Fútbol, gimnasia, música, natación, ballet, asesorías académicas, club de matemáticas, béisbol, danza, inglés… las opciones de desarrollo para nuestros hijos son una telaraña de posibilidades. Las mamás de hoy en día parecemos taxistas o agentes (¡yo soy Uber Susi!) manejando la apretada agenda de cada hijo, buscando el mejor desempeño y preparación. Lo importante es que no se pierdan ninguna oportunidad, ¿verdad?

Desde hace más de una década, un comentario de Tedd Tripp ha retumbado en mi mente. Luego de citar Deuteronomio 18:9-10, hizo el siguiente comentario:

“Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego…”

“Este pasaje es impactante para nosotros porque no nos imaginamos sacrificando a nuestros hijos e hijas en el fuego. Permíteme sugerir que hacemos exactamente esto cuando los entregamos a entrenadores y maestros para que ‘aprendan a hacer según las abominaciones de aquellas naciones’. Cuando nuestros hijos aprenden a jugar fútbol de entrenadores impíos, cuando nuestras hijas aprenden en clase de modelaje a ser sensuales y seductoras, cuando nuestros hijos aprenden en clase de debate a demoler a sus oponentes; están aprendiendo a ‘hacer según las abominaciones de aquellas naciones.’… No quiero decir que es imposible llegar desde el fútbol o el modelaje o el debate a la gloria de Dios. Sin embargo, no puedes enseñar a los niños a realizarse como los inconversos con los valores de los inconversos y esperar que entiendan que la vida se trata de conocer y amar a Dios. Mentores impíos ya les están diciendo que la vida se trata de otra cosa que conocer a Dios y vivir para Su gloria”.[1]

¡Es alarmante pensar que yo podría estar alentando a mis hijos hacia algo que les aleje de Dios! Pasar a mis hijos literalmente por el fuego es imposible de concebir, pero tengo que suponer que para los israelitas este concepto también era horroroso. ¿Por qué Dios tendría que darles esta palabra de advertencia? ¡¿Cómo pudo pensar que su pueblo sería capaz de hacer esto?!

Porque Dios diseñó al ser humano como criatura de adoración.

Esta es nuestra función automática. Siempre estamos adorando. El pecado desvía el corazón hacia la adoración de objetos alternativos a Dios. Esto es exactamente lo que las naciones abominables estaban haciendo. Servían a ciertos dioses, y esos dioses les pedían a sus hijos como sacrificio en la adoración para darles buenas cosechas o éxito militar. ¿Somos nosotras capaces de hacer tal cosa? ¡Sí! Somos capaces de sacrificar cualquier cosa para rendir adoración al dios que nos dará lo que deseamos. Piensa conmigo cómo esto se podría ver en el tema de las actividades de los hijos:

  • Padres que adoran al dios del éxito laboral sacrificarán a sus hijos sobre el altar de oportunidades académicas que conducen a un buen empleo.
  • Padres que adoran al dios de la fama sacrificarán a sus hijos sobre el altar de los logros deportivos o artísticos.
  • Padres que adoran al dios de la comodidad sacrificarán a sus hijos sobre el altar del entretenimiento excesivo.

Es natural que los hijos sigan las pisadas de sus padres y mentores. Los padres contagiamos nuestra adoración a nuestros hijos. Si adoramos a ídolos, es muy probable que ellos adoren a esos mismos ídolos. El meollo de este asunto, entonces, no es tanto el horario ajetreado o el deporte en sí. La pregunta es: ¿qué determina y motiva mis decisiones acerca de las actividades de mis hijos?.

El objeto de mi adoración determina cada decisión sobre las actividades de mis hijos. Si hemos sido salvados por gracia y hechas hijas de Dios, hemos venido a ser parte de Su Reino. Como siervas de un nuevo Rey, Jesús nos indica lo que debe regir nuestras decisiones: “Mas buscad primeramente el Reino de Dios, y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Las prioridades del reino de Dios deben determinar nuestras prioridades familiares. Esto incluye las actividades de nuestros hijos.

