Una declaración sorprendente

“¡Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra!” Estas palabras parecen ser algo arrogantes. Sin embargo, no son las palabras de Alejandro Magno, Julio César, el papa Inocencio III, Napoleón Bonaparte o Adolfo Hitler. Son las palabras de un humilde carpintero de Nazaret (Mt. 28:18). Y estas palabras no fueron proclamadas después de un gran triunfo militar, sino después de ser humillado, torturado y crucificado públicamente. La ironía es que su pueblo quería crucificarlo como revolucionario porque Él rehusó liderar una revolución. Los romanos no querían crucificarlo como revolucionario porque no le vieron como una amenaza pública, pero lo hicieron porque temían al pueblo revolucionario. ¿Cómo es que un hombre humilde podía proclamar victoria mundial después de ser cruelmente torturado y ejecutado como revolucionario? ¡Este hombre manso y humilde, proclamó estas palabras después de conquistar la misma muerte y, junto con la muerte, al príncipe del aire y al dios de este mundo: Satanás!

Misiones como conquista mundial

Cuando pensamos en misiones evangélicas, pensamos en sacrificio, pobreza y tal vez martirio, pero pocas veces pensamos en misiones como una conquista mundial. El arte de la iglesia medieval presenta a Cristo como Rey. Algunos de los obispos de Roma, como Julio II (conocido como el “papa guerrero”) conquistaron con armas tierras para su imperio político-religioso. Julio II tomó el nombre de porque su héroe era Julio Cesar. El Papa Julio II se vistió con una armadura de plata para liderar a sus ejércitos en sus conquistas militares.

Una conquista pacífica

Pero cuando Jesús dijo tener “todo poder en el cielo y en la tierra”, no hablaba de poder militar, como Julio Cesar o Julio II, sino de autoridad espiritual. El contexto de estas palabras es lo que los cristianos llamamos la Gran Comisión.

Las iglesias que predican la Biblia han crecido en los últimos siglos, no por su erudición teológica ni por su poder político, sino por su fervor evangelístico. El fervor evangelístico es uno de los factores principales que distinguen a los evangélicos de las iglesias históricamente protestantes como la luterana, reformada o presbiteriana.

Si regresamos a la iglesia de los tiempos apostólicos, antes de todas las divisiones posteriores, veremos que fue una iglesia sumamente expansionista, pero no a la manera del obispo romano, Julio II. Hechos 2 describe la expansión del poder de Jesús cuando narra que 3 mil y, después, 5 mil personas reconocieron a Jesús como su Rey y se sujetaron a Él públicamente por el bautismo. La vasta mayoría de estos nuevos creyentes vinieron de tierras lejanas y, después de un tiempo de enseñanza intensa, regresaron a sus países para conquistarlos para su nuevo Rey.

Estas personas siguieron dando su lealtad política a su patria y su lealtad religiosa a la sinagoga de donde habían venido. Pero, cuando la patria o la sinagoga les obligaban a negar a Jesús y Su autoridad, optaron por seguir a Jesús hasta la muerte en vez de negarle. En tales casos, en vez de levantar armas en contra de su patria o su sinagoga, levantaron su cruz para seguir a Jesús hasta la misma muerte.

Órdenes del Emperador Jesús

Jesús dio a sus apóstoles la gran comisión de conquistar el mundo para Él. Esta conquista mundial tiene cuatro pasos: (1) reconocer y sujetarse a la autoridad universal de Jesús, (2) hacer seguidores de Jesús a personas de todo el mundo, (3) bautizar a los seguidores de Jesús en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (un solo Dios en tres personas) y (4) enseñar a los seguidores de Jesús a vivir en todo aspecto como Jesús enseñó.

Jesús conquistó a Satanás, al pecado y a la muerte. Nosotros tenemos que proclamar su victoria al mundo. También tenemos que vivir su victoria en nuestras vidas y, así, enseñar a otros cómo ellos pueden también participar en esta victoria.

Sí, se puede

Parece imposible conquistar todo el mundo. Pero, hay una manera. El secreto está en las palabras de Jesús: “Haced discípulos”. Si diez mil iglesias ganan mil almas al Señor cada año, el mundo nunca será alcanzado. Pero si uno evangeliza y entrena a uno el primer año y, al siguiente año, ambos ganan y entrenan a uno cada uno. Si los cuatro siguen ganando y entrenando cuatro más, y este proceso sigue adelante, entonces, en 34 años, todo el mundo se habrá convertido. Obviamente, no todos van a aceptar y seguir a Jesús, pero Jesús instituyó el patrón de la multiplicación de discípulos que hacen más discípulos porque es la manera más eficaz de conquistar el mundo para Cristo.

En la práctica, el primer paso sería evangelizar no solamente a personas desconocidas, sino también a las personas que vemos todos los días. Se dice que el 85% de las personas en las iglesias hoy en día vinieron por causa de un amigo o un familiar. Cuando alguien muestra interés en conocer y seguir a Jesús, invertimos el tiempo necesario para enseñarles cómo leer su Biblia, cómo orar, cómo memorizar la Palabra, cómo vencer la tentación, cómo servir a cristianos y a no cristianos en el amor de Dios. Esto significa que nosotros mismos tenemos que practicar estas cosas para, así, enseñar a otros con nuestras vidas.

¿Cómo multiplicarse?

Busquemos amigos cristianos para fortalecernos mutuamente en el Señor y busquemos un amigo inconverso que tiene interés en conocer y seguir a Jesús. El trabajo será tardado. No habrá gloria para una sola persona, la que gana el “concurso” de ganar más almas que otros. La gloria será solamente para Dios porque cada cristiano, pastor y laico, estará haciendo lo mismo: haciendo un discípulo al año. El crecimiento será lento, pero puede ser que el crecimiento perdure y se auto-multiplique. Jesús conquistó todo el mundo. Ahora nos toca a nosotros invitar a otros a participar en Su reino y entrenarles para participar en la expansión de Su reino que se ha acercado.