LEE 1 REYES 19

“…y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida” (1 R. 19:4).

El suicidio es inmencionable para muchos. No pueden imaginar el llegar tan bajo como para considerar tal opción. Me alegro por ellos. El suicidio, o auto-homicidio, debería ser impensable. Pero la realidad es que algunos de los grandes héroes de la fe han contemplado el suicidio. ¿Como quién? Como Moisés (Nm. 11:14-15). Como Elías (1 R. 19:4). Como Job (Job 3:1-3; Job 7:15-16). Como Jeremías (Jer. 20:14-18). Como Jonás (Jon. 4:3, 8). Quizá como Pablo, dependiendo si 2 Corintios 1:8 significa que él pensó que moriría, o si él quiso poder morir. Si hombres así pueden contemplar el suicidio, sería necio de nuestra parte evitar el tema. Después de todo, ignorar un tema incómodo no hace que desaparezca.

John Bunyan está de acuerdo, abordando con franqueza el suicidio en el Progreso del Peregrino. Cristiano y Esperanza (¿y Bunyan?) están atascados en el calabozo del Castillo de la Dudas, atormentados por Gigante Desesperación, y oprimidos por necesidad, golpes, y culpa. Gigante les insta a poner fin a su sufrimiento:

“Ya que jamás han de salir de este lugar, su único remedio es suicidarse, sea con cuchillo, cuerda o veneno; pues, ¿cómo habéis de querer una vida tan llena de amargura?”.

Bunyan describe su lucha agonizante y su eventual liberación a través de las promesas de Dios escondidas en su corazón. Bunyan, un fiel pastor, ayudó así a su rebaño perseguido y empobrecido, instándole a aferrarse a las promesas de Dios en lugar de tomar trágicamente sus propias vidas. En muchos aspectos, Bunyan retrata la condición de Elías en 1 Reyes 19. Podemos aprender mucho de su deseo de morirse y del rescate que Dios le dio de sí mismo.

Las causas del desánimo de Elías son conocidas. Santiago 5:17 nos dice que el gran Elías fue un hombre sujeto a las mismas debilidades que todos nosotros 1 Reyes 19 podría llamarse la “Exhibición A”. Inmediatamente después de su triunfo sobre los profetas de Baal en el Monte Carmelo, Elías se derrumbó. Aunque algunos de los detalles de su situación fueron milagrosos y, por ende, únicos, los ingredientes básicos de su abatimiento suicida son atemporales.

  • Él acaba de tener una “experiencia en la cima” —literalmente (1 R. 18)—. Había ganado una gran victoria, lo cual muchas veces lleva a un gran bajón. Espéralo.
  • Él había sido amenazado (1 R. 19:1-2). Estaba preparado para una batalla religiosa, pero no para la persecución que esta invitó. El profeta que se opuso valientemente a 450 profetas de Baal (quizá gastando así toda la determinación que había en su “tanque”) huyó corriendo de una solitaria mujer, la malvada Jezabel.
  • Había corrido de Jezabel, rápido y lejos (1 R. 19:3-4a). Exhausto en todo sentido —físicamente, mentalmente, emocionalmente, y espiritualmente—, pidió a Dios que le matara (1 R. 19:4b). Irónicamente, el temor a morir en la mano de Jezabel le llevó a desear morir en la mano de Dios. El agotamiento es peligroso. Mi amigo Jim Berg ha dicho frecuentemente: “soy tan espiritual como estoy descansado”.
  • Se sentía solo (1 R. 19:10). Evitó ser mártir, pero sucumbió ante el complejo de mártir. Supuso que todos los demás se habían inclinado a Baal. Su soledad fue cruel, y le aplastó.

La respuesta de Dios al desánimo de Elías es gentil. Con demasiada frecuencia, respondemos a la depresión diciendo a las personas que lean su Biblia, oren, y que salgan adelante. No tomamos en serio la oscuridad de su mente y corazón. Sin embargo, Dios responde con una tremenda compasión.

  • Dios se dirigió a las necesidades físicas de Elías, dándole descanso y comida (1 R. 19:5-7). Cabe notar que hacerse una revisión médica es una buena idea en tiempos de depresión prolongada. Posiblemente, una condición física esté causando o contribuyendo a tu abatimiento. He pasado por eso.
  • Dios se revela a Elías (1 R. 19:11-13). La comunión con Dios ayudará a despejar las tinieblas. Lucha contra tus pensamientos destructivos, reemplazándolos en oración con verdades bíblicas.
  • Dios le proveyó de ayuda humana a Elías (1 R. 19:15-17). La depresión prospera en la soledad. Parte de la solución son otros creyentes, especialmente en tu iglesia. No luches contra pensamientos suicidas en privado mientras sonríes en público. ¡Sé lo suficientemente transparente como para buscar ayuda humana!

Si estás contemplando el suicidio, no eres el primero. Pero no debes sucumbir ante las promesas vacías de alivio. El suicidio es egoísta. Es homicidio. Y es evitable. Pídele a Dios —y a amigos piadosos— que te ayuden. La gracia sea contigo.

Permite que el Evangelio te de la perseverancia que necesitas para vivir para la gloria de Dios. —Chris


Este artículo proviene de «Gospel Meditations for the Hurting», un devocional de 31 días que puede adquirir en Church Works Media.