¿Soy salvo? Esta duda azota a muchas personas. Como pastor, me ha sido interesante notar que hay dos extremos. Algunas personas evidencian una desmedida confianza en su salvación, a pesar de una falta de fruto en su vida. Están seguras de que son salvas porque alguna vez oraron, porque crecieron en la iglesia, o porque simplemente están seguras de que lo son. Otras personas viven dudando de su salvación cada vez que cometen el más mínimo pecado. Se flagelan emocionalmente porque piensan que un genuino hijo de Dios nunca peca (algo que es evidentemente falso; ver 1 Jn. 1:8–2:2).

Sea como sea, la duda aflige a muchos hijos de Dios. Tristemente, he notado que muchos buscan su seguridad en una serie de actividades. Piensan que leer la Biblia, orar y otras actividades son garantía de su salvación. Pero ¿sabes que estas buenas actividades pudieran indicar que no eres salvo? Veamos cómo puede ser esto.

Puede que no seas salvo si…

1. Lees tu Biblia

Algunos leen su Biblia por obligación, creyendo que su lectura les ganará el favor de Dios. Al leer todos los días se sienten buenos creyentes. En vez de confiar en la obra de Cristo y la posición que Dios les da en Cristo, creen que su lectura bíblica garantizará el favor y la bendición de Dios. En su corazón no existe un deleite en lo que leen. Solo cumplen con una exigencia religiosa. Sí, la lectura bíblica debe ser parte de la rutina diaria del creyente (Sal. 1:2), pero debe ser motivada por un genuino amor por Dios. Jesús reprochó a los fariseos porque escudriñaban las Escrituras (Jn. 5:39). ¡Eran hijos del diablo aunque leían la Palabra mucho más que los demás! (Jn. 8:44). No todo el que lee su Biblia es verdaderamente salvo.

Si lees tu Biblia por obligación o para ganarte el favor de Dios, no tienes una fe genuina.  

2. Oras

La oración es un privilegio del verdadero hijo de Dios. Puede entrar a la presencia de su Padre y pedir todo lo que quiera, sabiendo que su Padre lo oirá (Jn. 15:16; 1 Jn. 5:14). Este increíble privilegio inspira a muchas personas a orar. Algunas incluso oran mucho, pero no son hijos de Dios (Mt. 6:7). Algunos usan sus muchas oraciones para tapar sus muchos pecados secretos. Pero Dios no oye este tipo de oraciones (Sal. 66:18). ¿Qué caracteriza a las oraciones de una persona que no es salva? El egoísmo. Ora, pero solamente para gastar en sus propios deleites (Stg. 4:3).

Si solamente oras por cosas terrenales, no tienes una fe genuina.

3. Asistes a la iglesia

La Palabra manda que el hijo de Dios se congregue (He. 10:25). Cada domingo, millones de feligreses llenan las bancas de iglesias alrededor del mundo. Pero la asistencia no garantiza su fe genuina. Hay personas que entran en una especie de coma mental cuando inicia la predicación. Están físicamente en el auditorio, pero su mente está completamente desactivada. Otras personas escuchan con atención, pero nunca ponen en práctica lo que escuchan (Stg. 1:22). En los días de Jesús, muchas personas se reunían para deleitarse en sus enseñanzas, pero Jesús señaló su deficiencia: lo llamaban “Señor, Señor”, pero no hacían lo que les decía (Lc. 6:46).

Si vas a la iglesia, pero no escuchas con atención o no practicas lo que escuchas, no tienes una fe genuina.

4. Evangelizas

Entre las últimas palabras que Jesús habló a sus discípulos se encuentra la Gran Comisión (Mt. 28:18-20). Predicar el evangelio a las personas perdidas representa una de las obligaciones más grandes del cristiano. Haber recibido el regalo de la gracia de Dios motiva al hijo de Dios a compartir el Evangelio con el inconverso. Tristemente, hay muchos que solamente comparten el Evangelio cuando alguien le pregunta si es “hermano”. En esa situación, con mucha vergüenza, la persona da una breve explicación de lo que cree y cambia de tema lo más rápido posible. Están muy lejos del fervor del apóstol Pablo, que no se avergonzaba del Evangelio porque sabía que es poder de Dios para salvación (Ro. 1:16). ¡Ay de nosotros si no predicamos el evangelio (1 Co. 9:16)!

Si evangelizas por obligación y con mucha vergüenza, no tienes una fe genuina. 

5. Sirves en la iglesia

El servicio abnegado describe al hijo de Dios. El servicio radical de Cristo (Fil. 2:5-8) motiva a los creyentes a servirse en amor (Gá. 5:13). Pero el servicio radical tampoco es evidencia irrefutable de una salvación genuina. Algunas personas entregan sus vidas para servir a los demás (1 Co. 13:3), pero lo hacen para ser vistos por los demás (Mt. 6:2) o para ganar mérito delante de Dios. No son motivados por su amor a Dios y su amor por los demás. Por muy extremo que sea, este servicio no sirve de nada.

Si sirves en la iglesia para ser visto por otros o ganar mérito delante de Dios, no tienes una fe genuina.  

El equilibrio

Cuidado con mirar a tus obras para encontrar seguridad de salvación. Las obras pueden encubrir un corazón perverso. Sí, debemos dar fruto, pues afirmar que poseemos una fe sincera no es suficiente. Una fe genuina debe producir cambio en nuestro actuar (Stg. 2:17), pero un cambio en nuestras acciones no es garantía de salvación.

Una persona salva tiene una fe que mira a Cristo, un corazón que ama a Dios y una voluntad que se deleita en practicar los mandamientos de Dios. Cuidado con tener una vista superficial de tu condición espiritual. 

Conclusión

Una persona que es genuinamente salva lee su Biblia con deleite, como un niño anhela su leche, porque ahí escucha la voz de su Padre; disfruta acudir a la presencia de su Padre celestial para pedir las cosas que están de acuerdo a la voluntad de su Padre y para su gloria; prefiere un día en los atrios de Jehová que mil fuera de ellos porque allí recibe la instrucción que luego obedece en su vida diaria; gozosamente comparte el Evangelio porque sabe que ha recibido el favor inmerecido de la salvación y desea que otros también lo tengan; y sirve abnegadamente porque Cristo le sirvió a él, no para ser visto de los hombres sino para dar gloria a Dios.

Estas cosas caracterizan al verdadero hijo de Dios. No es perfecto, pero está creciendo en estas actitudes y acciones. ¿Tienes una fe genuina?