Todo ser humano carga con una sensación de culpa y condenación. Por ello, busca el perdón de Dios y la entrada al cielo. Algunos siguen las enseñanzas católicas. Así lo hizo el monje católico Martín Lutero, hasta que descubrió la salvación por gracia. Aunque fue declarado hereje, su enseñanza transformó el panorama religioso del mundo.

¿Quién tenía razón? ¿La Iglesia Católica o Lutero? En este artículo, analizaremos si las enseñanzas de la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) concuerdan o contradicen la enseñanza bíblica.

La ICAR enseña un complejo sistema de salvación. Si alguien quiere salvarse, tiene que cooperar con la gracia de Dios, practicando una serie de sacramentos, buenas obras y rezos que otorgan mérito. Sin embargo, a pesar de la complejidad de su sistema, estas prácticas no le garantizan la entrada al cielo a nadie. Al morir, uno pudiera ir al infierno o al purgatorio. Es tan complicado que un diagrama es imprescindible para poder entenderlo (vea el artículo anterior).

Ahora bien, tenemos que hacer la pregunta: ¿este sistema es el sistema bíblico? ¿Qué enseña la Biblia sobre la salvación?

Al estudiar las Escrituras, encontramos que la Biblia enseña una salvación muy diferente a la salvación que ofrece la ICAR. Según la Biblia, la salvación se basa solamente en la obra de Cristo a favor del pecador, y es otorgada al pecador por gracia por medio de la fe —sin buenas obras que ameriten salvación o expíen su pecado—. El pecador perdonado andará en buenas obras en gratitud por el regalo de Dios y como resultado de su nueva naturaleza (Ef. 2:4-10).

Contestaremos tres preguntas para contrastar la salvación según la ICAR con la enseñanza bíblica.

¿DE QUIÉN VIENE EL MÉRITO QUE ME SALVA?

La ICAR afirma que el mérito que me permite entrar al cielo viene de muchas fuentes: de Cristo, de la Virgen María, de los santos y de mis obras.[1]

La Biblia dice que todo el mérito viene de Cristo. La obra de Cristo es completamente suficiente para expiar los pecados del hombre y justificarle en su totalidad. Desde la cruz, Jesús mismo afirmó que la obra de redención había sido consumada (Jn. 19:30), y los autores del Nuevo Testamento reiteraron esta verdad de todas maneras posibles.

  • El Apóstol Pablo dice ningún mérito proviene del hombre, sino que “todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Co. 5:18). El mismo apóstol afirma que buscaba “ser hallado en él, no teniendo (…) [su] propia justicia” (Fil. 3:9), y que hemos sido “hechos justicia de Dios en él [Cristo]” (2 Co. 5:21).
  • El Apóstol Pedro afirma que Cristo “llevó él mismo nuestros pecados” (1 Pe. 2:24), y que fuimos “rescatados de nuestra vana manera de vivir (…) con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pe. 1:18-19).
  • El Apóstol Juan afirma que Cristo “es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:2; ver también 1 Jn. 4:10).
  • El autor de Hebreos afirma que Cristo “puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios” (He. 7:25 NVI), y que “hizo perfectos para siempre a los santificados” ( 10:14). Afirma que “la sangre de Cristo (…) limpiará vuestras conciencias de obras muertas” (He. 9:14).

¿CÓMO RECIBO EL MÉRITO QUE ME SALVA?

La ICAR dice que el mérito que trae salvación viene por una serie de ritos religiosos, sacramentos, penitencias y buenas obras. Dice que podemos merecer en favor nuestro y de los demás todas las gracias útiles para llegar a la vida eterna.[2]

La Biblia enseña que el mérito que me salva viene por gracia por medio de la fe.

No existe un pasaje más claro que Efesios 2:8-9, donde el Apóstol Pablo escribe: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. En Romanos 5:1, Pablo enseña que “justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. En Tito 3:5, el Apóstol afirma que “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”. Como es por gracia, entonces, “ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia” (Ro. 11:6).

