Un día, mientras estaba evangelizando a una familia, le pregunté a Jazmín, una joven, si leía la Biblia. Me sorprendió al decirme que sí. Le pregunté qué leía y me dijo: “Génesis”. “¿Y qué tal Génesis?”, le pregunté. “No me gusta”, dijo. “Muchos descendientes”. “¿¡Descendientes!?”, exclamé. “¿Sabes que encontraste la palabra clave para entender el libro de Génesis?” Le di un resumen exprés del libro porque Génesis, y de hecho, toda la Biblia, se trata de “descendientes”. O, para ser más preciso, de “El Descendiente”. Este tema trata con una teología bíblica de la simiente. Te doy un adelanto:

Cristo es la simiente.

De esto se trata la Biblia. La historia de la Biblia es cómo el Padre se glorifica a sí mismo porque su propio hijo Jesús es la Simiente que redime a la descendencia de la humanidad.

Génesis (y toda la Biblia) está lleno de palabras claves en que se relacionan con este estudio: simiente, descendiente, genealogía, familia, padre/hijo, pueblo, nación, congregación, asamblea, habitante, hombre (el ser humano).

Veamos cómo se desarrolla la historia de la Simiente.

ADÁN Y LA SIMIENTE

La creación

Durante los tres días iniciales Dios crea hábitats. En los tres siguientes los pobla de habitantes. El espacio exterior (día 1) es poblado por las lumbreras el día 4. Las aguas arriba (el cielo) y las aguas abajo (el mar) del día 2, son poblados por las aves voladoras y los seres marítimos el día 5. Y la tierra seca (día 3) es poblada por los seres terrestres (día 6). Cada hábitat queda poblado. Pero aparte de los demás habitantes terrestres, y sobre ellos, y sobre los habitantes del quinto día, Dios hace al hombre. Dios le entrega el señorío de su creación al ser humano (Sal 8) quien lleva su imagen. El hombre es la joya de la creación, el virrey de Dios para que fuera su pueblo, su simiente. En un sentido muy general, todo hombre es hijo de Dios. Lucas llama a Adán “hijo de Dios” (Lc 3:38). Pablo cita al poeta griego Epiménides para afirmar que “linaje suyo somos” todos (Hch 17:28). Dios creó al hombre para tener una relación de Padre-hijo con él.[1]

Sus primeras palabras al hombre fueron: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1:28). Dios desea que el hombre señoree sobre la tierra, y hay una conexión entre el señorío y un pueblo numeroso. No se puede sojuzgar la tierra sin antes llenarla. Pero la comisión no es solamente a llenarla de personas. Es a llenarla de adoradores –personas en relación íntima con el Creador–. Han de ser personas que logran que la voluntad de Dios se haga en la tierra como se hace en el cielo. Adán guardaba y servía en el santuario (Gn. 2:15), pero al multiplicarse la simiente, se extendería el reino hasta llenar la tierra. La simiente es el medio de extender el reino de Dios.

Cristo es la simiente.

La caída

Antes del nacimiento del primer hijo (descendiente), Adán peca y trae maldición sobre la tierra (Gn. 3:17). Entra la culpa, el temor, el desacuerdo, y la disfunción matrimonial (Gn. 3:12-16). La dicha de tener bebés ahora viene con gran dolor (Gn. 3:16). La llegada de simiente será con angustia. Sin embargo, al maldecir a la serpiente, Dios le promete a la serpiente que “pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gn. 3:15).  De aquí en adelante existirán dos simientes: la de la serpiente (el diablo) y la de la mujer (la simiente de Dios). Son dos familias espirituales que lucharán entre ellas. La del diablo siempre estará en contra de la simiente de Dios. Pero “la Simiente de la mujer” logrará la victoria final, aunque sufrirá daño en su triunfo. Parte de la victoria de la Simiente será el restaurar el acceso a la presencia divina y dejar al hombre en un santuario eterno y seguro. Aún después de la caída Dios desea tener la relación Padre-hijo con el hombre, y se glorifica cuando sus hijos son “hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Ro 8:29).

Cristo es la simiente.

La expresión “simiente de la mujer” es muy enigmática. La palabra simiente en el reino vegetal se refiere a semillas. En la biología se refiere a materia genética que el hombre contribuye a la primera célula en la procreación. Desde la perspectiva “científica”, la expresión “simiente de la mujer” es una contradicción, una imposibilidad. Desde la perspectiva teológica, ¡es gloriosa!

Adán responde a esta promesa con fe. El día que pecó, pensaba que moriría; pero escuchó a Dios hablar de hijos, de simiente, para su esposa. Antes la había llamado “ISHÁ”, o varona. Ahora en respuesta a esta promesa la llama “Eva”,[2] por ser madre de todos los vivientes. Eva va a tener “simiente”.

