Las filosofías y teorías de crianza abundan. Crianza respetuosa, crianza con apego, disciplina positiva, crianza natural, conductismo, crianza tradicional… Todos hemos tenido amigos que nos dejan mareados con su rotación de métodos de crianza cada mes. Nunca sabemos si llegarán con la vara o la papilla orgánica en la pañalera. Este mes el bebé duerme con sus papás en su cama y nunca se separa de su madre, y al siguiente mes pasa horas de “tiempo de estimulación” a solas.

¿Cómo saber cuáles estilos de crianza convienen? ¿Es el pediatra o la psicóloga infantil la mejor fuente de conocimiento? ¿Qué hacer con toda la información que se comparte en redes sociales y entre amigas?

Observo un fenómeno que me deja perpleja. Me refiero a creyentes fieles que buscan el consejo de Dios sobre el matrimonio, la vida en la iglesia, el trabajo, e incluso sobre cómo discipular a sus hijos adolescentes. Pero cuando reciben la noticia de que están esperando un bebé, muy pocos padres cristianos se preguntan: “¿Cómo podemos criar a nuestro hijo, desde su primer día de nacido, de una manera bíblica?”. Entonces asisten a clases seculares de crianza y cuidado de bebés. Consultan libros, revistas, y páginas de internet seculares. Se unen a grupos de apoyo, o consultan con otros padres de su misma edad. Normalmente no ven a los hermanos mayores en su iglesia como una buena fuente de consejo en temas prácticos de crianza. “El mundo en el que estamos criando a nuestros hijos es uno muy distinto al suyo”, dicen.

¿Crianza bíblica o secular?

Al parecer, los padres cristianos de hoy piensan que la Biblia empieza a servir en la crianza a partir de cierta edad. Sin embargo, cuando se comienza la jornada de crianza en un camino sin Dios, es muy difícil cambiar de dirección repentinamente cuando el niño cumple 3, 5, o 10 años.

Considera lo siguiente:

  • Cuando un bebé recibe la completa atención de su mamá 24/7, sin despegarse nunca de ella, ¿en qué punto le enseñas que el mundo no gira alrededor de él? Y ¿cómo puede esa mamá concebir que ella no es la persona más importante en la vida de su hijo?
  • Cuando un niño de un año y medio supuestamente no es capaz de expresar un deseo que no sea una necesidad, ¿en qué punto un padre cristiano le enseña que su corazón es egoísta e insaciable?
  • Cuando se le ha enseñado a un niño de 7 años que cada emoción suya se debe expresar sin inhibición alguna, ¿cómo le enseñas que no puede gritarle a la maestra y a sus compañeros?

Entonces, ¿provee la Biblia lo que los padres de un recién nacido necesitan? ¿Provee suficiente dirección para padres de preadolescentes y jóvenes?

Es cierto que la Biblia no es un manual de crianza. Es mucho más. Es la revelación completa y suficiente de la persona y obra de nuestro Creador. El que te hizo a ti y a mí, y a nuestros hijos, nos da toda la sabiduría e instrucción que necesitamos para criar a nuestros hijos. No nos dice dónde debe dormir la bebé, o si está bien que coma carne antes de cumplir el año, o si es mejor educar en casa, o qué tipo de música debe escuchar un adolescente.

La Biblia, más bien, nos revela el carácter de Dios que debemos imitar, y principios de vida que debemos practicar. Estoy plenamente convencida de que la Palabra de Dios, junto con la comunidad de creyentes, puede proveernos a los padres lo que ninguna página de internet, ningún grupo de apoyo, y ningún psicólogo puede proveer.

Tres verdades esenciales

Te comparto tres verdades esenciales que distinguen la perspectiva bíblica de la perspectiva secular de crianza. Y más abajo, te sugiero algunos filtros por los cuales puedes pasar todo lo que oyes, lees, y observas en cuanto a la crianza.

1. Tu hijo nace pecador con un corazón engañoso (Ro. 3:23, Jer. 17:9).

La perspectiva fundamental de los doctores, psicólogos, y padres inconversos sobre la naturaleza de tu hijo es lo opuesto a la perspectiva bíblica. Cada consejo, cada método de disciplina, cada sugerencia para lograr algún cambio de conducta está basado en una premisa errónea. El omnisciente diseñador de tu hijo declara que cada persona que nace sobre la faz de esta tierra hereda la naturaleza caída de Adán (1 Co. 15:22).

Creer la mentira de que tu hijo es inocente por naturaleza impactará tu crianza desde el día que nazca. Un bebé es capaz de exigir lo que no necesita, enojarse a pesar de tener sus necesidades suplidas, y llorar por ninguna razón. Un niño de dos años es capaz de manipular para lograr lo que quiere, porque tiene una naturaleza egoísta y orgullosa. Si no crees esto, no reconoces su verdadera condición. Por lo tanto, no podrás apuntar a tus hijos hacia Cristo, la fuente de la verdadera solución de su pecado.

