“Ojalá que mi esposo me pegara, que me dejara con el ojo morado”.

¿Por qué una mujer diría algo así? Parece una locura. Tristemente, he escuchado palabras como estas de mujeres que están sufriendo horriblemente en sus matrimonios. Sus esposos las humillan, maldicen, controlan, amenazan, critican, menosprecian y les echan la culpa por todo. Ven pornografía, mienten, hablan mal de ellas a otras personas (incluso a sus hijos), explotan con enojo, gritan y rompen cosas. Pero estas mujeres se sienten atrapadas porque, hasta ahora, sus esposos no les han pegado.

En casos así, muchas mujeres no reconocen que, en realidad, sí están siendo abusadas. Su definición de abuso solo incluye golpes físicos. Sienten que las personas —su familia, su pastor, su iglesia, sus amigos, e incluso Dios mismo— entenderían y las apoyarían si tuvieran marcas externas de abuso. Pero si no, creen que serán juzgadas al separarse de su esposo. ¿Existe otro tipo de abuso, igualmente peligroso y dañino, pero que no resulte en heridas físicas?

Además del abuso físico existe el abuso emocional. Proverbios dice que “hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada” (Pr. 12:18) y que “el hipócrita con la boca daña a su prójimo” (Pr. 11:9). Habla de la lengua como un arma poderosa: “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Pr. 18:21). Santiago dice “que [la lengua] es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Stg. 3:8). El salmista dice del malo: “Agravios maquina tu lengua; como navaja afilada hace engaño” (Sal. 52:2). En Mateo, vemos cómo Jesús toma las palabras muy en serio: Cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:22b).

Según la Biblia, se puede golpear, dañar, envenenar, y cortar a una persona sin tocarla. No podemos hablar aquí de todas las formas de abuso psicológico, emocional y verbal que existen. Pero muchas iglesias, por no actuar o por los consejos que les dan a las víctimas, dan la impresión de que el abuso emocional es menos grave o real que el abuso físico. Tenemos que reconocer que hay personas que están siendo abusadas aunque no tengan moretones en sus cuerpos. Y que hay personas que están abusando de otros, pero quedan impunes porque frenan su abuso justo antes de llegar a los golpes físicos. Las víctimas de este tipo de abuso necesitan nuestro apoyo, y los responsables necesitan ser confrontados, corregidos y disciplinados.

El abuso es complicado. No se trata simplemente de determinar si ha habido golpes. Cada situación es diferente. Y la decisión de alejarse de alguien, especialmente si es tu esposo, es difícil. Pero si hay abuso, aguantarlo no es la respuesta; amar a alguien no siempre significa tolerar su comportamiento pecaminoso. A continuación, presento una lista de algunas de las señales más comunes de una relación abusiva:

  • Control extremo. La víctima no tiene voz. No puede expresar opiniones sin sufrir graves consecuencias, especialmente cuando hay un desacuerdo. No puede tomar sus propias decisiones. Se siente oprimida, como una niña en la relación, o aun como esclava.
  • Miedo. El abusador amenaza, se enfurece, grita, y maldice. La víctima nunca se siente tranquila con el abusador porque nunca sabe cuándo podría explotar y dañarle. Se siente atrapada.
  • Confusión. La víctima se siente como si estuviese loca. Empieza a pensar que tal vez esté imaginando o exagerando el problema, o que el abusador tenga la razón cuando le miente acusándole de hacer o pensar cosas que no son ciertas. El abusador hace que la víctima se cuestione a sí misma y dude de su propio juicio.
  • Deshumanización. La víctima se siente sin valor, descartada, ignorada. El abusador le dice cosas como: “Eres inútil. Nadie más te querría como esposa. No sirves para nada. No sabes nada”. La víctima se siente como si no mereciera recibir un buen trato.

Todos pecamos, y cualquier esposo ofende a su esposa eventualmente. No hay relación perfecta. Pero en una relación abusiva, este comportamiento no es la excepción, sino la regla. Hay un patrón de conducta pecaminosa. Si esta lista describe tu matrimonio, ¡busca ayuda! Hay personas a tu alrededor que están dispuestas a ayudarte. No sufras cargas que Dios no te ha pedido que sufras sola.

¡Que Dios nos dé sabiduría para reconocer el abuso, y no tolerarlo en ninguna de sus formas!


Wendy Latham creció cerca de Chicago, IL. Se casó con Jonathan en el 1995, y ambos tienen una hija que nació en el 2005. Han sido misioneros en África, España y México, llegando a Monterrey en el 2008. Trabaja como ama de casa y sirve en diversos ministerios de mujeres, además de apoyar con la música en su iglesia.