“Nunca le des tu número a una persona de tu congregación. Si te acercas demasiado a estas personas, lo vas a lamentar”. 

Esto fue lo que un pastor me aconsejó cuando estaba iniciando mi ministerio pastoral. Este hombre había tenido mucho éxito en el ministerio, y era un orador muy talentoso. Había dirigido dos iglesias muy grandes, y creo que me compartió su consejo con una sincera preocupación por mí y por mi ministerio. Tristemente, este hombre tenía una comprensión empresarial y, para ser francos, antibíblica del ministerio pastoral.

UNA FAMILIA, NO UNA EMPRESA

En nuestro momento actual, es fácil pensar que el trabajo del pastor es desarrollar mecanismos efectivos que generen útiles productos cristianos: buenos sermones, buena música, un emocionante y moralmente instructivo ministerio de niños. En otras palabras, es fácil ver el trabajo del pastor como si fuera similar al del gerente de una empresa. Pero la definición bíblica del ministerio pastoral es más como lo que Pedro escribe en 1 Pedro 5:2-4:

“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.  Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.

Cuando vemos cómo se describe a la iglesia en el Nuevo Testamento, los autores usan palabras como “familia” (1 Ti. 5:1-2; Ef. 3:14; 2 Co. 6:18; Mt. 12:49-50; 1 Jn. 3:14–18; Gá. 6:10), “casa” (He. 3:6), “novia” (Ef. 5:32), y “cuerpo” (1 Co. 12:12–27; Ef. 4:15-16). O sea, el lenguaje que el Nuevo Testamento usa cuando describe a la iglesia no es el lenguaje del mercado; es el lenguaje del pacto. No es el lenguaje del “intercambio de bienes”; no es el lenguaje de “nosotros ofrecemos el mejor producto de la ciudad”; no es el lenguaje de una marca. Más bien, el Nuevo Testamento usa un lenguaje de relación; usa lenguaje de “nosotros dependemos los unos de los otros” —exactamente como una familia, una casa, una novia y un cuerpo—.

LOS PASTORES NECESITAN A OTROS PASTORES

Cuando un pastor empiece a comprender esto, se verá a sí mismo más como un padre o pastor, y menos como un gerente o jefe. Comprenderá su labor menos como un hombre que dirige una organización y más como un hombre que ama a su pueblo y busca discipular, guardar, proteger y estimular a los demás a la fe y a las buenas obras.

Cuando esta transformación sucede en el corazón de un hombre, se convierte en un verdadero pastor. Y una vez que esta trasformación sucede, deseará colaboradores para esta tarea con el fin de servir a la iglesia. Se dará cuenta de que él no puede cuidar de la iglesia solo —como un gerente— y entonces deseará encontrar a otros hombres que puedan hacer más que administrar los mecanismos de su ministerio. Deseará encontrar hombres que sean pastores con diversos dones, perspectivas y puntos de vista.

Una pluralidad de ancianos es la conclusión natural para aquellos que entienden correctamente la iglesia neotestamentaria y el rol del ministerio pastoral. Pero más que eso, una pluralidad de ancianos es la conclusión y expectativa bíblica.

Todo el Nuevo Testamento —desde Hechos a Tito, hasta 1 Pedro— encomienda y ejemplifica una pluralidad de ancianos. Una congregación sana necesita el cuidado y la supervisión de más de un hombre, y la pluralidad de ancianos le otorga muchos beneficios específicos: mejor enseñanza, una perspectiva congregacional más amplia, una variedad de dones en el liderazgo, y la rendición de cuentas entre los líderes. La lista pudiera ser más larga.

CONCLUSIÓN

Estoy agradecido porque el Señor me dio consejeros más sabios que me ayudaron a ver que el consejo de distanciarme de la congregación no era ni correcto ni sabio. Desde esa conversación hace tantos años, el Señor me ha permitido ayudar en la transición de iglesias establecidas a una pluralidad de ancianos. Además, me permitió plantar una iglesia que comenzó con una pluralidad de ancianos.

Tanto hacer una transición en la forma de gobierno como establecer un sistema de gobierno son tareas arriesgadas, pero los retos son menores que el reto de pastorear correctamente a una congregación por cuenta propia. Después de todo, cuando estás por tu cuenta, en el mejor de los casos, tienes que vigilar superficialmente las almas de aquellos que te han sido encomendados. En el peor de los casos, tienes que ignorar por completo a muchos de ellos por la falta de tiempo.

En su Palabra, Dios nos ha dado una mejor manera de guiar a su iglesia. Él espera que una pluralidad de hombres dotados y cualificados esté cuidando a su novia. Si ahora mismo pastoreas una congregación que no tiene más hombres cualificados además de ti, entonces deberías hacer dos cosas: empieza a orar fervientemente por estos hombres y, en segundo lugar, reconsidera si tus expectativas son más altas que las de la Biblia misma.

Sentirás mucha gratitud por estos hombres hoy. Pero, pastor, sentirás incluso más gratitud por ellos en el día final, cuando tengas que dar cuentas por las almas que Dios te ha encomendado (He. 13:7).


Jason Dees es el pastor de Christ Covenant en Atlanta, Georgia.


Publicado originalmente en www.9marks.org. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.