2. Los padres tienen autoridad divinamente otorgada.

Existe una reacción de esta generación contra el estilo de crianza de generaciones pasadas, y el asunto clave es la autoridad. Como ha existido mucho abuso de autoridad en la disciplina de padres hacia hijos, de jefes hacia empleados, y de pastores hacia su congregación, hoy en día no es popular ejercer autoridad en ningún ámbito. En empresas y escuelas se utilizan términos como “trabajo en equipo” y “facilitadores” para eliminar la idea de autoridad. Se han producido algunos cambios buenos y necesarios en la sociedad, pero esta filosofía también ha contribuido a una reacción antibíblica de parte de padres cristianos.

Dios claramente otorga autoridad a los padres en el hogar, y un día pedirá cuentas por ella (Ef. 6:1-4; 1 Ti. 3:4). De hecho, Dios es nuestra autoridad suprema, y ha establecido autoridad humana en cada área de la sociedad (Ro. 13:1-2; 1 Pe. 2:13). No podemos temer a los hombres y dejar de ejercer la autoridad sobre nuestros hijos. Somos un regalo que Dios ha dado a nuestros hijos para encaminarlos hacia Él.

Muchos estilos de crianza y sugerencias para resolver conflictos y mala conducta están basados en ser “compañero de vida” de tu hijo. Esta manera de pensar enseña que debes andar a su lado y apoyarle sin imponerle nada que él no quiera hacer. También enseña que pensar que tienes autoridad sobre tu hijo es una falta de respeto, porque es considerarte a ti mismo como una persona de mayor valor. Indudablemente esta es una perspectiva antibíblica. Ciertamente debemos caminar en humildad con nuestros hijos como pecadores necesitados de la gracia de Dios, pero no debemos abandonar la tarea que Dios nos ha dado de instruir, corregir, amonestar, y guiar.

3. El objetivo final de la crianza es espiritual y eterno.

Toda filosofía de crianza secular se basa en criar hijos que sean buenos ciudadanos, emocionalmente equilibrados, y felices en esta vida. Dios nos presenta un cuadro mucho más trascendente. Nos creó para glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre (Is. 43:7). Este mundo no es mi hogar, ni es el hogar permanente de mis hijos. ¿Es aceptable desear que sean emocionalmente equilibrados, socialmente amables, y económicamente estables? ¡Claro que sí! Es natural desear estas cosas para nuestros hijos. Pero ¿con qué fin? Si nosotros como padres vivimos para el éxito y comodidad terrenal, no criaremos a nuestros hijos en preparación para la vida eterna. Cada pequeña conversación, regaño, decisión, y actividad que hacemos con nuestros hijos les comunica nuestra meta de vida.

Esa publicación en internet que suena tan sabia en su manera de sugerir cómo motivar a tu hijo a mejorar sus calificaciones está basada en buscar su bienestar terrenal. Como creyentes, perseguiremos muchas de las mismas metas prácticas para nuestros hijos que también tienen los inconversos. Buscaremos que aprendan a caminar, a comer bien, a usar el baño, a leer, a portarse bien, a estudiar, a llevarse bien con sus compañeros, y a desarrollar habilidades y talentos. Lo que nos debe distinguir es la meta final hacia la que corremos (Heb. 12:1-2; Ecl. 12:13).

Hay muchas verdades bíblicas que podríamos seguir enumerando, pero estas tres contribuyen de manera importante a la cosmovisión que los padres debemos tener. Te dejo con algunas preguntas que puedes utilizar para discernir entre consejos de crianza.

Esta filosofía o consejo…

  • ¿Niega la condición real del corazón pecaminoso y rebelde de mi hijo?
  • ¿Me hace sentir culpable por ejercer autoridad en la vida de mi hijo? ¿Se burla de la idea de ser autoridad?
  • ¿Llama bueno lo que la Biblia llama malo, o viceversa?
  • ¿Presenta a mi hijo una motivación o meta que no sea en última instancia para la gloria de Dios?
  • ¿Pone al niño, sus deseos y necesidades, como el centro del hogar? ¿Toda la vida de mamá tiene que girar alrededor de él?
  • ¿Sugiere la búsqueda de identidad o satisfacción en algo que no sea Dios mismo, su gloria, y la comunión con Él?
  • ¿Me lleva a pensar que con mis esfuerzos puedo lograr que mi hijo salga bien?
  • Al usar este método, ¿estaré desobedeciendo la indicación bíblica de “criarlos en la disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4)?


Este artículo fue publicado en Coalición por el Evangelio. Usado con permiso.