¿Qué es la separación subjetiva, y qué es la separación bíblica? Yo creo en una y rechazo la otra. Vamos a analizarlas. La separación bíblica se basa en el discernimiento y enfatiza lo que la Biblia dice claramente. La separación subjetiva no ejerce el discernimiento y crea pleitos donde la Biblia no dice nada o donde Dios da lugar a diferencias de conciencia.

En esta publicación, voy a suponer que usted cree que el creyente ha sido llamado para crecer en una santidad práctica (abandonar el pecado); y que el cristiano ha sido llamado a proteger la doctrina pura de la Palabra de Dios (vea el apunte 1 en la posdata).

Entonces, ¿cómo debemos tratar asuntos de conciencia y áreas de subjetividad? ¿Qué hacemos con creyentes que difieren de nosotros en temas donde la Biblia permite diferencias? (Hay muchas áreas así en la práctica). Pues, no, Dios no me da permiso de separarme de otros creyentes “por cualquier razón que me dé la gana”. De hecho, Dios explícitamente prohíbe la censura subjetiva sobre posturas de preferencia. (Romanos 14 es de particular importancia en tales asuntos —vea el apunte 2 en la postdata—).

Jesús mismo trata este juicio subjetivo con sus discípulos:

Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es” (Lc. 9:49-50).

La respuesta de Jesús es tan contundente, tan llena de gracia y tan definitiva —me asombra que no nos afecte más profundamente y nos impida condenar o calumniar a otros fieles cristianos sobre asuntos de preferencia personal—.

Esta es la esencia de mi lucha con la separación subjetiva. No veo instrucciones en la Palabra de Dios que apoyen el fraccionar a los creyentes sobre cuestiones debatibles. No veo que las Escrituras me den la autoridad de condenar y “menospreciar” a otro seguidor de Jesús (que está siguiendo su conciencia) por un simple método diferente o por un tema con el que no estoy familiarizado.

Hoy en día, segmentos fraccionados del cristianismo se están fraccionando todavía más, pero las “razones” de esta fragmentación no son asuntos bíblicos sustanciales o temas de pecado claro y manifiesto. Las razones son meramente subjetivas, personales, preferenciales y a menudo sobre asuntos diminutos y secundarios. A veces las razones son completamente institucionales —“Yo soy de Pablo; y yo de Apolos” (1 Co. 1:12). (1 Corintios 3 llama a esto carnalidad).

¿Por qué algunos cristianos se obsesionan con cosas que no son importantes en la Biblia? ¿A dónde se fue nuestro discernimiento? ¿Qué paso con la discreción y el espíritu de cooperación y ánimo?

¿No somos “colaboradores de Dios”? (1 Co. 3:9). A lo mucho, ¿no se nos manda a “no prohibírselo” y a no “menospreciar” a los que están predicando y enseñando la verdad de Dios fielmente? ¿Realmente somos los enemigos de aquellos que, siguiendo su conciencia, viven vidas distintas y declaran el Evangelio a la cultura donde ministran? ¿No hemos recibido directrices bíblicas de dar margen, gracia, paciencia y gentileza en asuntos de conciencia?

La separación bíblica no es lo mismo que la separación subjetiva. La separación subjetiva es destructiva al ministerio del Evangelio porque enfrenta hermano contra hermano sobre temas de opinión personal (disputas debatibles) y contenciones sin sentido.

Las instrucciones de Pablo a Tito tratan este tema:

“Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” (Tit. 3:9-10).

Es muy simple —evita cuestiones necias y debates sobre conductas que varían de cultura en cultura (como entre la judía y la griega), y defiende la verdad contra la herejía—. Evita divisiones en debates necios. Sé valiente en rechazar la herejía doctrinal. ¿Puede ser más claro?

¿Cuáles son las diferencias entre la separación bíblica y la subjetiva?

— Separación subjetiva = Sepárate de él a mí.

— Separación bíblica = Sepárate del error/pecado a Dios

— Separación subjetiva = ¿Cómo me siento sobre ti?

— Separación bíblica = ¿Qué dice Dios claramente sobre la verdad?

— Separación subjetiva = Debes seguir mi conciencia.