La historia de la Biblia es como Dios,
por medio de la Simiente, su propio Hijo,
redime al humano y establece su simiente.
La Simiente de la mujer vence la simiente de la serpiente
para establecer una simiente para Dios.

Las consecuencias

Los primeros dos hijos, Caín y Abel, protagonizan la lucha entre las simientes. Descubrimos la primera de dos estrategias que Satanás usará para acabar con la Simiente – exterminación. Caín mata a Abel, y en su genealogía destaca un hombre que pervierte el plan divino para el matrimonio y la justicia: Lamec, quien escribe poemas sobre el asesinato vengativo (Gn. 4:24-25). Moisés traza siete generaciones de esta familia y queda claro: la Simiente prometida no vendrá a través de esta familia. Esta familia no vence la maldición. Al contrario, la aumenta. Esta familia es de la simiente de la serpiente.

Esta historia es Torá, oinstrucción, para quien sea de la simiente de la mujer: el mundo estará en su contra. Habrá oposición. Pero la historia también nos da esperanza. Dios mismo levantó a un sustituto (Set) para cumplir con su promesa de la Simiente. Lección: la simiente sobrevivirá porque Dios está trayendo la Simiente. Encuentras seguridad en estar conectado a la Simiente.

Cristo es la simiente.

El flujo de Génesis es sencillo. Moisés está trazando la simiente del Prometido. Lo hace así:

  • Génesis 1:1 – 2:3              Dios encarga a su simiente el señorío
  • Génesis 2:4 – 4:26            La simiente[3] no viene por Caín
  • Génesis 5:1 – 6:8              La simiente sí viene por Set
  • Génesis 6:9 – 9:29            La simiente viene por Noé
  • Génesis 6:9 – 9:29            La simiente viene por Noé
  • Génesis 10:1 – 11:9          La simiente no viene por Cam ni Jafet
  • Génesis 11:10 – 11:26     La simiente sí viene por Sem
  • Génesis 11:27 – 25:11     La simiente viene por Taré (Abram)
  • Génesis 25:12 – 25:18     La simiente no viene por Ismael
  • Génesis 25:19 – 35:29     La simiente sí viene por Isaac
  • Génesis 36:1 – 37:1          La simiente no viene por Esaú
  • Génesis 37:2 – 50:26       La simiente sí viene por Jacob

Jazmín tenía razón. ¡Son muchos descendientes!

NOÉ Y LA SIMIENTE

Cuando el intento de acabar con la Simiente por exterminar la simiente (Abel) no funcionó, Satanás usó la segunda estrategia: infiltración.[4] Génesis 6 divide al mundo en dos categorías: los “hijos de Dios” y “los hijos de los hombres”. Creo que el contexto de la lucha entre las simientes indica que esas frases tan debatidas se refieren a la familia de Set, los hijos de Dios espiritualmente, y la familia Caín, quienes son solo hijos de los hombres. Si es así, la familia de los creyentes (Set) se estaba mezclando con la familia de Caín tanto que la venida de la Simiente corría peligro. Enoc, Matusalén, Lamec y Noé se van quedando solos como creyentes aun entre los hijos de Set.

Exterminación no funciona. Infiltración sí. La simiente trae sobre sí el juicio divino. Dijo Dios: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado” (Gn. 6:7). Si esto sucede, se acaba la promesa de la Simiente, y ya no hay esperanza para el hombre pecador. “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gn. 6:8). Dios preserva a la Simiente por medio de Noé. Pero aprendemos otro principio muy importante: la provisión de la Simiente es por la pura gracia de Dios. Porque Noé halló gracia (Gn. 6:8), era “varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Gn. 6:9). La gracia divina explica la vida justa. Noten que Génesis 6:8 viene antes de Génesis 6:9.

Por su gracia Dios levantó a un creyente obediente (Noé) para perpetuar la promesa de la Simiente. Aunque “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”, Dios prometió que no volvería “más a destruir todo ser viviente, como he hecho” (Gn. 8:21). Con la eliminación de la simiente física de Satanás/Caín por el diluvio, Dios le dio a Noé la misma comisión de llenar la tierra con la simiente [creyentes] (Gn. 9:1). Tristemente, queda evidente que, aunque se eliminaron muchos pecadores, no se eliminó el pecado. Después del diluvio, Dios da un mandamiento sobre qué hacer en el caso de un homicida (Gn. 9:6). ¡Eso es de la familia de Caín! ¡No debía encontrase en la familia de Set y Noé! Pero el diluvio no eliminó la simiente espiritual de Satanás/Caín. Noé en su época era “de la simiente de Dios”, y Dios lo usó para eliminar la simiente (física) del diablo. Pero ¿eliminar el pecado? Esto solo lo podrá hacer La Simiente.

