El 17 de junio del 2018 es un día especial. Es el Día del Padre. Pero lo más importante es esto: ¡México juega su primer partido en el Mundial!

Después de la amargura acumulada de cuatro años asegurando que “no era penal”, ahora por fin llega el momento de desquitarnos. Sí, es contra Alemania y ganar parece algo imposible, pero soñamos con el milagro. De perdido, con el empate. Y, aunque perdamos, estaremos apoyando a la selección viendo el partido.

Ah… pero será el domingo. Y es a las 10:00 de la mañana. ¡A esa hora es el culto de mi iglesia! ¿Qué voy a hacer?

Algunos creyentes ya han decidido faltar a la iglesia ese domingo. Dicen que, de todas formas, estarán tan distraídos que no van a poder prestar atención a la predicación. Otros aseguran que solamente es una vez cada cuatro años y que no pasa nada si faltan en esta ocasión. Incluso, quizás algunos se justifiquen diciendo que es el Día del Padre y “se lo merecen”.

Esta situación ha puesto a muchas iglesias y pastores en una situación difícil. Argumentando que los hombres (y algunas mujeres también) de la iglesia estarán ausentes o distraídos, las iglesias usarán una serie de estrategias. Algunas cancelarán el culto. Otras cambiarán el horario. Otras transmitirán el partido en la iglesia.  ¿Es esa la mejor opción?

¿Qué vamos a hacer el domingo 17 a las 10:00 de la mañana? ¿Iremos a la iglesia, moveremos los cultos o nos quedaremos en casa?

Tengo que confesarles que el Mundial pasado, en nuestra iglesia, movimos el horario del culto. En esa ocasión, el fatídico partido contra Holanda fue a las 11:00 de la mañana. Tuvimos nuestro primer culto de 10:00 a 11:30 como lo hacemos normalmente, y luego transmitimos lo que restaba del partido. Terminando el partido, celebramos nuestro segundo culto una hora más tarde de lo habitual (bueno, no fue celebración porque todos estábamos tristes). En ese momento me pareció la mejor idea.

Pero… me dejó con una conciencia inquieta.

¿Por qué?

En La membresía de la iglesia, Jonathan Leeman escribe lo siguiente:

“Que los cristianos se reúnan es importante por varias razones. Una de ellas es que es donde (…) declaramos públicamente nuestra más alta lealtad”.[1]

Cada domingo por la mañana, hacemos una declaración pública de nuestra más alta lealtad. Y también lo haremos el domingo 17 de junio a las 10:00 de la mañana.

Podemos justificarnos diciendo que solamente es una vez cada cuatro años, pero la realidad es que no es así. Enfrentamos esta situación muchas veces cada año. Se nos atraviesan los clásicos, la final del fútbol mexicano, el Super Bowl… Y no solo son eventos deportivos. Luego viene el cumpleaños de la sobrina, la visita de unos familiares, eventos del trabajo, el cansancio acumulado, una oferta para un viaje, algún evento de entretenimiento que llegó a la ciudad… Y semana tras semana, sin excepción, declaramos cuál es nuestra más alta lealtad.

Al analizar la decisión que tomé, me di cuenta de que había enviado un mensaje equivocado a la iglesia. Les había dicho que el fútbol puede desplazar a Dios. Muchas veces, como pastor, me frustra cuando personas faltan a la iglesia porque otra cosa desplaza a Dios para ellos, pero ¡hicimos lo mismo en nuestra iglesia por el Mundial!

En esta ocasión, hemos tomado otra decisión. Vamos a celebrar los cultos en su horario normal: 10:00-11:30 y 12:00-1:30. Queremos que todos los miembros de nuestra iglesia y los vecinos de nuestra colonia sepan que Dios es más importante que el fútbol, incluso que un Mundial.

El domingo 17 a las 10:00 de la mañana, muchos creyentes declararán cuál es su más alta lealtad.

¿Cuál es tu más alta lealtad? ¿La selección o Cristo?


[1] Jonathan Leeman, La membresía de la iglesia: Cómo sabe el mundo quién representa a Jesús (Washington, D.C.: 9Marks, 2012), 77.