En los años que llevo siendo pastor e interactuando con pastores (literalmente toda mi vida), he notado que uno de los ministerios más complejos en la iglesia local es el ministerio de mujeres.

A veces, la “sociedad femenil” de la iglesia llega a ser como una locomotora fuera de control que avanza a toda máquina. El pastor se siente como el pobre maquinista que no puede controlarla o detenerla. Por esto, la actitud de muchos pastores hacia este ministerio es: “¡Sálvese quien pueda!”.

Esta actitud no refleja una perspectiva sana del ministerio de mujeres. Pero sí refleja una triste realidad sobre el ministerio de mujeres:

El ministerio de mujeres intimida a muchos pastores.

¿Por qué? La razón principal: las diferencias entre hombres y mujeres.

En comparación con los hombres, las mujeres son más emocionales y expresivas. Tienen sentimientos definidos sobre muchos temas que a los hombres no nos importan. Cuando existe la necesidad de decidir cómo serán las decoraciones para un evento, cada hermana defiende sus opiniones con pasión y buena argumentación. Para llegar a una decisión, tienen que hablar todos los detalles entre todas las involucradas.

Además, las mujeres tienden a ser más sensibles que los hombres (¡gracias a Dios!) y a enfocarse en las relaciones personales. Esto significa que leen entre líneas, evaluando no solamente qué se dijo, sino quién lo dijo y cómo lo dijo. Cuando llegan a casa, procesan sus impresiones contándoles a sus esposos todo lo que pasó y cada detalle de la conversación. La narración detallada puede frustrar a los esposos y darles la idea de que hubo un conflicto, cuando en realidad solo es la manera en que las mujeres toman decisiones y procesan sus emociones. Con una actitud despectiva y casi machista, muchos hombres resienten todo el “drama” del ministerio de mujeres.

Cuatro reacciones deficientes

Esto provoca diversas reacciones en diferentes iglesias.

  1. Pastores dirigen el ministerio de mujeres. Comparten personalmente las enseñanzas en sus reuniones, toman todas las decisiones y supervisan de cerca el ministerio de mujeres.
  2. Pastores clausuran el ministerio de mujeres (o nunca lo abren). De esta manera, buscan evitar todo tipo de problemas.
  3. Pastores ignoran el ministerio de mujeres. Dejan que el ministerio corra por su propia cuenta, deseando que no se descarrile. Saben muy bien que un día sucederá, pero le ruegan a Dios que por lo menos suceda después… cuando llegue el siguiente pastor.
  4. Pastores se impacientan con el ministerio de mujeres. Menosprecian a las mujeres por todo el “drama” que provocan. Frecuentemente, esta actitud se demuestra en muecas y comentarios despectivos que pudieran revelar un machismo latente.

Todas estas reacciones son deficientes y desaprovechan el increíble potencial que existe en los ministerios de mujeres. El liderazgo de cualquier iglesia debería preguntarse si está cumpliendo con las expectativas de Tito 2:3-4, donde Pablo manda a Tito que mujeres deben enseñar a mujeres. Además, pastores que ignoran o se impacientan con el ministerio femenil, deberían preguntarse si realmente están pastoreando toda la grey de Dios de manera ejemplar (1 P. 5:1-2).

CINCO VERDADES BÍBLICAS

¿Cuál sería una perspectiva sana del ministerio de mujeres? ¿Qué debemos recordar los pastores para tener un sano ministerio de mujeres?

Las mujeres son miembros del cuerpo de Cristo. La identidad principal de cada mujer en su iglesia no es “mujer” sino “miembro del cuerpo de Cristo”. Sí, la Biblia claramente define roles diferentes para las mujeres y los hombres. Pero el mismo apóstol Pablo también afirma que “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá. 3:28). Las mujeres son miembros del cuerpo de Cristo y están en un proceso de transformación espiritual. Necesitan instrucción y dirección pastoral, igual que cualquier otro miembro de la congregación.

Las mujeres son y deben ser diferentes. Las mujeres interactúan de una manera diferente a la que interactuamos los hombres porque Dios las creó así. No deberíamos esperar que las mujeres interactúen de la misma manera que los hombres interactuamos. Cuando hay decisiones que tomar e incluso problemas que resolver, debemos responder con paciencia y gentileza. La aspereza e insensibilidad debería ser erradicada al recordar que Dios quiso que las mujeres fueran diferentes. Igual que el esposo, el pastor sabio debe vivir comprensivamente con las hermanas de su iglesia (1 P. 3:7).

Las mujeres deben ser instruidas por su pastor. El ministerio femenil forma una parte esencial del ministerio de la iglesia. No es algo que existe porque a las mujeres les encantan los convivios. Como ministerio legítimo de la iglesia, los ancianos y pastores necesitan invertir tiempo y energía en darle la instrucción y dirección a este ministerio, igual que hacen con todos los ministerios de la iglesia. Probablemente esto requiera que el pastor mismo estudie sobre el papel bíblico de este ministerio. Estudiar y enseñar sobre estos temas ayudará a que las mujeres no vean su ministerio como un fin en sí mismo, sino que entiendan cuál es su función en la obra que su iglesia local hace.

Las mujeres deben ser instruidas por otras mujeres. Este es uno de los papeles más importantes de la mujer en la iglesia. Pablo manda que las mujeres deben enseñar a otras mujeres a caminar en la fe cristiana (Tit. 2:3-5). Esta enseñanza no se realiza exclusivamente en el programa formal de la femenil, sino que debe ser un estilo de vida donde el discipulado sucede en la interacción de la vida diaria. Aun así, la femenil provee a la iglesia una excelente estructura para obedecer la instrucción bíblica de Tito 2. Cuando un pastor toma el control de la femenil y comparte todas las enseñanzas, pierde una increíble oportunidad de aprovechar este ministerio formal para practicar el discipulado bíblico en la iglesia.

Las mujeres deben servir. Como pastores, debemos aprovechar el potencial del ministerio de mujeres. Este ministerio conforma una de las mejores maneras de movilizar a los miembros más activos y serviciales de la congregación: las mujeres. El amor a Dios y la vitalidad espiritual que las mujeres poseen son un don de Dios para su iglesia. Sería un tremendo error desaprovechar ese potencial por nuestra impaciencia o temor.

CONCLUSIÓN

Lejos de impacientarse, asustarse, clausurar o controlarlo por completo, los pastores sabios tendrán una profunda gratitud a Dios por el ministerio de las mujeres. En vez de pensar “¡Sálvese quien pueda!”, el pastor invertirá tiempo e instrucción en este ministerio. De esta manera, lejos de ser una locomotora fuera de control avanzando a toda máquina, el ministerio de mujeres puede ser motor de movilización para salvación y santificación.