Cristo es la simiente.

Esto se ve en la vida de Noé mismo. Termina desnudo y maldiciendo a su propio nieto. Cam y Canaán no son de la simiente de la mujer. Traen maldición, no bendición. Moisés continúa la historia de los hijos de Noé trazando la línea de los que no son de la Simiente, como lo hizo con Caín antes de Set. Lo hace con Cam y Jafet. Después continúa con el que sí es de la Simiente, en este caso, Sem. Moisés sigue los descendientes de Sem hasta llegar a Taré y luego comienza otra sección con sus descendientes.

LOS PATRIARCAS Y LA SIMIENTE

Taré tiene tres hijos pero uno, Harán, muere joven. Quedan dos. Uno está casado con una mujer estéril (Gn. 11:30). ¿¡Cómo!? La búsqueda de la simiente debería ser fácil, por lo que Abraham no puede ser factor, ¿verdad? Pero, ahora comienza a aparecer un subtema: mujeres estériles. Si desde Adán hasta Abraham “la simiente de la mujer” ha sido una frase difícil de justificar, ¿qué tal “simiente de una mujer estéril”? Eso sería aún más difícil.

Abraham recibe el pacto (Gn. 12:1-3) y Dios se lo repite y confirma muchas veces (Gn. 12:7; 13:14-16; 15:5-7, 13; 17:7-8; 22:16-18). A veces agrega más detalles y a veces es muy breve, pero dos elementos nunca faltan: la tierra y la simiente. La simiente de la mujer continúa a través de Abraham y su familia.

Marcando la cronología de Abraham, Moisés divide su vida en la tierra en tres épocas. La primera abarca desde que tiene 75 años (Gn. 12:4) hasta que tiene 86 (Gn. 16:16). Estos cinco capítulos narran 11 años de su vida, las historias antes de Isaac. Luego Moisés salta 13 años de su vida, porque en Génesis 17:1 Abraham ya tiene 99 años. Su hijo Isaac nace en capítulo 21 cuando tiene 100. Génesis toma cinco capítulos para narrar un solo año: el del nacimiento de Isaac. Del capítulo 22 al 24 tenemos las tres historias desde los 100 años hasta su muerte con 175. Tes capítulos cubren 75 años.

Sin lugar a duda, el enfoque de la historia está en el centro, ahí donde se tomó más tiempo. La historia de Abraham es la historia de su simiente. Abraham ya vive en la tierra, pero desde Génesis 12 hasta el 21 estamos esperando al bebé de la promesa hasta que Dios usa a la mujer estéril para traer la simiente de la mujer.

Otra cosa queda clara: tal como Isaac es de la simiente de la mujer, Ismael no lo es. E, igual que Caín y Abel, protagonizan la lucha entre las simientes. Sara ve cómo Ismael se ríe (reírse en hebreo es la palabra tsachak, como Isaac). Sara sabe que si así comienza Ismael cuando Isaac es bebé, no terminará bien (Gn. 21:9) y por eso lo echa de su casa.

La historia se repite con Isaac. Recibe el pacto con la promesa de tierra para la simiente. Su esposa Rebeca es estéril. Finalmente, tiene dos hijos, pero ellos también luchan. Y al final Esaú quiere matar a Jacob, porque Esaú es de la simiente de la serpiente y Jacob es de la simiente de la mujer. Están protagonizando la lucha entre las simientes. Jacob prevalece, y su padre le dice: “El Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos” (Gn. 28:3). ¿Fructificar y multiplicar? ¿Llenar la tierra? ¿Te suena?

Jacob también repite la historia de sus padres. Sus esposas se pelean entre sí para tener simiente. Una es estéril. Sus hijos también luchan entre ellos, al grado que los demás quieren matar a José. Jacob también hereda de Dios mismo la promesa de la simiente, cuando, al migrar a Egipto, Dios le dice: “No temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación” (Gn. 46:3).

Esta época se llama la época de “los patriarcas”. Pero descubrimos que cada uno se casó con una mujer estéril. ¡Vaya! De verdad, el título “simiente de la mujer” se pone interesante en la época de “las matriarcas estériles”.

