Recientemente, alguien me sorprendió al comentarme que él y su novia estaban “tomándose un tiempo”. Cuando pregunté qué había sucedido, me dijo que habían discutido sobre si los métodos anticonceptivos eran válidos para el creyente. Después de una fuerte discusión donde no pudieron llegar a un acuerdo, la reacción inmediata fue “tomarse un tiempo”.

Cuando me pidió consejo, le recomendé que investigaran el tema juntos: que estudiaran pasajes bíblicos, que leyeran artículos, y que consultaran con otros matrimonios cristianos. Además, le sugerí que los dos estudiaran material que defendiera ambos lados del tema. Gracias a Dios, pudieron superar el desacuerdo y su relación siguió adelante.

¿Experimentas desacuerdos en tu matrimonio? Seguro que sí. Algunos desacuerdos se centran en temas espirituales. Otros en cosas de la vida diaria. Sea como sea, todos enfrentamos desacuerdos con nuestro cónyuge. Y muchas veces no sabemos cómo resolverlos.

Algunos intentan ignorar los desacuerdos. Otros aprenden a manipular a su cónyuge. Otros usan su personalidad fuerte para intimidar y salirse con la suya.

Tristemente, estas “soluciones” solo siembran semillas de amargura que brotarán en desacuerdos mayores en el futuro.

Entonces, ¿cómo podemos resolver nuestros desacuerdos matrimoniales? Te comparto cinco sencillos pasos que te pueden ayudar.

  1. Reconoce tu orgullo

En mi matrimonio, he notado que los conflictos casi siempre vienen por causa de mi orgullo. A veces él me lleva a imponer mis propios deseos u opiniones. Aun en las ocasiones cuando el orgullo de mi esposa inicia el conflicto, mi orgullo se despierta y se rehúsa a responder con humildad. Mi respuesta orgullosa provoca que pequeños desacuerdos se conviertan en grandes problemas. Proverbios nos asegura que el orgullo tiene como fin el conflicto (Pr. 13:10; 28:25).

Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no reconozco que yo soy orgulloso, y que mi orgullo contribuye al conflicto.

Si quiero resolver los problemas en mi matrimonio, debo someterme a las Escrituras.

  1. Acepta que tu punto de vista no es el único válido

Como resultado de nuestro orgullo, no queremos aceptar la opinión de los demás. Nuestro egocentrismo nos ciega a ver la situación desde la perspectiva de otras personas (Pr. 12:15; 21:2). Solamente podemos ver los argumentos que apoyan nuestra postura.

Curiosamente, esta actitud se puede agravar cuando se trata de un tema bíblico. Estamos convencidos de que sabemos lo que la Biblia enseña y de que tenemos la razón. Sin embargo, el lado contrario casi siempre tiene argumentos válidos que lo respaldan también. Si no fuera así, cristianos inteligentes que genuinamente aman a Dios no defenderían esa otra postura.

En mi experiencia, encuentro que los matrimonios más conflictivos tienen por lo menos una persona que rehúsa reconocer la validez de las opiniones contrarias. Un matrimonio con alguien así no tiene muchas esperanzas (Pr. 26:12).

Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no soy capaz de aceptar que no siempre tengo la razón.

  1. Estudia el tema con tu cónyuge

Para resolver los desacuerdos, hace falta mucha comunicación, pero no de cualquier tipo. A veces los matrimonios hablan mucho del tema, pero solo para reiterar su opinión personal e intentar convencer a su cónyuge. Esta clase de comunicación causará que uno de los dos finalmente ceda, aunque lo hará con resentimiento y solo porque ya no quiere discutir más. En ese momento, se acaba el pleito, pero el desacuerdo no se ha resuelto.

¿Cuál es la solución real? Los esposos deben estudiar el tema con una actitud de humildad y amor.

Si el tema es bíblico o teológico, pueden estudiar pasajes bíblicos que toquen el tema. Pueden leer juntos artículos o libros para descubrir lo que dice la Palabra de Dios.

Si el tema es práctico, pueden investigar, leer artículos y libros, o preguntar a otras personas. Pueden discutir amablemente los pros y los contras de cada postura.

En cualquier caso, es importante estudiar los dos lados del argumento. El objetivo del estudio no es amontonar el mayor número de opiniones que apoyen la nuestra para obligar a nuestro cónyuge a ceder. El objetivo es entender y valorar la postura de nuestro cónyuge. Con la actitud correcta, en la gran mayoría de los casos, podremos llegar a un acuerdo.

