¿Puedes vivir sin tu celular?

Yo pienso que sí, en teoría… tal vez. Es decir, si en realidad lo intentara, definitivamente sí.

Ahora, obviamente puedo, literalmente, vivir sin mi celular, pero en términos de conveniencia, acceso a la información, y productividad, el celular ha demostrado ser una tecnología que ha cambiado las cosas para mí. Con la respuesta a cualquier pregunta justo en la punta de mis dedos, aplicaciones para toda situación posible, y la continua adición de nuevas funciones y aplicaciones, es difícil recordar cómo era la vida antes de mi IPhone.

Con el celular, el potencial productivo que podemos cargar a diario en nuestros bolsillos es verdaderamente considerable.

Pero nuestros teléfonos también son distractores peligrosos, especialmente para los cristianos.

EL PELIGRO

Siendo honesto, ¿cuántas mañanas te has levantado, intentando pasar tiempo en la Palabra, solo para darte cuenta que has desperdiciado el tiempo en Twitter, YouTube o en algún otro malgasto de tiempo?

¿El tiempo que usas en las noches para leer se ha visto eclipsado por navegar en Instagram con tu cerebro apagado o por jugar en tu celular?

El celular es una espada de doble filo. Por un lado, nos concede la habilidad de usar aplicaciones donde podemos organizarnos mejor, ser más accesibles, y estar mejor informados. Pero, por el otro lado, puede ser un agujero negro hacia la distracción, haciéndonos menos productivos. Y todo esto sin si quiera mencionar el potencial pecaminoso de este pequeño portal al infierno.

¿Qué deberíamos hacer?

¿Regresamos a los  teléfonos “cacahuates”, dejando de lado los beneficios tecnológicos? ¿Buscamos un nuevo producto minimalista? ¿O existe una manera en que podamos verdaderamente aprovechar los beneficios de nuestros celulares sin que seamos absorbidos por sus distracciones?

Creo que he encontrado una manera de maximizar la utilidad de mi celular, minimizando su potencial para la distracción.

EL ANÁLISIS

Dos preguntas me llevaron a dos reglas.

Primero, me pregunté: “¿cuándo es que mi celular es más útil para mí, tanto que justifica mi resistencia a dejarlo?”. La respuesta fue obvia: En el carro y en el trabajo. Uso mi teléfono en el carro para escuchar audiolibros, podcasts, música, y usar el GPS. Estas son cosas que no quisiera perder. Y, por la naturaleza de mi trabajo, a menudo estoy lejos de mi escritorio y debo estar disponible. Además, es muy útil tener a la mano una manera de controlar algunos de los sistemas que usamos en el campus donde trabajo sin tener que ir a mi escritorio o llevar mi computadora dondequiera que vaya.

Segundo, “¿cuándo me distrae más mi celular?”. Respuesta: “cuando estoy en casa”. Este fue un verdadero descubrimiento —todos los distractores que encuentro en mi celular ocurren cuando estoy en casa—.

Por las mañanas, prefiero mi celular a mi Biblia. Puedo consumir mis noches y mis fines de semanas con nuevos artículos y videos (podrían ser juegos también, pero me comprometí a no tener juegos en mi teléfono hace mucho tiempo). Me tienta la última novedad, la información nueva, y mi celular me lo facilita. Solía justificar este hábito diciéndome que solo me estaba relajando después de un arduo día de trabajo.

Lo interesante acerca de usar mi celular para “relajarme” fue que, en realidad, terminaba sintiéndome más ocupado y abrumado. Porque cuando no estaba leyendo, escribiendo, o haciendo proyectos en casa, sentía que la lista de quehaceres aumentaba. Y en mi celular, solo terminaba sintiéndome más estresado por las cosas que veía y leía (cualquiera con una cuenta de Twitter sabe que esa plataforma te puede provocar al enojo).

Pero cuando apliqué las dos reglas, que mencionaré en un instante, de repente me sentí mucho más relajado y me di cuenta de que tenía mucho más tiempo de lo me pudiera haber imaginado. De hecho, más allá de sentirme súper ocupado, ¡me sentía muy aburrido! Y el aburrimiento me llevó a poner en obra proyectos que había abandonado por meses, e investigar cosas en la Palabra que había deseado estudiar, pero me sentía demasiado ocupado como para comenzar. Si digo que esto cambió mi vida, ¡no estoy exagerando!