— Separación bíblica = Debes seguir tu conciencia.

— Separación subjetiva = Me rindes cuentas a .

— Separación bíblica = Le rindes cuentas a Dios.

— Separación subjetiva = Yo soy la vara de medir.

— Separación bíblica = Jesús es la vara de medir.

— Separación subjetiva = Si eres como yo, te acepto.

— Separación bíblica = Si Jesús te acepta, te acepto.

Lucho con la separación subjetiva simplemente porque es subjetiva. Las normas cambian y usualmente solo tienen sentido para las personas que construyeron la cerca —y para los que son de su grupo/región/compañerismo/cultura/etc.—. O sea para los que viven dentro de la misma burbuja, la subjetividad ha sido cimentada y fijada; y el grupo ve sus preferencias como algo objetivo —como el “no comer carne” tenía sentido para el judío del primer siglo, pero era algo completamente extraño para un gentil recién convertido—.

Los que no pertenecen al grupo/región/compañerismo/cultura/etc. pueden detectar la subjetividad con mayor claridad porque no están tan emocional o relacionalmente ligados al tema. Tristemente, a menudo, fieles cristianos que aman la verdad pero no se identifican con ciertas preferencias culturales de otro son “menospreciados” o peor —calumniados y atacados por otros cristianos fieles—. (Vea el apunte 3 en la postdata que trata con 2 Cor. 6:17).

Yo lo he experimentado ocasionalmente. Las personas más críticas, dañinas y calumniadoras contra los esfuerzos de nuestra iglesia en Nueva Inglaterra, irónica y sorprendentemente, no son sectas o secularistas (y eso que estos grupos no están contentos con que florezca el Evangelio en Nueva Inglaterra). Sorprendentemente, las voces más manifiestamente dañinas y abiertamente calumniadoras son las voces de otros cristianos, y especialmente líderes cristianos. Esto me deja perplejo —especialmente cuán seguido sus críticas son categóricamente mentiras o distorsiones deliberadas, y cuán pocos, de hecho, me contactaron para hacerme una simple pregunta—.

Hace cinco años, un sabio pastor y líder me dio un maravilloso consejo que él escuchó de Lester Roloff. Cito al Dr. Rolof: “Nunca dejes que las opiniones de otros hombres limiten tu ministerio”. Cuando le pregunté a qué se refería el Dr. Roloff, me dijo: “Dios te dirigirá a hacer cosas diferentes en Nueva Inglaterra que no se han hecho anteriormente. Y no pasa nada. Sigue la dirección de Dios y no dejes que las críticas de los hombres impidan que obedezcas la dirección de Dios para tu ministerio”.  Agradezco este sabio consejo, y, aún más, agradezco su confianza en mí, sabiendo que no habría manera en que yo comprometiera la verdad bíblica.

Por eso, la calumnia nunca ha tomado mi tiempo o energía emocional. No me sorprende. De cierta manera, me preocupa que, siendo líderes cristianos, podamos ser carnales o compararnos con otros. Esta inseguridad y conducta motivada por la política religiosa aleja a los incrédulos y a nuestros propios hijos.

Mientras el mundo a nuestro alrededor se está colapsando y millones de personas todavía no tienen el Evangelio, ¿cómo podemos tener tiempo, energía y deseo de criticar y calumniar a otros fieles cristianos? ¿Cómo podemos transmitir al mundo perdido un Evangelio tan contencioso? Esta conducta me deja pasmado, especialmente al ver a grupos que creen la Biblia fragmentándose, fracturándose y dividiéndose para hacerse más y más pequeños —sobre temas que son más y más absurdos—. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros (Gá. 5:15).

Ver cómo se despliega la separación subjetiva entre creyentes de sana doctrina es triste y desalentador para los muchos que quieren luchar juntos por la fe del Evangelio (Fil. 1:27).

La separación subjetiva se basa en la política. En realidad, nunca se basa en doctrina. No se centra en temas de importancia bíblica. Normalmente se trata de agradar a nuestro “grupo”. Se trata de humillar a otro para exaltarme a mí mismo. Se trata de arrinconar a otro para engrandecerme a mí. Se trata de dividir círculos que ya son pequeños en círculos aún más pequeños —acentuando las diferencias microscópicas para incrementar mi control o influencia dentro de “mí círculo”—. Se trata de hacerme a mí la vara de medir por la cual todos los demás se deben regir.

