“Prepárate para ser traicionada”.

Este fue el primer consejo que recibí después de aceptar mi nuevo trabajo. Imagínate tener muchas expectativas y que te reciban con esta lección. No quería creerlo, pero una y otra vez he experimentado el agrio sabor de la traición. Alguien habla mal de ti o tergiversan la información a su conveniencia. Y la traición es algo doloroso. Nos hace desconfiar de las personas. Nos hiere y puede causar raíces profundas de amargura.

Pero déjame contarte la explicación que me dieron de este consejo:

“El Señor Jesucristo sabía que sería traicionado y no se arrepintió de hacer lo que Dios le mandó”.

Si esta es una realidad en nuestras vidas, ¿cuál debería ser nuestra reacción ante una traición?

En ocasiones, reaccionamos así:              

¡Lo perdono pero no vuelvo a confiar en él!

Esa persona no merece mi amistad. De aquí en adelante ¡pongo una línea entre nosotros!

No estoy enojado, ¡pero ya no voy a hablarle!

La Biblia es tajante y el ejemplo del Señor Jesucristo es poderoso, compasivo y alentador en estos casos. Recordemos dos historias:

Pedro. Él fue un traicionero. Le prometió a su Maestro seguirlo hasta el final (Lc. 22:33). Tenía emociones fuertes y, aunque amaba a Cristo, le negó tres veces (Mr. 14:66-72).

Judas. Por supuesto, él fue el más traicionero. Es obvio, la Escritura lo dice. Vendió a Cristo (Lc. 22:1-13).

Entonces, si el mismo Dios encarnado sufrió la traición, ¿por qué nos sorprende que pasen cosas así en nuestra vida? Quizá porque no hemos aplicado las Escrituras a nuestras vidas. En Lucas 6:27-36 Jesús nos enseña tres verbos contra la traición:

1. Ama. Es esencial amar como Cristo. Sé consciente de que estás tratando con un pecador como tú. Se equivoca y necesita la gracia de Dios. Ámalo.

2. Perdona. Si amas a alguien como Cristo te ama, podrás verlo con misericordia y compasión. Entenderás que no hay falta demasiado grande que no se pueda perdonar. Perdónalo.

3. Sirve. Parece un chiste, ¿verdad? Pero Cristo dice que si alguien te pide el abrigo, le des también la camisa. Debes orar y bendecirlo. El amor y el perdón genuino se reflejan en servicio. Sírvele.

Si Jesús te reta a hacer esto por tu enemigo (como Judas), ¡cuánto más a un hermano en Cristo que te traicionó! (como Pedro). A veces no queremos aceptar que cosas así pasen porque creamos estereotipos de la vida cristiana. Pensamos que todos somos personas espirituales y bien portadas. Pero vivimos en un mundo caído con pecadores que fallan. La santificación en nuestras vidas no siempre vendrá de experiencias positivas. Muchas veces vendrá de tragos amargos como la traición.

Tanto Pedro como Judas recibieron amor, perdón y servicio por parte del Señor Jesucristo. Uno se arrepintió y siguió al Señor. El otro siguió con la traición y nunca regresó a los pies de Cristo. El resultado al amar, perdonar y servir ante una traición no es nuestro asunto. No esperes que esa persona esté eternamente agradecida. Puede que sí o puede que no. Pero a nosotros no nos corresponde. Dios trabaja con cada persona en su tiempo.

El valor de esta experiencia es incalculable. Cuando lo prácticas, cumples con los dos propósitos más importantes en tu vida: ser más como Cristo y glorificar a Dios.


Marisol Rojo es originaria de Nayarit. Está casada con Daniel López, anciano de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, N.L., México, y tienen una hija, Zara. Es graduada de la Universidad Cristiana de Las Américas, donde ahora colabora en el ministerio de educación. Le encanta enseñar materias seculares, mostrando cómo la Palabra de Dios es superior a cualquier filosofía humana.