Me alegra tanto que estés a punto de concluir la preparatoria. Estás tan cerca de concluir una etapa más en tu vida que apenas puedo imaginarme lo emocionada que estás. Pero también sé que puedes estar aterrada.

¿Ya sabes qué estudiar?

Sé que esta pregunta te aterra porque implica demasiado:

  • ¿Dónde estudiar? ¿Lejos o cerca de casa?
  • Si hay algo que te está llevando lejos de casa, ¿eso es lo más importante?
  • ¿Qué piensan tus padres?
  • ¿Qué harás después de estudiar?
  • ¿Vas a ejercer esa carrera si te casas después?
  • ¿Qué es lo que Dios quiere?

Wow… tantas preguntas… al final, sabes que la última es la más importante, ¿no es cierto?

El hecho de que quieras hacer lo que Dios quiere debe liberarte. La Biblia dice que te deleites en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón (Sal. 37:4). ¿Por qué puede ser así? Porque el siguiente texto dice: “Encomienda a Jehová tu camino y confía en Él y Él hará”. Cuando tu corazón esté sujeto al suyo, tus deseos serán conformes a lo que Él quiere.

Aun así, es sabio considerar los demás aspectos. Por eso, quiero animarte a considerar tres preguntas en particular.

1. ¿Para qué eres buena?

Una de las desventajas que tienen chicas como tú es que son muy talentosas. Eso te crea más confusión porque escuchas cosas como “¡Eres buena para las ciencias! ¿Por qué no estudias una ingeniería?”, “¡Qué bien te desenvuelves con la gente! ¿Has pensado en estudiar comunicaciones?”, “Eres muy servicial, seguro puedes ser doctora o recursos humanos”, o “Eres buena para todo, haz lo que quieras, ¡verás que te va a ir bien!”. Por tu mente, pasan pensamientos de fracaso o, incluso, de la decepción de estudiar algo que no te guste.

Así que, en primer lugar, te animo a visualizar por escrito escribir para qué eres buena.

Dios te dio cada una de las habilidades que tienes (1 Co. 12:11). De hecho, Dios te las dio porque tiene distintos ministerios que suplir (1 Co. 12:4-6), por lo que tú eres perfecta para una labor (o varias). Imagina que Dios te ha dado una caja de herramientas y, entre más dones te ha dado, más herramientas tienes para trabajar. Sin embargo, debes recordar que esos dones Dios te los dio para el provecho de la iglesia (1 Co. 12:7; 14:12). Eso no significa que debas hacer todo dentro del edificio donde se reúne tu iglesia. Se refiere a que nuestra labor no es para nosotros mismos, sino para el beneficio del cuerpo de Cristo. Nosotros no trabajamos con fines egoístas sino para servirle. Recuerda que aun Pablo vendía tiendas. Así que, Dios te ha dado un número determinado de talentos y te va a pedir cuentas al respecto (Mt. 25:14-30).

2. ¿Qué piensan tus padres?

Dios te ha dado la bendición de tener padres que te acercan a Cristo y te dirigen conforme a la Palabra de Dios. Por eso es importante que escuches su consejo. Pero, aun si ellos no fueran cristianos, la Biblia te demanda que los honres (Ef. 6:1-3). Dios nos llama a escuchar la instrucción de nuestro padre y no menospreciar la dirección de nuestra madre (Pr. 1:8). Sé que no te debo explicar mucho al respecto. Sin embargo, quiero que sepas que tú eres una flecha en sus manos (Sal. 127:4). Durante toda tu vida, su intención ha sido dirigirte por lo que ellos creen que es mejor. No temas escucharlos.

Sin duda, Dios demanda de ti algo distinto a lo que espera de tus padres. Eres una persona distinta con características y dones distintos. No tienes que ser la copia de tu papá o de tu mamá. Debes ser la copia de Cristo (Ef. 5:1). Si ellos han sido un ejemplo para ti, no dudes en imitar lo bueno (Fil. 3:17; 1 Co. 11:1). Es cierto que a veces no te pedirán algo que la Biblia requiere precisamente, pero eso no te exime de escuchar con atención y, en ocasiones, rendir tus planes para obedecerles. (Siempre que no te pidan hacer algo en contra de lo que dice la Biblia).

3. ¿Dónde te quiere Dios hoy?

A veces pensamos que sería más fácil tener un mapa que nos diga cuál es la siguiente parada. Sin embargo, la vida del pueblo de Israel nos demuestra que aun si Dios nos dijera hasta el más mínimo detalle de cómo hacer las cosas no podríamos hacerlo bien. Por otro lado, Abraham es el ejemplo perfecto de un hombre que, sin tener la ley que Israel tuvo, cumplió todo lo que Dios estableció para él (Gn. 26:3). A veces eso significa esperar (¡Abraham esperó mucho para tener un hijo!). Otras veces significa gozar grandes éxitos, como cuando él y sus 300 conquistaron varias ciudades (Gn. 13-14). Algunas veces, también representa sufrir la crisis.

Así que no te impacientes por el futuro. Dios hace las cosas a su tiempo (Ec. 3:9-11). Mientras tanto, disfruta de las cosas simples de la vida y de este momento en especial (Ec. 3:12-13). Trabaja lo mejor que puedas en lo que Dios te ha dado en el presente (Ec. 9:10), siempre recordando que Él te lo da y a Él darás cuenta (Ec. 11:9-10; 12:1, 13). Espera la crisis y la prueba porque el Señor perfeccionará su obra en ti (Stg. 1:2-4; Fil. 1:6).

No se trata de puertas abiertas o cerradas —¡o ni siquiera forzadas!—, sino de que hagas lo que Dios quiere hoy. Así que “encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados (Pr. 16:3)”.

Estaré orando por ti.