Revisé mi Facebook esta mañana y dice que tengo 1381 amigos. No me imagino con tanta gente a mi alrededor todos los días… de hecho, tiene tiempo que no veo a muchos de ellos. Varios viven lejos y es una forma de estar en contacto… bueno, de ver sus publicaciones. En realidad, ¿con cuántos de ellos suelo hablar? Con muy pocos, pero eso no significa que no sean mis amigos… ¿o sí?

El mundo tecnológico en el que vivimos nos permite estar más cerca de los que están lejos, pero nos aleja de los que tenemos cerca. Constantemente, vemos grupos de personas que se reúnen en un café para… ¡checar sus celulares! Es fácil darse cuenta de que algo estamos haciendo mal.

Es posible pasar una tarde con amigos y que la conversación parezca una competencia: quién tiene el mejor carro o el celular más nuevo; quién está creciendo más en su vida laboral; o, simplemente, el que ya tiene novia (mientras tú sigues en la “friendzone”).[1] Si eres joven, tal vez el único ejemplo con el que te identificaste fue el último. Pero ese es el punto: no importa si eres joven o adulto, la forma en la que ves la amistad se refleja en la forma en la que “convives” con tus amigos.

Amistades “por bienes separados”

Cuando uno se va a casar, el juez del Registro Civil les pregunta a los contrayentes si se casarán por bienes mancomunados o separados. Es decir, si quieren que, a partir del momento en que se casen, los bienes de cada uno sean compartidos o no. Expresado en términos de un contrato, el que elige los bienes mancomunados elige compartir con el cónyuge todo lo que tiene, mientras que el que elige la opción de bienes separados sostiene: “lo mío es mío”.

Hoy en día, la amistad parece un contrato “por bienes separados”. Dos personas aceptan tener una relación de “ganar ganar”, donde ambos ganan algo. Los interesados llegan a ciertos acuerdos para que esta relación sea posible. Si alguna de las partes queda inconforme en algún momento, el contrato se invalida y la amistad se termina. Suena frío, ¿verdad?

Pero, aunque muchos no lo quieran aceptar, esa es nuestra realidad. ¿Cómo puede ser que personas que parecían buenos amigos —viajaron juntos, salían a todas partes, subían miles de fotos a sus redes sociales— ahora ya no se hablan? Tenían un “contrato” no escrito que decía “lo mío es mío” y, cuando alguno de los dos quedó inconforme, cada uno volvió por su camino.

Obviamente, este tipo de amistades son egoístas y están mal. Entonces, ¿cuál debería ser nuestra perspectiva de las amistades?

¿CÓMO ENCUENTRO UN AMIGO?

No puedes conseguirlas en Amazon o algo así. Requiere interacción. Requiere que quieras compartir y convivir con alguien. Pero eso todavía no es una amistad. Puede ser solo un encuentro social entre compañeros de trabajo o de algún círculo social. Encuentros ocasionales nos traen amigos en Facebook, pero eso todavía no es amistad. Entonces, ¿cómo encuentro un amigo?

Jesús tenía amigos. Como esperaríamos, Él solía comer con ellos (Lc. 7:34). Convivían con regularidad. Sin embargo, Jesús le daba un peso al término que iba mucho más allá. Cuando Judas le entregó, Jesús se dirigió a él diciendo: “Amigo, ¿a qué vienes?” (Mt. 26:50). Quiero que observes que, aun cuando Judas lo traicionó, Jesús lo considera su “amigo”.

¿Por qué Jesús consideraba a Judas su amigo? Porque Jesús decidió que él sería su amigo (Jn. 15:12-15). No se trataba de algo que Judas o los demás discípulos hubieran hecho por Jesús. De hecho, Jesús los llama “amigos” porque ¡Él haría algo por ellos! Él les dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”, justamente lo que haría por ellos en la cruz el día siguiente.

Entonces, ¿cómo encuentras un amigo? Encuentra un amigo por lo que tú puedes hacer por él, no por lo que él puede hacer por ti. Jesús demostró su amistad sin importar lo que los demás le hicieron. Todos sus discípulos le fallaron. Sin embargo, Él se mantuvo firme en demostrarles su amistad. Él fue a la cruz por todos ellos.

Esta mentalidad hace que tú sigas siendo su amigo, aunque todo lo demás cambie. Ciertamente, la amistad de Judas con Jesús no duró mucho más tiempo. Pero no fue por alguna deficiencia de parte de Jesús. Judas lo hizo imposible al suicidarse. Esto señala que una amistad depende de dos personas. Así que, a veces será imposible que conserves una amistad. Pero, si quieres ser un buen amigo, siempre podrás hacer todo lo posible para que su amistad continúe.

Ahora bien, Jesús señala que un buen amigo hace lo que Él manda (Jn. 15:14). Claro, no aconsejo que exijas a tus amigos que hagan todo lo que tú mandes. Pero sí debes seguir el principio detrás del mandato. El creyente siempre debe hacer lo que Jesús manda. Entonces, podrás conservar tu amistad siempre que tu amigo busque hacer lo que Jesús manda como tú. Si quieres hacer buenas amistades, encuentra amigos que quieran hacer todo lo que Cristo manda.

¿QUÉ ES UN AMIGO?

¿Qué imagen viene a tu mente cuando piensas en una verdadera amistad? ¿Alguien con quien pasas todo el día, con quien platicas o te mensajeas seguido, te vas de fiesta o a una pijamada porque el amor los une? Sí, yo también lo pensé. Creo que hemos visto mucho de eso en la televisión, y quiero decirte que eso no es completamente incorrecto. Tengo amigos, aun siendo ya un adulto con familia, con los que hago esas cosas. Sin embargo, el error se encuentra en un pequeño detalle: la definición del amor.

¿Cómo transmites en un comercial lo que significa el amor? No puedes poner una definición para que el espectador lo entienda y ya. Presentas una imagen. Mira la imagen del amor que te dan las Escrituras:

Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Jn. 15:12).

Estas palabras de la noche previa a la cruz son las que Juan, el discípulo amado, nos invita a escuchar. Jesús sabía que venía del Padre e iba a Él, y lavó los pies de sus discípulos. Les prometió un lugar en su morada celeste y paz. Mientras, ellos permanecían esperando su venida, entendiendo que separados de Él nada podían hacer (Jn. 15). Así que, les promete el Espíritu Santo y ora por ellos en Getsemaní, antes de ser entregado para morir por uno de los que llamó sus amigos.

La imagen del amor es la cruz en nosotros: una vida entregándose por otra.

El mismo amor de Cristo —entregando su vida en la cruz por mí— es el que debo ofrecer a mis amigos. Esto no se trata de una relación “ganar-ganar”. Por supuesto, lo que yo haga por mis amigos no se compara con lo que Jesús hizo por mí. Pero, sin duda, debe ser más que lo que se puede celebrar un solo día, ya sea un 14 de febrero o un cumpleaños.

Así que, este 14 de febrero, celebra la verdadera amistad. Yo celebro a los que están a mi lado porque me muestran —en un convivio, en un mensaje o al estar a mi lado— que Jesús está en ellos. Y, espero, que puedan ver lo mismo en mí. Así, ambos buscamos el bien del otro. Ambos buscamos hacer lo que Jesús manda. Eso es un amigo. Ser un amigo es ser como Cristo a tu lado.


[1] Esta zona la habitan jóvenes que desean algo más con una persona del sexo opuesto que no desea nada más que amistad con ellos.