Un amigo me hizo una pregunta: ¿cuándo es el momento para dejar una iglesia? Me comentó que el pastor de su iglesia estaba pecando contra varios miembros. No era un problema moral, sino un problema de carácter. El pastor solía manifestarlo en prácticas y actitudes incorrectas hacia miembros de su congregación.[1]

Esta situación es común en muchas iglesias donde tienen un solo pastor. En algunas iglesias así, el pastor es considerado “el ungido de Dios”. Entonces, los miembros de la iglesia son entrenados a nunca cuestionar ni señalar algún error del pastor. Algunos de estos pastores contribuyen a esta insalubre perspectiva con actitudes soberbias, usando el púlpito para agredir a las ovejas que tienen la osadía de cuestionarlos.

¿Cuál debe ser la reacción del miembro de alguna iglesia cuando detecta pecado en la vida del pastor? Muchos optaríamos por simplemente retirarnos de la iglesia, pero esa no es siempre la mejor decisión. A veces Dios quiere que sigamos otra trayectoria, más difícil e incómoda, pero mejor. ¿Por qué? Porque puede terminar resultando para su gloria y la mayor santificación de la iglesia (e incluso del pastor).

Estos son los conceptos que le sugerí a mi amigo para ayudarle a tomar una decisión bíblica.

1. Aguanta lo más posible con paciencia y perdón.

Lucha por aguantar con un espíritu de paciencia y perdón, intentando sobrellevar las ofensas de otros con espíritu de amor.

Tu naturaleza humana puede llevarte a reaccionar de manera exagerada ante las ofensas de otros, especialmente de un pastor. Por ello, lucha por aguantar con un espíritu de paciencia y perdón, intentando sobrellevar las ofensas de otros con espíritu de amor. Ningún ser humano es perfecto, y el amor debe cubrir una multitud de pecados (1 Pe. 4:8).

2. Asegúrate de que es una instancia de pecado notorio.

Si el pecado es tan grave que no se puede cubrir con amor, asegúrate de que sea evidente y no un tema de interpretación personal, de malos entendidos, o de chismes. En el caso de un pastor, la Biblia enseña que no debe admitirse una acusación sino con dos o tres testigos (1 Ti. 5:19).

3. Conversa con todas las partes involucradas.

Si el pecado no es directamente contra ti, es necesario tener comunicación abierta con todas las personas involucradas. A veces es fácil reaccionar después de hablar con solo una de las partes y escuchar su versión de la historia. Pero como sabemos, siempre hay dos lados a toda historia (Pr. 18:13). A veces lo que parece tan evidente después de hablar con una persona toma tintes totalmente diferentes después de hablar con la otra.

4. Sigue los primeros dos pasos de Mateo 18:15-20.

Este pasaje indica que primero debes ir a conversar con la persona que pecó. En Gálatas 6:1-2, el apóstol Pablo instruye sobre cómo se realiza la confrontación: de manera compasiva, humilde, y mansa. El apóstol advierte a considerarte a ti mismo primero, porque el orgullo y la prepotencia son inherentes en el proceso de confrontación. Si el pastor pecador rehúsa arrepentirse, entonces debes llevar a uno o dos más para tratar el tema. Esto es incómodo por la posición pastoral del hermano en pecado, pero no debes olvidar que él también es nuestro hermano en Cristo. Dios no quiere que su pecado le estorbe ni lo haga alejarse de Dios (Mt. 18:14). Quiere que ganemos a nuestro hermano (Mt. 18:15).

En la mayoría de los casos de pecado en la iglesia, lo natural sería llevar al pastor para confrontar a un hermano. Pero si solo hay un pastor, y él es quien está en pecado, tendrás que llevar a otros líderes de la iglesia. Las conversaciones previas con estos líderes pueden ser beneficiosas. Te permitirán escuchar su opinión sobre lo que sucede y detectar si la situación es de carácter personal. Si ellos no lo ven como un asunto grave, quizá es solo una reacción tuya. También, estas conversaciones permitirán que puedas escuchar su opinión sobre cómo proceder. Tristemente, hay situaciones donde los demás líderes no estarán dispuestos a confrontar el pecado. Puede que sea porque son tan leales al pastor que están dispuestos a esconder su pecado, que crean que no tienen la autoridad de confrontar al pastor, o que simplemente tengan miedo.

