¡Navidad! Decoraciones, villancicos, regalos, comida, generosidad, gozo y amor. ¡Es el mejor tiempo del año! ¿Verdad?

¿O no?

Siendo sinceros, hay que reconocer que la Navidad es un tiempo de muchísimo egoísmo. Desde los parvulitos haciendo berrinches en las plazas comerciales hasta las esposas aplicando “la ley del hielo” a sus esposos por no comprarles lo que quieren; desde los padres que quieren que sus hijos luzcan más que otros niños en el programa navideño de la escuela, hasta las familias que dejan de ofrendar para poder comprar los regalos de Navidad… en lugar de ser una temporada de generosidad, se vuelve un tiempo de egoísmo.

Sin embargo, no somos la primera generación que sufre de este problema. Hay un patrón en los Evangelios que nos provee de una enseñanza interesante. Los judíos esperaban al Mesías. Lo habían esperado muchísimos años, de hecho. Pero, ¿qué sucedió cuando, por fin, llegó el Mesías? Casi cada vez que Jesús, el Mesías, hizo o dijo algo que demostraba su identidad, los judíos le resistían. Jesús hacía un milagro, y los fariseos querían matarlo (Jn. 11:38-53). Jesús predicaba la verdad, y los judíos lo llamaban blasfemo (Jn. 10:36-38). Jesús echaba fuera demonios, y le acusaban de hacerlo en el poder de Satanás (Mt. 12:22-24). ¡Le pedían señales después de haberle visto hacer señales! (Mt. 16:1-3). Incluso, le preguntaban quién era después de haberle escuchado decir quién era… (Jn. 10:24-26). ¡¿Qué les pasaba?!

Jesús no era el mesías que los judíos querían. Se negaban a aceptar la realidad. Querían otro mesías, un mesías hecho a su propia imagen.

Querían un rey, no un pobre bebé de una madre soltera nacido en un pesebre.

Querían un orador elegante, no un carpintero sencillo y humilde.

Querían un salvador político, no un Salvador espiritual.

Querían ser rescatados de Roma para vivir a su manera, no ser rescatados de sí mismos para vivir en santidad.

¿Y tú? Cuando piensas en la Navidad, cuando piensas en el plan que Dios puso en acción desde antes de la fundación del mundo, cuando contemplas la salvación, ¿piensas en el Mesías prometido o solo en un mesías?

Tú y yo también somos capaces de crear un mesías a nuestra propia imagen. Queremos ser salvos de las facturas y las deudas, de la suegra y el vecino, del ajetreo y el tráfico, y del frío y el cansancio; pero no reconocemos que nuestro mayor problema, del cual necesitamos ser salvos, es nuestro propio pecado. Yo necesito ser salva de mí misma. Tú necesitas ser salvo de ti mismo.

El Mesías que nació en ese pesebre, que murió en la cruz, y que resucitó al tercer día, es el Salvador que tú y yo necesitamos todos los días. Tienes que depositar tu fe exclusivamente en la vida perfecta que Jesús vivió por ti, y en la muerte sustitutoria que el murió por ti. Necesitas la salvación para entrar en una relación con Él, y necesitas al Salvador para seguir diariamente en esa relación. Solo el Mesías de la Biblia puede rescatarte de ti mismo todos los días.

¿Qué tipo de Mesías estás buscando? ¿Buscas ser salvo solamente de tus problemas? Si te encuentras continuamente frustrado con Dios, es posible que hayas hecho un mesías a tu propia imagen. ¿Crees que Él debe hacer ciertas cosas o darte ciertas cosas? El Mesías quiere darte mucho más de lo que puedes pedir. Quiere que le tengas a Él mismo.

Puede que te quite la salud para sanar tu corazón cuando le busques.

Puede que te quite la estabilidad económica para llenarte cuando le busques.

Puede que te quite tu reputación para darte su identidad.

Puede que te quite todo para mostrarte que Él es tu todo.

Busquemos al verdadero Mesías. Permitamos que sacuda nuestros prejuicios acerca de quién es y cómo obra. Esta Navidad, adoremos al Salvador por quién es Él en verdad y no por lo que queramos que sea o por lo que creamos que nos pueda dar.