Un virus invisible ha revolucionado al mundo. Existe temor tras el peligro inminente que está provocando la pandemia. La humanidad busca refugio en medio de la inestabilidad, los acontecimientos futuros nos llenan de incertidumbre y el corazón se agita tras las noticias alarmantes que amenazan al mundo con un contagio que se propaga de forma precipitada.

NUESTRO VERDADERO ENEMIGO

Aunque este acontecimiento es real y nos coloca en riesgo, No podemos dejar de lado que existe algo más grave que ha infectado a la humanidad y ha contaminado cada parte de nuestro interior.

Mientras nos alarmamos por la situación del COVID-19, somos tentados a olvidar que luchamos con un enemigo letal mucho más nocivo y destructor. Este aprovecha el momento en el que nos sentimos vulnerables para aparecer en escena sin ningún reparo, empleando sus tácticas maestras para apoderarse de nuestra mente y todo lo que tenga a su alcance.

Una vez que cautiva nuestros pensamientos, su objetivo es mantenernos en una condición de pánico y desesperación, pues eso le permite actuar con facilidad.

Planta la duda con el fin de que cuestionemos si lo que pasa a nuestro alrededor se está saliendo de control, siembra el temor y desea que nuestra atención se centre en las circunstancias a nuestro alrededor. Quiere que desconfiemos de la bondad de Aquel que sigue sentado en el trono.

¿Te suena esta táctica? Tal vez puedes recordar aquello que ocurrió en Génesis 3 cuando la serpiente dijo a Eva: “¿Con qué Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?”. Con esa pregunta inyectaba su dosis de duda. Así que no es nada nueva la manera en la que Satanás engaña. Él sigue interesado en distorsionar la imagen de Dios frente a nuestros ojos para que veamos solo lo que él quiere que veamos hasta llevarnos a la incredulidad.

Quizá durante este tiempo te has preguntado “¿Qué pasará si enfrentamos una crisis económica?”, “¿Y si esta enfermedad alcanza a uno de mi familia o a mí mismo?”, “¿Cuánto tiempo más seguirá la cuarentena?”, “¿Y si son insuficientes los servicios de salud?”, etc. Si tu mente te ha estado bombardeando con este tipo de pensamientos, entonces corres el riesgo de que ese veneno que ha ido penetrando lentamente deje paralizados tus sentidos y dejes de ver y palpar las bondades de nuestro gran Dios. Y puede ser que te parezca difícil comprender su carácter porque tu visión ha quedado borrosa.

NUESTRA VERDADERA ESPERANZA

Como creyentes, necesitamos constantemente ser recordados de la verdad de su Palabra porque olvidamos con facilidad su gracia inmerecida. Pues gracias a eso no hemos sido consumidos porque sus misericordias son nuevas cada mañana (Lam. 3:22). Dios está a cargo, Él gobierna, y tiene dominio sobre todo. Él es inmutable, aunque todo aquí parezca incierto. Él está cumpliendo su voluntad con un propósito y sabemos que su voluntad es siempre buena, agradable y perfecta (Ro. 12:2).

El amor de Dios, su bondad y poder no dependen de las circunstancias; sino que Él es así porque esos atributos corresponden a su carácter. Dios actúa con base en su carácter, independientemente de lo que tú puedas ver a tu alrededor.

No se nos ha prometido que no enfrentaremos tragedias, problemas o sufrimiento aquí en la tierra. Sin embargo, Dios sí nos promete que estará con nosotros en medio de la dificultad para mostrarnos su poder en nuestra debilidad; con el fin de acercarnos a Él y hacernos cada día más semejantes a su imagen. Él está más interesado en tu santificación que en tu bienestar y comodidad de este lado del sol.

Cuando las olas se agitan impetuosamente en medio de la tormenta, podemos experimentar su gracia, reconocer su soberanía y hallar descanso en Él. No permitas que el temor o la ansiedad empañen tu conocimiento acerca Dios.

CONCLUSIÓN

Me impresiona la perspectiva de Pablo que aun en la cárcel él podía decir: “para mí el vivir es Cristo y morir es ganancia” (Fil. 1:21). ¡Qué gran ejemplo de un hombre que vivía por fe, con los ojos puestos en lo eterno!

Puede ser que nuestras circunstancias aquí no mejoren. Tal vez se pongan más difíciles, pero elige centrar tu mirada en Él. Confía en que sea lo que sea que Él haga, lo usará para bien, para que su gloria sea manifestada.

Él es nuestro mayor bien. Escoge regocijarte en el Dios de tu salvación.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? […] Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro. 8:35-37).


Berenice Montes está casada con Luis Berlay, pastor de la Iglesia Bautista Genezareth en N. L., Mexico. Es madre de tres hijos: Timoteo, Pablo y Julio. Colabora en el ministerio de educación cristiana de la iglesia y participa activamente en el ministerio de mujeres. Es graduada de la Universidad Cristiana de Las Américas.