“Vamos a orar”, dijo el pastor. Cerramos los ojos y comenzó la oración. Aunque tendría yo unos 13 años, recuerdo esta ocasión en particular por lo que sucedió a continuación. Mientras orábamos, entró al salón de reunión un congregante haciendo muchísimo ruido. Parece que intentaba guardar las llaves de su auto en su bolso al mismo tiempo que buscaba su asiento. Cuando finalmente encontró un lugar, se sentó y exhaló fuertemente. Todos, y me refiero a todos, nos percatamos de su llegada.

Terminó la oración, dijimos amén, y el pastor continuó: “Muchas gracias por habernos acompañado esta mañana, hermanos. Nos vemos la próxima semana”.

Sí. Había llegado a la oración final.

No sé por qué. No lo recuerdo, pero sospecho que quizá fue un cambio de horario. Normalmente llegaba a la reunión con el tiempo bien calculado para evitar toda la primera parte (las lecturas, los cantos, las oraciones) y llegar directo al sermón.

Sea que llegues regularmente temprano o tarde, déjame compartir contigo algunas razones por las cuales creo que deberías tomar muy en serio la reunión de adoración y procurar llegar por lo menos a tiempo, aunque mejor temprano.

1. Porque demuestra tus prioridades

Es cierto que en la cultura latina el tiempo parece medirse diferente. Por ejemplo, hay lugares en donde llegar tarde se considera una falta de respeto. El que llega tarde tiene que pagar por ello perdiéndose parte de la cena, de la conversación, o de la junta. Pero en algunos países latinoamericanos es al revés. Los que son castigados son los que llegan temprano, y el que llega tarde se ofende si no lo esperaron.

Pero seamos del país que seamos, la realidad es que cuando algo nos importa le damos el tiempo que merece. Si eres un aficionado al cine, te aseguro que procuras llegar antes de que comience la película porque entiendes la importancia que tienen los primeros cinco minutos en un filme. Si en tu trabajo te multan por llegar tarde, o te despiden al tercer retardo, te garantizo que pones tres alarmas por la mañana.

Lamentablemente la reunión del domingo en la iglesia puede convertirse en una reunión opcional en donde asisto o no asisto dependiendo de si dormí bien esa noche, si estoy cansado o no, si se me antoja hacer alguna otra cosa por la mañana, o si simplemente llegar temprano no me interesa.

Asistir a la congregación y hacerlo a tiempo demuestra que lo que es prioridad para Dios también lo es para mí.

La reunión de la iglesia es importante para Dios. Es verdad que la iglesia no es un lugar, y también es verdad que la Iglesia somos todos. ¡Pero esta es una terrible excusa para no asistir, o para llegar tarde! La palabra iglesia en el idioma original (ekklesia) tiene como significado primario: “reunión”, “asamblea”, o “congregación” (ver 1 Co. 1:2; 11:18; 14:35). Por ejemplo, el reconocido léxico de Louw & Nida define ekklesia como “una congregación de cristianos, en donde se implica una membresía que interactúa”.[1] En otras palabras, se espera de un cristiano que sea miembro de una iglesia local, en donde esté bajo un liderazgo bíblico (Fil. 1:1), en donde se predique la Palabra y se practiquen las ordenanzas. La iglesia es prioridad para Dios. Él mando a su Hijo a morir por ella (Ef. 5:25). Asistir a la congregación y hacerlo a tiempo demuestra que lo que es prioridad para Dios también lo es para mí.

2. Porque es una conversación con Dios

Siempre es incómodo llegar tarde a una conversación. Uno no sabe bien qué hacer, y normalmente permaneces en silencio por un tiempo mientras te ubicas sobre el tema del que se está hablando.

La mayoría de las reuniones de adoración dominicales están diseñadas bajo el principio del diálogo. Este principio, enfatizado en el tiempo de la Reforma, decía que el tiempo de adoración es un diálogo con Dios. Los pastores reformados diseñaban la liturgia como si fuera una conversación con Dios.

La reunión comienza con un llamado a adorar, en donde Dios nos llama por su Palabra y nosotros respondemos.

Las lecturas enfatizan que Dios nos habla.

Los himnos y cantos son nosotros hablándole a Él.

El sermón es Él hablándonos a nosotros.

La Comunión es un poco de ambas cosas.

La oración final es nosotros respondiendo a Dios.

No llegues tarde a la conversación entre el pueblo con su Dios. Sé parte desde el principio.