Entonces, aquí están las dos reglas para entorpecer el filo distractor de la espada de doble filo de mi celular sin deshacerme de su filo productivo.

LAS REGLAS

REGLA 1: NUNCA USES TU CELULAR EN CASA

En mi cocina, tengo una alacena para mi teléfono a la que le puse el cargador de mi celular. Funciona así: abro la puerta, quito mi celular de modo silencio, lo conecto al cargador y cierro la puerta. Lo quito de modo silencio para que pueda oír si entra una llamada o mensaje. (Si te llegan muchos mensajes o llamadas cuando estás en casa, quizás tengas que encontrar otra solución, pero a mí no me llegan tantos.) Luego dejo encerrado mi celular toda la noche.

Cuando llega la mañana, la costumbre me dice que revise mi celular, pero la alacena es un estorbo suficiente como para que recuerde que debo reprimir ese deseo (es por esto que no uso mi celular como despertador). Con esta solución, también he comenzado a dejar mi Biblia abierta en el pasaje que leeré en mi devocional matutino antes de acostarme. De esta forma, los patines de la disciplina están engrasados, mientras que mi alacena agrega un impedimento a mi distracción telefónica.

He enlistado a mi esposa para hacerme seguir esta regla porque algunas noches olvido seguirla (¡o me enojo contra mis propias reglas draconianas!). Le di permiso total para regañarme y burlarse de mí si estoy usando mi celular en casa. Ella ha llevado a cabo esta tarea gustosamente.

Debo decirte, esta primera regla me ha dado una renovada paz mental. No puedo decirte cuánto menos carga siente mi cerebro ahora. Honestamente, no lo extraño.

La segunda regla me ayuda para momentos donde he elegido tener mi celular conmigo.

REGLA 2: NO PIERDAS TIEMPO EN APLICACIONES (JUEGOS, YOUTUBE, FACEBOOK, TWITTER, ETC.)

Cuando me di cuenta de que mi celular realmente me funcionaba fuera de casa, especialmente en el trabajo, tuve que encontrar la manera de lidiar con mi celular cuando no estuviera metido en la alacena. El celular aún podía ser una trampa cuando estaba fuera de casa. Entonces, ¿cómo aplaqué esta plaga de distracciones? Es decir, los juegos, los videos, las noticias, y las redes sociales pueden absorber mucho de mi tiempo. Puedo detenerme para ver algo en mi celular y perder media hora, sintiendo que solo fueron como cinco minutos.

Entonces, hice un voto de que no tendría ninguna aplicación para desperdiciar mi tiempo en el celular. Me deshice de todos los juegos, aplicaciones de videos, de Facebook, y de Twitter. Ahora, sin duda, si en verdad lo deseo, puedo ir a todos estos servicios desde el navegador, pero de nuevo, es un estorbo que evita que me distraiga —es más difícil que usar la aplicación—. Así, no lo hago más de lo que necesito o quiero hacerlo.

CONCLUSIÓN

Estas reglas me han ayudado a asegurarme de que tomo de mi celular solo cuando realmente me beneficia. Por supuesto, aún encuentro formas de desperdiciar mi tiempo en él, pero me aburro mucho más rápido porque he domado a mi celular. He doblegado su espíritu, ¡y ahora mi celular me sirve!

Todo esto parecerá ridículo para algunas personas. “Solo ejerce algo de auto-control”. Bueno, a eso simplemente digo: a veces, el auto-control requiere algo de planeación.

Si tienes problemas con la espada de doble filo de tu celular, espero que estas reglas desencadenen algunas ideas acerca de cómo tú puedes enfundar el arma cuando tenga el mayor potencial para dañarte, y eso te permita tenerla lista para esas situaciones en las que el celular es muy beneficioso.


Reagan Rose. Esclavo de Jesucristo, esposo, predicador, fanático de la productividad, y Director de Operaciones en The Master’s Seminary.


Publicado originalmente en www.redeemingproductivity.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.