Desde que se dio a conocer el asesinato de John Allen Chau a manos de los pobladores de la isla Sentinel del Norte, las redes sociales se llenaron con opiniones sobre los hechos que lo llevaron a su muerte. ¿Debería ser Chau recordado como un heroico mártir cristiano, o debería ser tachado como un temerario y radical colonizador? Como era de esperarse, los comentaristas seculares critican las acciones de Chau. Pero lo que ha sido sorprendente es la respuesta de muchos cristianos. Han criticado a Chau por no respetar el deseo de los sentineleses de aislarse, por violar las leyes de India, por exponer a los pobladores a nuevas infecciones, y por ser un colonizador blanco.

Chau no es el primer misionero en ser asesinado al intentar evangelizar algún grupo que era hostil con los foráneos. La muerte de un misionero no es nada nuevo. Lo nuevo es la respuesta pública a esta tragedia. Sobre mi escritorio está una copia de la revista LIFE, publicada el 30 de enero de 1956. La portada tiene una enorme foto de Henry Ford II, pero en la esquina superior derecha está la leyenda: “El martirio de misioneros en la jungla: Diarios y fotos exclusivas”.  En la revista, hay un extenso artículo que destaca las vidas y muertes de Jim Elliot y sus compañeros en Palm Beach, Ecuador. El artículo de la revista LIFE destaca el ministerio evangelístico de los misioneros y las buenas obras que estaban haciendo al morir. Es chocante ver la reacción tan contrastante, solamente 62 años más tarde, de una sociedad donde el 75% de las personas todavía afirman ser cristianos.

Todavía hay muchos detalles que no conocemos sobre la obra de John Allen Chau. Han salido algunos detalles sobre sus métodos y preparativos (puede leer la publicación en inglés de Ed Stetzer para más información). Sabemos que era un americano asiático originario de Vancouver, Washington y que graduó de Oral Roberts University. Fue entrenado y comisionado por la agencia misionera All Nations de la ciudad de Kansas City y que conocía los peligros que le esperaban al ir a la isla. Yo creo que debemos esperar para juzgar la sabiduría o necedad de sus métodos. Pero la misión y muerte de Chau, junto con la respuesta pública, pueden ser de instrucción para la Iglesia en el futuro.

  1. LA FE CRISTIANA ES UNA FE MISIONERA

Cada nueva generación de cristianos necesita ser recordada de que la Iglesia de Cristo tiene una misión. Una encuesta reciente de Barna reveló que el 51% de cristianos americanos nunca habían escuchado de la Gran Comisión y que otro 30% no podía explicar claramente lo que era.[1] El propósito eterno de Dios es que algunos de cada tribu, lengua, pueblo y nación rodeen el trono de Cristo, salvos por la sangre del Cordero. Y esto se cumplirá en el futuro mediante la obediencia de los cristianos a la comisión dada por Cristo de ir y hacer discípulos.

Los cristianos van por la gloria de Dios y el bien de la humanidad. Debido a que los cristianos creemos en la exclusividad de Jesucristo, la única esperanza de salvación para la humanidad es escuchar y creer el Evangelio. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12). El amor a Dios y al hombre exige que los cristianos proclamen el Evangelio a quienes no han oído.

Es comprensible que el inconverso critique nuestro celo misionero. Pero es impensable que un cristiano que ha sido rescatado de la muerte eterna por el Evangelio mire con desprecio el esfuerzo misionero de llevar el Evangelio a los no-alcanzados. Al contrario, deberían regocijarse con Isaías y el apóstol Pablo, diciendo: “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Ro. 10:15).

  1. LA AUTORIDAD CRISTIANA ES CRISTO EL REY

Los cristianos reconocen la autoridad gubernamental, pero juran lealtad a un solo Rey. Aunque el cristiano recibe el mandato de someterse a sus autoridades gubernamentales (Ro. 13:1), y, en lo posible, de vivir en paz en su sociedad (Ro. 12:18), en última instancia responden a una autoridad superior. Cuando las autoridades de Pedro le mandaron a dejar de predicar el Evangelio, su respuesta fue simple: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29).

La Gran Comisión está fundada sobre la autoridad de Cristo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18). Los mandatos de Cristo a veces corren en contra de las leyes y decretos de gobiernos y gobernantes. El cristiano que obedece a Dios antes que a los gobernantes de este mundo tiene que estar preparado para sufrir las consecuencias de la misma manera que Pedro, Pablo y el mismo Cristo. El llamado de seguir a Cristo es un llamado a tomar nuestra cruz (Mr. 8:34).