MOISÉS/ISRAEL Y LA SIMIENTE

Éxodo 1:7 confirma que Israel es el nuevo agente divino, la simiente, un nuevo Adán, y un nuevo Noé. Dice que “los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra”. Es más, Dios dice que “Israel es mi hijo, mi primogénito” (Éx. 4:22) y manda a Faraón a dejar “ir a mi hijo” (Éx. 4:23). Ahora hay mucha simiente: 603,550 varones entre 20 y 70 años capaces de salir a la guerra (Nm. 1:46). Son tantos que Faraón se queja de que “el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros” (Éx. 1:9). Él entiende que simiente numerosa y señorío van juntos.

Y, porque Israel es la simiente, Faraón protagoniza la lucha, tomando el papel de la simiente de la serpiente. Pero Dios no le deja exterminar a Israel. Liberados de Egipto, Amalec sale a exterminar la simiente (Éx. 17). Tampoco puede. Más tarde Balak, rey de Moab, protagoniza el papel de simiente de la serpiente, intentando acabar con la simiente de la mujer por el mismo motivo que Faraón quiso: “Moab tuvo gran temor a causa del pueblo, porque era mucho” (Nm. 24:3). Pero ninguno de estos tres reyes pudo exterminar la simiente. El tercero, Balaam, sugirió una estrategia alternativa. Dice Apocalipsis 2:14 que Balaam “enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación”. Balaam no pudo maldecir al pueblo y por ello aconsejó a Balak que invitara a los hijos de Dios a una fiesta pagana. Números 25, que relata la historia, no menciona la comida (Ap. 2:14, sí), la bebida (ya puedes imaginarte qué bebieron en una fiesta pagana), ni la música. Solo menciona las mujeres. Pero seguramente era igual a la fiesta que Israel celebró con el becerro de oro. En esa ocasión la Biblia sí indica todos estos elementos (Éx. 31; 1 Cor. 10:7-8). La estrategia de infiltración sí funciona. Ese día murieron más de 20,000 “hijos de Dios”.[5]

Así pasan los tiempos de Josué, los jueces, y los reyes. Siglo tras siglo, el diablo intenta exterminar e infiltrar al pueblo. Cuando Israel vive en obediencia a la Palabra de Dios, es decir, se porta como “hijos de Dios”, vence sin excepción a la simiente de la serpiente. Unos ejemplos son:

  • Josué vs. los cananeos
  • Otoniel vs. Cusan-risataim
  • Aod vs. Eglón y Moab
  • Débora y Barak vs. Sísera y los de Hazor
  • Gedeón vs. los madiantias
  • Jefté vs. los amonitas
  • Sansón vs. los filisteos
  • Saúl vs. los amalecitas
  • David y Salomón vs. todo el mundo
  • Ezequías vs. los asirios
  • Ananías, Misael, y Azarías vs. Nabucodonosor y el horno de fuego
  • Mardoqueo/Ester vs. Amán
  • Nehemías vs. Sanbalat, Tobías y Gesem

¿Ves que ésta sí es la historia de la Biblia? Es la lucha entre las simientes. Pero cuando Israel no vive como “hijos de Dios”, cuando cede y se mezcla con los cananeos, Dios “los vende” en sus manos (Jue. 3:8). La estrategia de infiltración, sí, funcionaba.

El peor enemigo del pueblo de Dios está adentro, no afuera.

CONCLUSIÓN

Este maravilloso relato nos deja con una sensación de malestar y un profundo anhelo por algo diferente. ¿Cómo sería si uno de la simiente pudiera vencer la tentación? ¿Si el diablo nunca lograra infiltrar su vida? ¿Alguien en algún momento lo podrá lograr?

Cristo es la simiente.


[1] Aunque deseo seguir la metodología de la teología bíblica y no usar textos hasta llegar a la sección donde se encuentran en el estudio, me parece necesario a veces reforzar mis afirmaciones temprano en la historia con revelación posterior.

[2] Eva quiere decir vida o viva. Es chavá en hebreo.

[3] La frase “estas son las generaciones de” o “las familias de” da inicio a todas las secciones desde Génesis 2:4 en adelante. La palabra hebrea, toledoth, es del verbo yalad, que quiere decir “dar a luz”. Un yéled es un niño. Lamec, el del toledoth de Caín, se jacta de matar a un yéled. La simiente de Caín no promueve “simiente”.

[4] Casi prefiero “tentación” porque su significado es más claro, pero escojo “infiltración” porque ayuda sentir mejor la lucha.

[5] Israel es la simiente. Son “hijos de Dios” en cuanto a ser la familia que Dios usará para traer a Jesús. Pero también es claro que pocos entre estos “hijos de Dios” son “hijos de Dios” en verdad, es decir, creyentes. Son hijos de Israel físicamente (según la carne) pero no son hijos de Abraham espiritualmente (según el Espíritu, como en Juan 8:44).