Los años se van rápido, los meses pasan volando, las semanas nos rebasan, los días ni se sienten, las horas son fugaces, los minutos invisibles, los segundos perecen en cuanto nacen. Hablamos de pasado, presente y futuro, pero mientras hablo, respiro y me muevo todo va quedando en el pasado. Y cada instante podría ser una pérdida total o una inversión eternal.

Probablemente, has escuchado este versículo:

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).

Como creyentes, nuestro deseo debería ser vivir para la eternidad, usar nuestro tiempo sabiamente, pero ¿cómo es que se logra esto? Para contestar esta pregunta, analicemos el pasaje por partes.

I. EL MAESTRO DEL TIEMPO

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).

“Enséñanos” es una palabra dirigida al Maestro del tiempo: Dios, ya que solo Él puede darnos esa sabiduría. Nuestro Dios es eterno. Es el mismo ayer, hoy, y por los siglos de los siglos. En Él no hay mudanza ni sombra de variación (Stg. 1:17). Él es el principio y el fin, el Alfa y la Omega. Es el que es, el que era y el que ha de venir (Ap. 1:8). ¿Quién conocería mejor el tiempo que aquél que lo creó (Gn. 1:1)?

Los enfermos acuden al médico, pues es peligroso automedicarse. Los que tienen su auto descompuesto buscan al mecánico, pues no es sabio mover piezas sin tener conocimiento. ¿A quién acuden los que quieren aprender sobre el uso del tiempo? Moisés nos recuerda quién es el Maestro del tiempo.

II. EL MÉTODO DEL TIEMPO

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).

Existe un método exacto, preciso y perfecto para usar bien el tiempo. Por ello es que Pablo insta a los creyentes a vivir “aprovechando bien el tiempo porque los días son malos” (Ef. 5:16).

La Biblia deja en claro que el tiempo solo tiene valor cuando se consume en Dios:

“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Pr. 1:7).

“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud” (Ec. 12:1).

“Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:13).

Si Dios es el Maestro del tiempo y queremos aprender de Él, tenemos un solo lugar donde escuchar su instrucción: la Palabra de Dios.

“Hijo mío si recibieres mis palabras y mis mandamientos guardares dentro de ti, (…) Entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios.” (Pr. 2:1, 5).

Es un principio sencillo. Escucha a Dios, y aprenderás de Él. Lee tu Biblia, y conocerás la opinión de Dios. ¿En dónde vivir? ¿Por qué casarme? ¿Por qué entrar al ministerio? ¿Debo estudiar una carrera universitaria? ¿Cuáles deberían ser mis metas? ¿Cómo debo educar a mis hijos? ¿Qué motivaciones son incorrectas? La Palabra de Dios siempre tiene algo qué decir. Quizá no sea tan específico como tú quieras, pero Dios es el único Maestro que puede guiarte en cualquier área de tu vida, incluyendo el uso de tu tiempo.

Así que, cada decisión que tomes debería estar basada en un mandato o principio bíblico. ¿Quieres usar bien tu tiempo? Escucha al único Maestro del tiempo.

III. LA MEDIDA DEL TIEMPO

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).

Debemos aprender a vivir un día a la vez. Cada día ofrece una nueva oportunidad. Cada jornada nos marca un momento para evaluar. Un día es un espacio de tiempo fácil de examinar y aprovechar.

Hay quienes siempre están pensando en el futuro. Imaginan grandes proyectos, pero día a día no hacen nada para realizarlos. Entonces, muchos de esos planes solo quedan como sueños que nunca se materializaron. Sí, debemos hacer planes a futuro pensando en años, meses e incluso semanas, pero debemos enfocarnos en el día a día.

Cuando Dios quiso enseñarnos algo en relación al tiempo, con frecuencia lo fijó en días:

“Aprovechando bien el tiempo porque los días son malos” (Ef. 5:16).

“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que vengan los días malos…» (Ec. 12:1).

“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:34).

¿Quieres saber cómo está tu comunión con Dios? Piénsalo en días. No pienses cuántos días en el mes oraste, ni cuántas veces a la semana leíste tu Biblia. Piensa si ya oraste hoy. Lee tu Biblia hoy. Testifica hoy. Obedece al Señor hoy. Crece en santidad hoy, porque solo así reflejarás la gloria de Dios. Es bueno planear con meses, años y décadas de anticipación, pero debes enfocarte en el día de hoy.

IV. LA META DEL TIEMPO

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría(Sal. 90:12).

No hay otra razón para vivir la vida sino es para vivirla en sabiduría, pero ¿qué es la sabiduría? Un conocido pasaje nos brinda dirección:

“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Pr. 1:7).

La sabiduría tiene un fundamento: “el temor de Jehová”. Es decir, hacer la voluntad de Dios, entendiendo que Él merece obediencia. ¿Qué es lo contrario a ser sabio? Despreciar “la sabiduría y la enseñanza”. Si alguien quiere crecer en sabiduría tiene que aceptar que necesita aprender. Necesita instrucción y corrección.

El mundo dice que la vida es para disfrutarla, sentir placer y satisfacer cuanto deseo venga al corazón. Sin embargo, la Biblia nos llama a ser sabios. Nos llama a seguir la instrucción del Predicador:

“Alégrate joven en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia, y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ec. 11:9).

Todo nos es lícito, pero no todo nos conviene. En vez de ser una pérdida total, nuestras vidas pueden ser una inversión eternal. Debiéramos unirnos en oración a Moisés:

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).