La Biblia está llena de pasajes que enseñan la salvación por fe. Después de todo, Jesús dijo: “el que cree en mí, tiene vida eterna” (Jn. 6:47; ver también Jn. 3:18 y Jn. 5:24).

¿QUÉ PAPEL JUEGAN LAS BUENAS OBRAS?

La ICAR enseña que la salvación es una confusa mezcla entre las obras de Cristo y las obras de los seres humanos. Según ellos, las buenas obras del hombre expían su pecado y le otorgan mérito que le permite entrar a la gloria de Dios. Si uno no tiene el mérito suficiente para entrar al cielo, entonces tiene que expiar su pena sufriendo en el purgatorio.[3]

La Biblia afirma: “Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Ro. 11:6). La Biblia rechaza cualquier noción que pueda mezclar la salvación por obras y por gracia. En contraste con la ICAR, enseña que el sacrificio de Cristo expía toda nuestra culpa, no solo una parte: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Además, dice que Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad (Tit. 2:14).

Entonces, ¿dónde quedan las buenas obras? La Biblia enseña que las buenas obras son el fruto de la salvación y no el medio a la salvación. O sea, no soy salvo por buenas obras, sino que soy salvo para buenas obras.

Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tit. 2:14). Al ser redimidos, somos transformados por el poder de Dios y llegamos a ser celosos de buenas obras. Esta misma progresión se encuentra en Efesios 2. Después de afirmar que la salvación es por gracia (Ef. 2:8-9), Pablo afirma que debemos andar en buenas obras, no para ser salvos sino porque somos nuevas criaturas por la salvación que Dios nos ha otorgado: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10).

CONCLUSIÓN

Tristemente, la ICAR se equivoca al responder a cada una de estas preguntas. Los resultados son trágicos porque millones de personas siguen las enseñanzas de la ICAR; enseñanzas erróneas que les condenarán al infierno si no escuchan el verdadero Evangelio de la gracia de Dios en Cristo.

Muchos de nosotros vivimos en países donde la mayoría pertenecen a la ICAR. Muchos tenemos familiares que creen estas enseñanzas que, tristemente, les condenan a una eternidad sufriendo alejados de Dios en el infierno. Es esencial que entendamos sus creencias para poder compartirles el Evangelio de una manera adecuada.

¿Recuerdas a Lutero? En el año 1515, dos años antes de clavar sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, fue a Roma. Allí había una gran escalera. Decían que la persona que subiera las escaleras de rodillas se quitaría mil años en el purgatorio. Lutero empezó a subir las escaleras de rodillas, pero conforme subía una frase retumbaba en su mente vez tras vez: “El justo por la fe vivirá” (Ro. 1:17; Gá. 3:11; Hab. 2:4). No podía sacar esa frase de su mente. Finalmente, se puso de pie y se fue. Por fin entendió que no necesitaba hacer penitencia por sus pecados. Cristo ya había hecho toda la penitencia que Martín Lutero necesitaba. No tenía que agregar ni una sola obra. ¡Cristo consumó la obra de redención en la cruz! ¡Es por gracia por medio de la fe, sin las obras, para que nadie se gloríe!

 

Les dejo el texto de uno de mis himnos favoritos:

Mi fe descansa en Jesús

Mi fe descansa en Jesús, y en su redención;
Confiando solamente en él, obtengo salvación.

Coro:
No necesito obra hacer, ni rito observar;
Me basta que Jesús murió; murió en mi lugar.

Su obra suficiente es, mi pena él pagó;
Su sangre cubre mi maldad, pues él me redimió.

Yo nada puedo agregar, descanso sólo en él;
Seguridad perfecta da por su promesa fiel.


[1] CIC, 1476-1478. En estos artículos, se dice que los santos trabajaron “en su propia salvación, [y] cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos”. Por esto, la ICAR recomienda “las limosnas, las indulgencias, y las obras de penitencia” (CIC, 1032).

[2] CIC, 2027. Ver también el artículo 2010 que afirma que podemos merecer las gracias para “la obtención de la vida eterna”.

[3] CIC, 1032.