Si no somos vigilantes, seremos engañadas por “filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres” (Col. 2:8). Podemos tener prioridades que parecen buenas y nobles, pero si no se conforman a las prioridades bíblicas de salvación, santificación, y servicio a Dios en nuestros hijos, no son prioridades correctas.

No es fácil filtrar todas las opciones y decidir cuáles actividades son las mejores. Los deportes y actividades académicos pueden ser verdaderamente útiles en la vida de nuestros hijos. Te comparto algunas preguntas que puedes usar para discernir si una actividad promueve los valores del reino de Dios, o del reino terrenal:

  1. ¿Esta actividad promueve alguna conducta antibíblica? Si mi hijo o hija tendrá que cometer un pecado, o pensar de una manera que las Escrituras prohíben, mi respuesta a su participación en esta actividad debe ser un firme “¡no!”. (Sal. 34:14) (Ej: impureza sexual en programas de televisión; danza seductiva)
  2. ¿Esta actividad redime el tiempo? Parte de vivir para lo eterno es redimir el tiempo (Ef 5:16). Si permito que mis hijos pasen mucho tiempo en actividades sin ningún provecho, no estoy reflejando los valores del reino de Dios. (Ej: horas incontables de videojuegos o televisión)
  3. ¿Esta actividad estorba la asistencia fiel y participación en la iglesia? Nuestros hijos deben saber que ninguna actividad, sin importar cuán provechosa sea, supera la importancia de estar en la iglesia y convivir con nuestros hermanos en Cristo de manera regular. (Heb. 10:25) Ningún deporte, actividad familiar, o hobby, puede proveer para mis hijos lo que la iglesia local provee. (Ej: Llenar la vida de actividades seculares, pensando que solo con asistir ocasionalmente al culto dominical es suficiente)
  4. ¿Esta actividad promueve la salvación, santificación, y/o servicio a Dios en la vida de la familia? Con los ojos en la eternidad, debemos desear que cada día nuestros hijos conozcan más el Evangelio y la transformación que puede producir en su vida. (Tito 2:11-14) Cada decisión debe apuntar hacia esta meta. (Ej: Estar en un equipo de fútbol puede cumplir este objetivo si juntos como familia usamos esta actividad para involucrarnos en nuestra comunidad con el objetivo de evangelizar. Pero esa misma actividad puede separar a la familia, promover ambiciones incorrectas, y ocupar tiempo que debe ser usado en el servicio de Dios.)
  5. ¿Esta actividad incita algún ídolo particular en la vida de mi hijo (o la mía)? Cada corazón humano es una fábrica de ídolos personalizados. Lo que provoca ambiciones y celos impíos en un corazón puede no afectar a otro. Como padres debemos estar atentos a las tendencias de cada miembro de la familia y decidir de acuerdo con sus necesidades. (Mat. 18:8-9) (Ej: Un hijo, o mamá, que se obsesiona con la comida probablemente no se beneficie de un curso de postrería.)

“Y edificaron los lugares altos de Baal que están en el valle de Ben-hinom, para hacer pasar por el fuego a sus hijos y a sus hijas en honor de Moloc” (Jer. 32:35). Dios tenía toda la razón. Su pueblo sí fue capaz de sacrificar a sus hijos a otro dios. Tú y yo somos igualmente capaces de hacerlo. Examinemos nuestro corazón diariamente para detectar los ídolos que están robando la adoración al verdadero Dios. ¡Que cada actividad practicada en nuestra familia contribuya a las prioridades del reino de Dios!


[1] Tripp, Tedd, Shepherding a Child’s Heart Parent’s Handbook, Shepherd Press, 2001, p. 38. (Solo disponible en inglés)


Este artículo fue publicado en Aviva Nuestros Corazones.