Mis hermanos y yo nos levantábamos muy temprano porque mi papá era maestro y tenía que llegar a la junta de maestros. Recuerdo estar sentada en el sillón de la sala, lista para ir a la escuela, leyendo mi Biblia y orando a las 6:30 de la mañana. Tendría unos 8 o 9 años. Era lo que hacíamos. Había que leer la Biblia. Igual con el devocional familiar. Casi todos los días alrededor de la mesa o en la sala mi papá leía unos versículos y orábamos. Desde una temprana edad, supe que la Palabra de Dios era importante.

Si no estás en la Palabra es porque no crees necesitar a Dios.En retrospectiva, las cosas se ven más claras. Ahora que evalúo mi experiencia de vida con la Biblia, entiendo que por muchos años fue simplemente “una tarea más” que cumplía como buena cristiana. Estoy agradecida con Dios por el hábito inculcado desde mi infancia: el hábito de abrir la Palabra y considerarla. La obra que Dios hizo en mi corazón fue gradual. Cuando tuve que dejar a mi familia en el campo misionero y regresar a mi país para estudiar, Dios empezó a confrontarme acerca del objeto de mi confianza. Al no estar cerca de mis padres, ya no podía confiar en ellos. ¿Confiaría en mí misma? A través de maestros piadosos, y la disciplina de lectura que ya era parte de mi vida, Dios me ayudó a entender que su Palabra es suficiente para darme dirección y sabiduría.

Cada día tú escoges qué hacer con la Palabra de Dios. Y lo que tú decides depende de cómo ves a Dios y a su Palabra, y de cómo te ves a ti misma. Si no estás en la Palabra es porque no crees necesitar a Dios. Lo veo en mi propia vida. Cuando no busco estar en la Palabra es porque “he dejado de necesitar” (según yo) a Dios.

¿Por qué ser una mujer de la Palabra?

Porque solo así entenderás a Dios y a la vida, y te entenderás a ti misma.

Primero, debes ser una mujer de la Palabra por quien eres tú. Eres una mujer creada a la imagen de Dios, pero caída en pecado. La Biblia es un espejo que te revela quién eres. 2 Corintios 3:18 dice: “por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. En ese Espejo puedes ver que eres necia. “Porque mi pueblo es necio” (Jer. 4:22). Te dice que eres ignorante. “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento” (Os. 4:6). “Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia” (Jer. 10:14). Te recuerda que eres débil y susceptible al error. “Se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados” (2 Ti. 3:6). Solo cuando te veas a ti misma en la Palabra, entenderás tu gran necesidad de estar en la Palabra.

Segundo, debes ser una mujer de la Palabra por quien es Dios. Él se revela ahí. “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Ef. 1:17-18). El hecho de que Dios se haya querido revelar a mí en su Palabra debe motivarme a querer buscarle en su Palabra y conocerle lo más posible. Solo cuando veas a Dios en su Palabra, entenderás tu gran necesidad de estar en la Palabra.

Tercero, debes ser una mujer de la Palabra por el camino que traza. Pasar tiempo en la Palabra de Dios te guía por el camino de la bendición. Hay claras promesas de Dios para los que aman la Palabra. “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Jn. 15:7). También hay principios claros que indican lo mismo. El Salmo 1 nos habla del hombre que pasa tiempo y se deleita en la Palabra de Dios, y, como resultado, todo lo que hace prospera. Solo cuando veas el valor de la sabiduría de la Palabra de Dios, entenderás tu gran necesidad de estar en la Palabra.

Quizá estás un poco más convencida de tu necesidad de estar en la Palabra continuamente, pero ¿cómo se ve eso?

¿Cómo es una mujer de la Palabra?

Una mujer de la Palabra se destaca por sus actitudes hacia la Palabra.  Primeramente, viene ante la Palabra con una actitud de humildad. Ella sabe que no puede sola con la vida. Esta actitud es esencial para que puedas mirar en el espejo de la Palabra y aceptar lo que ves ahí. Tienes que ser como el publicano en Lucas 18 que no veía nada de su propia justicia y solo veía su necesidad. Jesús contó esta parábola a personas que “confiaban en sí mismos” (Lc. 18:9). No podían acercarse a Jesús o a la Ley con humildad porque tenían una opinión elevada de su propio conocimiento y bondad.

La mujer de la Palabra también se acerca a la Palabra de Dios con una confianza plena. En lugar de confiar en sí misma, decide confiar en Dios y su Palabra. ¿Entiendes cómo estas dos cosas se excluyen? O confías en ti misma, o confías en Dios y lo que Él dice. Me refiero a una confianza completa que no necesita entender todo, ver prueba de todo, o “sentirse bendecida” o “en paz”. “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gá. 3:6, Gá. 3:9).

La tercera actitud esencial de la mujer de la Palabra es el amor. Su corazón debe clamar con el de David, “Oh, cuánto amo yo tu ley; todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). ¿Puedes decir que amas la Palabra de Dios? ¿Te deleitas en ella? “Sino que en la ley de Jehová está su delicia” (Sal. 1:2).

Cuando una mujer tiene las actitudes correctas hacia la Palabra de Dios, es natural que ciertas acciones sean parte de su vida. Ella la lee, la memoriza, la medita, la escucha, y la obedece (Jos. 1:8; 1 Ti. 4:13; Sal. 119:11). Hace uso diario del espejo divino que Dios le ha provisto. ¿De qué maneras puedes implementar ciertas acciones que te ayudarán a estar más en la Palabra y a la Palabra en ti?

Tener la disciplina constante de abrir tu Biblia y leer unos cuantos versículos no es suficiente para ser una mujer de la Palabra—una mujer que se entiende a sí misma, conoce a Dios, y busca la sabiduría necesaria para seguir el camino de vida. Para esto es necesario venir en humildad y confianza, amando la Palabra y al Dios de la Palabra. ¿Has intentado acercarte a Dios y a su Palabra solo por disciplina? Ve hoy ante Él en oración humilde, pidiéndole que te haga consciente de tu desesperada necesidad de Él cada día. Solo en esta posición llegarás a ser una mujer de la Palabra.