Muchas veces insistimos tanto en lo que queremos que sacrificamos lo que realmente deseamos: una relación matrimonial armoniosa.

Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no soy capaz de estudiar honestamente el tema con mi cónyuge.

  1. Sométete a la enseñanza bíblica

Al estudiar el desacuerdo, quizá encontremos que la Biblia habla específicamente al respecto. Quizá existan mandamientos bíblicos que nos dicen cómo debemos actuar. En otras ocasiones, no existirán mandamientos claros, pero sí encontraremos principios que deben guiar nuestro comportamiento. Cuando es así, no nos queda otra opción: tenemos que someternos a la enseñanza bíblica. Al estudiar la Biblia y someternos a ella como matrimonio, fortalecemos nuestra relación.

Sin embargo, en ocasiones, es posible que nuestro cónyuge no quiera someterse a la enseñanza bíblica. ¿Qué hacemos? Si la instrucción bíblica es clara, tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres, aun cuando nuestro cónyuge no esté de acuerdo. En estos casos aislados, debemos evitar una actitud contenciosa y mostrar amor al someternos a la Biblia. Si quiero resolver los problemas en mi matrimonio, debo someterme a las Escrituras.

Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no soy capaz de someterme a las Escrituras.

Aun cuando seguimos los primeros cuatro pasos, no siempre será posible llegar a un acuerdo. ¿Qué hacemos cuando esto suceda?

  1. Somete tus deseos y opiniones a los de tu cónyuge

En muchos de los desacuerdos, no existe un claro mandato bíblico a seguir. Los desacuerdos suelen ser sobre preferencias personales. En algunos casos será posible llegar a un acuerdo mutuo. Es decir, los dos lados tendrán que ceder un poco y llegar a un acuerdo. Esto requerirá humildad y amor de las dos partes.

Sin embargo, en otros casos, esto no será posible. En esta situación, solo queda una opción. Cuando resulta imposible llegar a un acuerdo, uno de los cónyuges tendrá que someter sus deseos y opiniones a los del otro (Fil. 2:3-4).

Esto no significa que tienes que adoptar la opinión de tu cónyuge por imposición, sino que dejes de insistir en la tuya y permitir que se haga lo que tu cónyuge desea. Esta sumisión humilde no brota de manera natural en nosotros. Desde el huerto del Edén, hemos insistido en tener las cosas a nuestra manera. Solo la obra de Cristo en nuestro corazón hace posible esta clase de sumisión voluntaria. Entendiendo esto, Pablo inmediatamente nos dirige a meditar profundamente en el ejemplo de Cristo (Fil. 2:5-11).

En el contexto matrimonial, cuando usamos la palabra sumisión, algunos inmediatamente pensarán que la mujer siempre tendrá que ceder ante las opiniones o preferencias de su esposo, pero no siempre es así. Pablo sí manda que la esposa se someta bíblicamente a su esposo (Ef. 5:22), pero Pablo también instruye a los dos a someterse el uno al otro (Ef. 5:21). Aunque es la cabeza del hogar, el esposo debería ser el líder en evidenciar esta clase de amor abnegado hacia su esposa siempre que sea posible (Ef. 5:25, 28).

Este último paso es difícil. Todo tipo de objeciones y protestas brotan en nuestra mente. Nos cuesta someter nuestros deseos y opiniones.

¿Por qué nos cuesta tanto? Más allá de que somos pecadores, es porque pensamos que seremos más felices si tenemos lo que queremos. Muchas veces, en el fragor de la batalla, insistimos tanto en lo que queremos que sacrificamos lo que realmente deseamos: una relación matrimonial armoniosa.

Cristo trae paz, armonía, y reconciliación a nuestras vidas, no solamente en nuestra relación con Dios, sino también en la relación matrimonial.

Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no estoy dispuesto a someterme voluntariamente a los deseos y a las opiniones de mi cónyuge.

La carta de Efesios enfatiza que Dios está reconciliando todas las cosas en Cristo para su gloria (Ef. 1:19). Cristo trae paz, armonía, y reconciliación a nuestras vidas, no solo en nuestra relación con Dios, sino en todos los ámbitos, incluyendo la relación matrimonial. Esto significa que el matrimonio cristiano debe ser caracterizado por paz, armonía, y reconciliación.

Tristemente, muchos matrimonios evidencian amargura, enojo, ira, y gritería (Ef. 4:31). Es por eso que estos cinco pasos te pueden ayudar a resolver los desacuerdos y honrar mejor al Señor junto a tu cónyuge.


Este artículo fue publicado en Coalición por el Evangelio.