5. Ofrece tiempo para el arrepentimiento.

Antes de tomar alguna decisión sobre el siguiente paso, permite que pase algo de tiempo donde el Espíritu Santo pueda obrar y el hermano pueda arrepentirse. El pastor también es humano. Se equivoca. Comete pecado. Y necesita la obra de Dios en su vida. Dale el tiempo que necesita, así como tú también has llegado a necesitar tiempo.

6. Lleva el caso a la iglesia.

Mateo 18:17 indica que el siguiente paso es llevarlo a la iglesia. A veces creemos que el pastor es la máxima autoridad de la iglesia, pero no es así. Cristo es la cabeza de la Iglesia y gobierna su Iglesia mediante su Palabra.

Cuando el pastor peca gravemente o enseña otro evangelio, la congregación tiene la responsabilidad de remover al pastor. En este caso se necesita mucha sabiduría, especialmente si los demás líderes no están dispuestos a actuar (incluso cuando el pecado es obvio). Ora mucho, pide consejo de otros pastores, y asegúrate de no dividir a la iglesia innecesariamente, pues Dios abomina al que crea divisiones entre los hermanos (Pr. 6:19). Navegar estas aguas turbulentas requiere mucha sabiduría.

7. Renuncia a tu membresía en la iglesia.

Cuando es obvio que el pastor no se va a arrepentir y que no hay posibilidad de removerlo porque los demás líderes, o la congregación, no están dispuestos a removerlo del pastorado, entonces ha llegado el momento para dejar la iglesia. Pero debes estar seguro de que has seguido los pasos bíblicos en cada momento, aunque el pecado sea obvio y grave. Si has buscado resolver la situación bíblicamente —por medio de la paciencia, conversar con todas las partes, y confrontar con compasión y mansedumbre (Gá. 6:1-2)— y no hay resultados positivos, entonces quizá sea el momento de dejar la iglesia. Y por supuesto, ¡busca unirte a otra iglesia sana lo más pronto posible!

8. En todo el proceso, evidencia el fruto del Espíritu.

Aun cuando el pastor esté en pecado grave y actúe con orgullo y prepotencia, debes reflejar el amor, la paz, la mansedumbre, y la templanza que caracterizan al Espíritu.

Tu engañoso corazón puede llevarte a reaccionar contra el pecado del pastor con actitudes y acciones pecaminosas. Pero responder al pecado del pastor con más pecado no es la solución. Aun cuando el pastor esté en pecado grave y actúe con orgullo y prepotencia, debes reflejar el amor, la paz, la mansedumbre, y la templanza que caracterizan al Espíritu (Gá. 5:22-23). Eso no quiere decir que ignores el pecado. Actúa firme y bíblicamente pero con las actitudes que la Biblia promueve.

En este proceso, recuerda que Dios quiere desarrollar la semejanza de Cristo en tu vida y en la vida del pastor. Que sea pastor no significa que sea perfectamente santo. Tanto tú como él están en un proceso de santificación progresiva. La compasiva confrontación puede ser la herramienta que Dios desea usar para lograr sus propósitos y hacerle un mejor cristiano y pastor.

No hay nada que Satanás disfrute más que derribar a los pastores y dividir a las iglesias. Tristemente, estas situaciones suceden en un mundo caído. Pero puedes glorificar a Dios actuando sabiamente y reflejando el carácter de Cristo en medio de una situación complicadísima. Sí, sería mucho más fácil simplemente dejar la iglesia. Pero seguir el proceso bíblico requiere estar dispuesto a transitar por un largo y difícil proceso de confrontación compasiva y paciente. A pesar de la dificultad, es la estrategia establecida por Dios para restaurar al pecador y glorificar su nombre.


[1] Si es una situación de pecado moral, la respuesta de la iglesia debería ser obvia y contundente, buscando remover al pastor de la iglesia de inmediato (1 Ti. 3:2). Sin embargo, aun en esas situaciones, muchos de los pasos mencionados aquí son aplicables: asegurarse de que el pecado es evidente y demostrable, reflejar el fruto del Espíritu, buscar la restauración, etc.


Este artículo se publicó originalmente en Coalición por el Evangelio. Usado con permiso.