  1. LA MISIÓN CRISTIANA ES UNA MISIÓN PELIGROSA

El llamado a seguir a Jesús es el llamado a aceptar el riesgo. Persecución, maltrato y muerte no son circunstancias desconocidas para los discípulos de Cristo. John Allen Chau entendía esto. La primera vez que intentó contactar a la tribu, apenas escapó con vida. Una flecha disparada por un joven en la playa penetró su Biblia, y tuvo que nadar más de un kilómetro y medio para salvarse. Esa noche, escribió lo siguiente en su diario: “Dios, no quiero morir, porque ¿quién tomaría mi lugar si yo muero?”[2] Escribió: “Espero que no sea mi última entrada, pero, si fuera así, ‘A Dios sea la Gloria’”.[3] Una carta de Chau, escrita a sus padres, resume lo que debería ser el corazón de todo cristiano: “Ustedes podrán pensar que estoy loco, pero creo que vale la pena proclamar a Cristo a estas personas”.[4] Esta es la actitud de Cristo mismo, que “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (He. 12:2). El cristiano acepta el riesgo de la misión porque entiende que la muerte no es morir. Como escribió Jim Elliot: “no es un necio el que rinde lo que no puede retener para ganar lo que no puede perder”.[5]

  1. EL LLAMADO CRISTIANO ES SERVIR CON SABIDURÍA

Mientras que el cristiano no debe huir del riesgo, también ha sido llamado a ser sabio. Antes de que Jesús enviara a sus discípulos, les dio la encomienda: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt. 10:16). Jesús mismo escogió sagazmente cuándo hablar con claridad y cuándo hablar en parábolas para esconder su mensaje de aquellos que deseaban dañarle. Pablo usó sus derechos legales para evitar la muerte y persecución cuando le fue posible. La misión cristiana no es un deseo de morir aun cuando la muerte pudiera ser su resultado.

No quiero especular sobre la sabiduría de las estrategias de Chau. Quizás un poco más de información sobre su planeación y pensamiento saldrá a la luz, mostrando por qué escogió ese preciso momento y método para alcanzar a los sentineleses. Pero, vale la pena notar que el misionero cristiano deberá usar los medios a su disposición para determinar el mejor curso de acción a fin de cumplir el mandato de Cristo. La oración, la planeación, la preparación cultural, el aprendizaje del idioma, e incluso el entrenamiento en medicina y seguridad deben preceder los esfuerzos misioneros interculturales. El mandato de Cristo no da licencia a ser temerarios, así como el rechazo de la sociedad no da permiso a la desobediencia.

  1. EL CRISTIANO DEBE ESPERAR SER INCOMPRENDIDO

Admito que me duele un poco cuando leo entrelíneas y me doy cuenta de que lo que el mundo odia de John Allen Chau es lo que también odiarían de mí. Yo también creo que el mundo se está muriendo y tiene una necesidad desesperada del mensaje salvador de Cristo. Yo también creo que la autoridad de Jesucristo desbanca los dictámenes de cualquier gobierno. Yo también creo que la salvación de los perdidos y la eterna gloria de Cristo son dignos de mi vida. Lo que el mundo llama necedad, la Palabra lo llama discipulado.

Una de las críticas más fuertes contra John Allen Chau es que propagaba el colonialismo blanco con sus esfuerzos misioneros. La historia de las misiones ciertamente tiene capítulos vergonzosos de abuso colonial, pero esos abusos no caracterizan la misión cristiana. Los críticos de Chau no están atacando algún deseo escondido de su parte de hacer más americanos a los pobladores. Están criticando su deseo de compartir el Evangelio. Esta crítica evidencia una mala comprensión del mandato del Evangelio. Sí, Cristo es el Rey y reina sobre un reino, pero su reino no es como los reinos de esta tierra. Los misioneros evangélicos no deben ser colonizadores del occidente sino embajadores de un nuevo y mejor Reino. El reino de Dios no destruye a las culturas; las perfecciona. Apocalipsis 7 revela que el trono de Dios está rodeado de personas de toda lengua y cultura —diferentes, pero todos lavados en la sangre del Cordero—.

Mientras que nuestra cultura rechace la autoridad de Dios, nosotros debemos estar preparados para que el mundo nos rechace. Los cristianos no somos inmunes a la tentación de desear la alabanza del hombre antes que la de Dios. Cristo nos anima cuando dice que, si el mundo nos aborrece, le aborreció primero a Él (Jn. 15:18). Seguramente aprenderemos más sobre la vida y muerte de John Allen Chau en el futuro. Pero, por ahora, los cristianos deberíamos sentirnos animados porque también es nuestro privilegio participar en el sufrimiento y vituperio de Cristo.


[1] https://www.barna.com/research/half-churchgoers-not-heard-great-commission/

[2] https://www.nytimes.com/2018/11/24/world/asia/north-sentinel-island-missionary-killed.html

[3] https://www.washingtonpost.com/world/2018/11/21/american-believed-dead-after-encounter-with-remote-indian-tribe-hostile-outsiders/?noredirect=on&utm_term=.c62fc2bda5eb

[4] Ibíd.

[5] https://www2.wheaton.edu/bgc/archives/faq/20.htm


Scott Dunford es vicepresidente de movilización y comunicaciones en la agencia misionera ABWE. Nacido en Lacross, WI, fue vicepresidente de Northland International University, y, junto con su esposa Tara, sirvió como misionero en Asia, trabajando entre musulmanes.


Publicado originalmente en www.scottdunford.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.