¿Lo ves? Es un diálogo. Es una conversación. Toda la reunión es importante, desde el principio hasta el final. Es un serio malentendido pensar que la predicación es “la parte importante”. ¡Todo lo es! Ministros: incluso podemos sin querer alentar este pensamiento cuando decimos que las lecturas y los cantos son la preparación para el sermón. De cierta manera eso es cierto, pero es mucho más que eso. Es adoración en sí. Es escuchar su Palabra y responder a ella.

No llegues tarde a la conversación entre el pueblo con su Dios. Sé parte desde el principio.

3. Porque es una exhortación bíblica

Algunos se ponen incómodos cuando hablamos de los mandatos o exhortaciones bíblicas. Es correcto tenerle temor al legalismo, pero es incorrecto huir de los imperativos bíblicos. Si entendemos correctamente el evangelio, nos daremos cuenta que Dios es el motor de nuestro actuar, tanto de los deseos como las acciones (Fil. 2:13), pero esta verdad no neutraliza nuestra responsabilidad humana (Fil. 2:14-15).

El autor de Hebreos claramente indica que reunirse con la iglesia debe ser nuestro hábito: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca” (He. 10:25).[2]

Una persona me dijo una vez que él venía solo esporádicamente a la congregación porque la Biblia decía que no debemos hacer una costumbre de reunirnos. Ese es un serio malentendido de la exhortación bíblica en Hebreos.

El pasaje es claro: debemos congregarnos habitualmente, continuamente. El autor de Hebreos está amonestando a algunos creyentes que habían hecho una costumbre de faltar a la iglesia. Esta amonestación sigue vigente.

Es cierto, el mandato es a congregarnos, no necesariamente a llegar a tiempo a la reunión. Quizá alguien diga: “Yo siempre voy. Aunque llego tarde, ¡voy!”. Permítame sugerir que llegar a tiempo es un corolario razonable del mandato bíblico. Me cuesta mucho pensar que el autor de Hebreos considerara llegar tarde como una buena costumbre. Tendremos que dejar eso a la conciencia de cada quien, pero vale la pena meditarlo.

Pequeños cambios, gran diferencia

Si batallas con llegar tarde, pregúntate qué debes hacer específicamente para que no se repita. Normalmente solo debes hacer pequeños cambios que hacen una gran diferencia. Déjame te doy algunos consejos prácticos:

No te acuestes tarde el sábado por la noche. La reunión del domingo debe ser tu prioridad, y desvelarte hará que estés cansado durante la reunión.

Pon tu alarma. El domingo no es el día para levantarse tarde. Pon tu alarma con suficiente tiempo. Pasa un tiempo orando por la mañana. Desayuna algo. Sal hacia la congregación con tiempo de sobra.

Haz un plan. Si siempre llegas 15 minutos tarde, tienes que salir 15 minutos antes de lo que normalmente lo haces. Así de sencillo. Es un cambio pequeño. Hará una gran diferencia. Puedes hacerlo.

Planifica descansar… después. El domingo es un día de reposo. No tiene que ser solamente un reposo espiritual. También puede ser físico. Haz un plan para descansar durante la tarde. Pasa tiempo con tu familia. ¡Disfruta el domingo!

A veces llegar tarde es inevitable. Hay cosas que pasan. Imprevistos. Pero ten cuidado de que se haga una costumbre. Reunirnos con la iglesia de Jesucristo es uno de los grandes privilegios del creyente. Recuerda que no hay iglesia perfecta. Deja de buscarla. A pesar de las imperfecciones que toda iglesia tiene, reunámonos a escuchar la Palabra, a hablar con Dios, y a exhortarnos unos a otros.


[1] Louw, Johannes P. and Eugene A. Nida, eds. Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains (New York: United Bible Societies, 1989), 126. Por cierto, Louw y Nida advierten sobre el popular significado de que ekklesía significa “los llamados fuera”, el cual está basado en una falacia semántica, y debe evitarse. Para una discusión profunda sobre el significado de esta palabra, ver Bauer, W., F. W. Danker, W. F. Arndt, and F. W. Gingrich, eds. A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Chicago: University of Chicago Press, 2000), p. 303.

[2] El participio griego, egkataleipontes, es un participio de hábito. Ver Daniel B. Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics (Zondervan), p. 522. La palabra parece tener cierta fuerza imperativa.


Publicado originalmente en Coalición por el Evangelio. Este artículo ha sido usado con permiso.