Te invito a ser un creyente discerniente, fundamentado en las Escrituras —acogiendo a la separación bíblica pero rechazando la separación subjetiva—. Conoce lo que enseña la Biblia y defiéndelo. Pero conoce lo que la Biblia no enseña y rehúsa imponer temas extrabíblicos sobre la Palabra y el pueblo de Dios. La honestidad intelectual debería ser el sello del cristianismo bíblico.

Rehúsa dejar que tu corazón o actitud se infecte en contra de otros fieles creyentes bíblicos. Rehúsa mentir, calumniar o imponer tu opinión a una iglesia u otro cristiano en temas de conciencia o de métodos que simplemente son nuevos a tu experiencia, preferencia o mentalidad.

La separación subjetiva está matando el corazón del ministerio cristiano para muchos. Las familias cristianas de hoy en día y los líderes cristianos, más que nunca, necesitan ver cristianos que están arraigados, fuertes, teológicamente firmes; pero también llenos de discernimiento y gracia, y luchando juntos con otros creyentes bíblicos.

Que Dios nos dé una disminución radical en la separación subjetiva y un incremento masivo de discernimiento bíblico que avance el Evangelio en una cultura cada vez más secular y pagana.


Posdata

Apunte 1: la práctica de pecados flagrantes es descrita como “andar desordenadamente” en 2 Tesalonicenses 3:6-7. Judas 3-4 nos anima a “contender ardientemente por la fe” y menciona a los que convierten la gracia de Dios en libertinaje. Gálatas 1:7 describe a los que “pervierten” el Evangelio de Jesucristo. Muchos ejemplos más pudieran ser mencionados.

Apunte 2: Romanos 14 nos instruye a:

  • No involucrarnos en contiendas sobre temas debatibles (v. 1).
  • A reconocer que nuestras diferentes culturas pueden producir diferentes preferencias (v. 2).
  • A no menospreciar a juzgar a los que tienen normas diferentes en temas de conciencia (v. 3).
  • A permitir que otro hermano tenga margen y gracia porque él dará cuentas a Dios (v. 4).
  • A no requerir que otros creyentes me rindan cuentas a mí (v. 4).
  • A permitir que, cuando otros difieren de mis opiniones, estén “plenamente convencidos en su propia mente” (v. 5).
  • A reconocer que la subjetividad existe en algunas áreas del vida y ministerio cristiano (v. 5).
  • A aceptar que personas pueden hacer cosas de diferentes maneras y ser aceptados por Dios (v. 6).
  • A aceptar que Dios acepta a personas que tienen una conciencia diferente a la mía (v. 6).
  • A reconocer que cada siervo de Dios rendirá cuentas a Él (vv. 7-8).
  • A rehusar juzgar, comparar o medir a otros usándome a mí mismo como la vara de medir (v. 10).
  • A rehusar “menospreciar” a otro fiel hermano (v. 10).
  • A permitir que cada hombre viva según su conciencia delante de Dios, que es su Señor (v. 10).
  • A permitir que Dios sea el juez y que yo sea un colaborador y amigo cristiano (v. 10).

Apunte 3: Muchas veces se tergiversa el pasaje de 2 Corintios 6:17. Este pasaje trata los asuntos específicos de idolatría y adoración pagana, pero es usado equívocamente en la interpretación subjetiva, y amoldado para apoyar las preferencias personales. En esencia, separado de su contexto, este versículo puede significar cualquier cosa que alguien quiera que diga.


Cary Schmidt es el pastor principal de Emmanuel Baptist Church en Newington, CT, donde sirve con su esposa Dana. Tiene tres hijos adultos: Lance, Larry y Haylee; también, dos nietos: Chad y Charleigh. Hace seis años, tuvo cáncer, algo que Dios usó profundamente en su vida. La crónica de su experiencia se relata en su libro Off Script.


Publicado originalmente en www.caryschmidt.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.