18).

Todos luchamos. Aunque no nos guste e incluso lleguemos a dudar de nuestra salvación por nuestros fracasos constantes, Dios ya nos advirtió que la lucha sería constante.

Realidad 2: El cristiano lucha contra el pecado en el poder del Espíritu Santo.

La realidad es que el cristiano tiene que luchar. Algunos piensan que como uno llega a ser un cristiano por fe sin obras, entonces se debe de vivir la vida cristiana por fe sin esfuerzo humano. Dicen que la victoria que tenemos en Jesús implica una vida libre de luchas y fracasos. Insisten que es legalismo creer que uno tiene que esforzarse para vivir una vida cristiana. Pero la realidad es que un cristiano tiene que esforzarse para luchar contra el pecado.

El versículo 16 claramente está en modo imperativo:

“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.

Este versículo es un buen ejemplo de la utilidad de usar varias traducciones de la Biblia. En la versión Reina Valera 1960, parece que hay dos imperativos, pero solamente hay uno. Veamos la NBLH (versión que es muy parecida a la LBLA):

“Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne”.

No son dos imperativos, sino uno: “anden por el Espíritu”. ¿Qué nos dice, entonces, este versículo? Nos dice que si obedecemos al Espíritu Santo, en el poder que Él mismo nos da, no vamos ser controlados por los deseos pecaminosos.

Sin embargo, no es la única cosa que puedes ver al usar varias versiones de la Biblia. Un detalle importante, aunque no tan obvio, es la traducción de la palabra griega “telésēte”. La versión Reina Valera 1960 la traduce como “satisfagáis”. Es una buena traducción, pero puede ser mejorada. ¿Por qué? Primero, teológicamente, los deseos de la carne nunca son satisfechos. O sea, nunca encontraremos satisfacción en actos pecaminosos. Segundo, exegéticamente, la palabra exacta en griego no significa “satisfacer” sino “terminar o completar”. Para una lectura más clara, la Nueva Traducción Viviente nos brinda una explicación —interpretación— del texto:

“Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa”.

¿Qué aprendemos de este pasaje? Como cristianos, estamos en medio de una guerra contra los deseos de la carne, pero la victoria es posible por el Espíritu Santo. ¡Podemos ganar! Si obedecemos al Espíritu Santo, no seremos controlados por el pecado ni tendremos que sufrir las consecuencias del pecado —ni las temporales ni las eternas—. ¡Esta bendita realidad nos motiva a luchar la cruenta batalla contra nuestra carne!

En artículos posteriores, veremos otras realidades de la vida cristiana, tales como: es un maratón largo, incluye altibajos, es por fe activa en la promesa segura de victoria eterna, su motivación es amor y su efecto es constructivo no destructivo a la vida tanto del cristiano como a la vida de los que están a su alrededor.