Hace poco, aprendí una palabra nueva: la «atiquifobia», el temor al fracaso personal. Pero, aunque la palabra es nueva para mí, el concepto ciertamente no lo es. Como tú, yo experimento muchas formas de estrés en mi vida, pero quizás el que enfrento con mayor frecuencia es el temor al fracaso.
Quizás, como yo, a veces sientes que el mundo está en tus hombros. La duda que agobia tu mente día y noche es: «¿Tendré éxito hoy?». Si eres estudiante, sientes que todo tu futuro descansa en tu habilidad de cursar con éxito el examen de mañana. Si eres padre de familia, cada día sientes la carga de tener éxito en tu trabajo. Como líder espiritual, sin duda buscas éxito en guiar a quienes sirves. Y, quizás tengas la tentación de ver a la Biblia como simplemente otra fuente más de posibles fracasos. Después de todo, ¿no tiene ella listas largas de reglas, responsabilidades, y expectativas?
Entonces, ¿cómo debo pensar acerca de mis fracasos? ¿Qué dice la Biblia al respecto? Para comenzar, la Biblia nos dice con absoluta claridad que «no nos ha dado Dios espíritu de cobardía» (2 Ti. 1:7). O sea, si eres controlado por el temor, no lo produjo Dios en ti. Es obra de tu vieja naturaleza.
Pero la Biblia nos lleva más allá, quitando nuestra atención de nuestro fracaso e invitándonos a considerar lo opuesto: el éxito. La Biblia me enseña que el éxito es hacer lo que Dios dice. En las palabras del profeta Miqueas: «Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Mi. 6:8). Pero, esto es precisamente mi problema, ¿no? Me propongo seguir a Dios, y me acecha el temor: “¿Y si no estoy haciendo todo lo que debería hacer?”.
¿Es posible saber que estás sirviendo a Dios con éxito? ¡La Biblia nos dice que sí! Aquí hay cuatro verdades que enfocarán tu servicio y te darán la confianza de que no tienes que temer al fracaso.
1. El Presente: El éxito existe en el ahora, no en el mañana NI EN EL AYER
Mateo 6:34 dice:
«Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal».
Siendo honesto con mi propio corazón, reconozco que una causa tremenda de mi estrés diario es el afán por el mañana. ¿Qué pensarán de lo que he preparado? ¿Se completará este proyecto que estoy negociando? ¿Tendremos salud para el viaje familiar?
La Biblia te da permiso de enfocar tu atención solo en el hoy, porque el mañana tendrá sus propias preocupaciones. Esto no excluye la planeación (Lc. 14:28, Pr. 15:22), pero sí nos enseña a vivir en el aquí, en el ahora.
Para acabar con tu temor al fracaso, debes dejar de afanarte por el futuro o por el pasado, y enfocarte en el ahora.
2. El Proceso: el éxito se mide en la siembra, no en la siega
1 Corintios 3:6-8 dice:
«Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor».
En términos futbolísticos, este versículo pudiera decir: «yo di el primer pase, luego Apolos la asistencia, pero Dios se llevó la gloria con el gol».
El punto es que Pablo y Apolos tuvieron éxito, pero no por la calidad de la siega, sino por cumplir su papel fielmente en el proceso de la siembra. Por eso, Pablo dice que «cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor».
Para acabar con tu temor al fracaso, debes dejar de afanarte por el resultado de tu labor, y poner toda tu energía en el proceso.
3. El Propósito: el éxito ENCUENTRA SU MOTIVACIÓN en GLORIFICAR A dios
1 Corintios 10:31 dice:
«Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios».
Los logros más espectaculares en la historia siempre han sido impulsados por las motivaciones más fuertes. El deseo de proteger a sus camaradas motiva a un soldado a saltar sobre una granada activa. El afán de escapar de la pobreza inspira a un joven a trabajar incansablemente y edificar una megaempresa. El amor de una madre le impulsa ponerse entre un camión y su hijo.
¿Te has preguntado si tu fracaso —o el temor a ello— es debido a que tu motivación por el éxito es muy pobre? Tal vez, la duda que sientes no es tanto por algo que no entiendes, sino porque no tienes una visión clara de por qué debes hacer lo que estás haciendo.
Imagínate si cada actividad en tu día —incluso lo que comes y bebes— fuese motivada por dar mayor atención a Dios. Entre otras cosas, verías tu temor del fracaso, y dirías «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Jn. 3:30).
Para acabar con tu temor al fracaso, debes dejar de afanarte por motivaciones pobres, y vivir cada detalle de tu vida para la gloria de Dios.
4. El Perdón: el éxito incluye fracaso y restauración
1 Juan 1:9 dice:
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad».
La Biblia no solamente supone nuestra tendencia al pecado, se anticipa a ella.
El sentir más devastador para un cristiano es causado por el pecado en su vida. O sea, yo mismo estoy alimentando mi temor al fracaso cuando escojo seguir mis deseos y consentir al pecado.
¿Has fracasado? ¿Has traído tu vida al borde de la ruina? Pues, la única forma de seguir en el fracaso es no aceptar el perdón y la restauración que Dios te ofrece. ¿Qué esperas? ¡Acércate ya y confiesa tu pecado!
Para acabar con tu temor al fracaso, debes dejar de afanarte por tu pecado, y confesar tu pecado a Dios con un corazón arrepentido.
CONCLUSIÓN
Entonces, ¿qué harás con tu “atiquifobia”? ¿Qué harás con tu temor al fracaso? Quizás mañana te espera un día con muchas oportunidades de fracaso, y te sientes abrumado. ¿Qué harás? Es hora de rendir tu afán ante Dios y adoptar la perspectiva bíblica del éxito.
David Chapman fue criado en el país de Chile, donde sus padres (originarios de los EEUU) trabajan como misioneros. Estudió la licenciatura en Música y obtuvo su maestría en Teología en Bob Jones University. Está casado con Kristin Alexander, quien fue criada en Brasil como hija de misioneros. Juntos han servido a Dios en los EEUU, Chile, y México como maestros y ministros en la iglesia local. Actualmente, David y Kristin tienen dos hijos, Alex y Lucas, y viven en Monterrey, México, donde David trabaja como programador contratista y apoya el ministerio de la Universidad Cristiana de las Américas.