Cada año me ilusiono, soñando con las vacaciones en familia. Mi esposo y yo tenemos muchas responsabilidades por nuestros trabajos y el ministerio, ¡además de tener 3 niños! Si tan solo pudiéramos escaparnos un rato de la rutina para recargar pilas… ¡nos ayudaría tanto a quitar todo el cansancio y estrés acumulado del año! ¿Alguien más se siente así?

Puedo visualizarme tranquila en la alberca, con mis hijos contentos a mi alrededor. No puede faltar la excursión a las ruinas o a alguna capilla histórica; todos mis hijos vestidos en outfits muy chulos para las fotos de recuerdo —totalmente “Instagram”—. Toda la familia disfruta de nuestra nueva aventura, sin pelear o quejarse de caminar tanto, por supuesto.

Este año, sucedió que encontramos nuestro lugar soñado para vacacionar. Tenía un precio bajo, y se conectaba con un viaje que ya teníamos planeado hacer. Además, aunque generalmente llevo trabajo conmigo para las “vacaciones”, este año había arreglado todo para no trabajar durante una semana.

¡Ahora sí íbamos a descansar!

Todo iba bien hasta el día que salimos hacia nuestro destino. En el viaje, se nos enfermó nuestro hijo de 2 años —al punto de no poder dormir bien ni dejarnos dormir a nosotros—. Cada noche, su tos era tan fuerte que el pobre dejaba de respirar y luego vomitaba. Casi se nos llenó el horario con diferentes diligencias, visitas al doctor y horas insistiendo que el bebé tomara la medicina sin broncoaspirarla. Para colmo, recibimos la noticia de que habían robado en el edificio de nuestra iglesia y se habían llevado casi todas las cosas de valor.

Parecía que nuestro anhelado descanso estaba fuera de nuestro alcance.

Y fue entonces que me di cuenta de que mi corazón idólatra buscaba la paz y el descanso donde nunca los encontraría.

En unos ratos cuando mi bebé dormía, pude leer la Palabra y un buen libro Cristocéntrico. Precisamente me tocó leer estos pasajes:

“Jesús les respondió: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás(Jn. 6:35 NTV).

Mi sed ya ha sido satisfecha en Cristo. Y Él me invita continuamente a regresar al descanso que me brinda mi comunión con Él.

“Cada vez él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí” (2 Co. 12:9 NTV).

Su gracia es todo lo que necesito. ¡No quiero vivir según mi propio plan y perder la experiencia y plenitud de su poder!

Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios(Hch. 20:24 NTV).

Como el apóstol Pablo, yo también tengo una tarea de compartir la Buena Noticia de la gracia de Dios —comenzando con mi propia familia—. Si ellos no ven la gracia de Dios en mí, puede ser que nunca crean que es suficiente para ellos.

“Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre(2 Co. 4:17 NTV).

Esta etapa de tener hijos pequeños, e incluso toda esta vida, se acabará muy pronto. ¡Vivo para lo que permanece para siempre!

Y ese fue todo el descanso que necesitaba. Mi encuentro con Cristo a través de su Palabra me refrescó tanto que ni siquiera resentí el no haber podido disfrutar el jacuzzi de los departamentos donde nos quedamos. Experimentar la gracia de Dios en mi debilidad es mucho mejor que tener las vacaciones perfectas —y lo pude comprobar con estas vacaciones que no cumplieron con mis expectativas—.

Dios, en su amor, sí permite a sus hijos descansar de muchas formas. A pesar de todo, sí pudimos disfrutar de varios momentos hermosos en esta ocasión. Pero agradezco la gracia del Señor que me permitió ver mi idolatría de anhelar las vacaciones. Ningún buen regalo de Dios debe ser la respuesta a mi necesidad de descanso. Dios me recordó que solamente en Él puedo hallar la verdadera paz que mi corazón anhela.


Kristen McDaniel de Hernández, madre de tres hijos, está casada con Joel Hernández, quien es maestro en la Universidad Cristiana de las Américas. Por la gracia de Dios, sirve con su esposo en la plantación de la Iglesia Bautista El Evangelio en San Nicolás de los Garza, NL. Allí, Kristen está encargada del ministerio de mujeres.