Te presento a Julia y a Brenda, dos chicas solteras cristianas, bonitas, amables, y serviciales. Participan activamente en su iglesia local. Ya terminaron sus estudios y ahora están trabajando y viven vidas de buen testimonio. Tienen 25 y 26 años respectivamente. No tienen esposos. Los años están pasando y no parecen haber jóvenes cristianos que deseen casarse con señoritas como ellas.
A Julia, un joven de la oficina le empieza a prestar mucha atención. Es amable, respetuoso, y viene de buena familia. La hace sentir valiosa y querida. Es inteligente y hace su vida muy amena y divertida. Ella conoce en su corazón que Dios claramente prohíbe que un creyente se junte en yugo desigual con un inconverso (2 Co. 6:14), pero percibe que lo que siente por el joven se está apoderando más y más de su corazón. ¿Qué será de su vida si no acepta a este hombre que se quiere casar con ella? ¿Tendrá otra oportunidad para ser feliz?
A Brenda, ningún joven, creyente o inconverso, le pone atención. Empieza a sentirse fea y desarrolla un complejo de baja autoestima. Se siente sin vida y sin valor. No cree que pueda vivir toda su vida sola sin esposo. Empieza a pensar que Dios ya no la ama. ¿Puede haber una vida plena para una mujer soltera? Ella no lo cree.
¿Qué tienen en común estas dos señoritas? Las dos han llegado a creer que sin esposo no pueden ser felices. Julia está por tomar una decisión que afectará el resto de su vida, y la tomará basada en esta creencia errónea. Brenda está permitiendo que su vida espiritual y emocional se desmorone, y lo está permitiendo basada en la misma creencia.
¿El error más grande de estas señoritas es su deseo de tener un esposo? Proverbios 18:22 dice: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová”. Creo que el pasaje aplica también a mujeres y, por eso, podemos afirmar que el simple deseo de tener un esposo no es malo.
¿El error de estas señoritas, entonces, es buscar la felicidad? Ambas señoritas buscan ser felices, como todo ser humano que haya existido en la historia. Todos buscamos ser felices. La Biblia está llena de palabras como gozo, bienaventuranza, deleite, risa, y contentamiento. Buscar la felicidad tampoco es malo en sí, sino que es algo natural e innato en los seres humanos.
Dios nos ha provisto de una fuente inagotable de gozo y satisfacción plena, y se encuentra en una relación estrecha, profunda y diaria con El. ¿Qué ofrece la Palabra de Dios a estas señoritas? Dios les ofrece la verdadera felicidad en la forma del Esposo Perfecto. Julia y Brenda han quitado sus ojos de Aquel que verdaderamente satisface, y se han creído la mentira de que solo un esposo terrenal las hará felices.
Hace un tiempo, hice un estudio sobre la felicidad en toda la Biblia. A parte de dos o tres pasajes parecidos al ya mencionado Proverbios 18:22, no encontré otro pasaje que ligue el matrimonio directamente con la felicidad. Hemos llegado a creer que encontrar un esposo nos hará felices, pero esto nunca fue la intención de Dios. Dios nos ha provisto de una fuente inagotable de gozo y satisfacción plena, y se encuentra en una relación estrecha, profunda y diaria con El.
Nuestra generación no conoce ni acepta la definición bíblica de la felicidad. Nos cuesta creer que Dios nos puede hacer felices, porque creemos que la felicidad solo viene de una vida cómoda con las relaciones sentimentales soñadas. En cambio, Dios nos da amplios y variados parámetros para entender y alcanzar la felicidad.
La felicidad está en la persona de Dios. “Deléitate así mismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal. 37:4).
La felicidad está en ser salva de mí misma y de mi pecado. “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Is. 12:3).
La felicidad está en someter mi voluntad a la de mi Amante. “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Sal. 40:8).
La felicidad está en buscar la verdadera sabiduría. “Bienaventurado [doblemente feliz] el hombre [o mujer soltera] que halla la sabiduría” (Pr. 3:13).
Brenda y Julia se han cerrado en su pequeño mundo egocéntrico. Están cegadas a la gran realidad del verdadero contentamiento y gozo que les espera… no en un esposo terrenal, sino en su Esposo Eterno. Un Esposo que dio todo para que su Novia experimente el amor y la satisfacción. Un Padre amoroso que mandó a su propio Hijo para ser el Esposo Perfecto, viviendo una vida perfecta, muriendo una muerte dolorosa, y resucitando milagrosamente para darnos vida abundante.
Te dejo con el testimonio personal de Myrna, una amiga que buscó su felicidad en un hombre que luego la abandonó. Esa circunstancia tan difícil le enseñó que Dios quiere mucho más para ella:
“Ningún esposo, aun el más piadoso, podría haberme provisto de tan grande amor del cual soy objeto. Aun habiéndome casado con el hombre que fue el amor de mi vida, mi plenitud y felicidad no la vi nunca tan cerca como cuando mis ojos fueron abiertos al amor y cuidado de Cristo por mí. Hoy me satisfago en Él y su obra, y ¡me hace feliz servirle! Me gozo en poder decir que tengo al más fiel y amoroso Esposo que toda creyente pudiera desear. A Él no lo esperé, no lo busqué—Él me buscó, Él me amó, Él me salvó. Dios es un Esposo Vivo que perfecciona a su Novia, haciéndome cada día más como a Él le gusta. No me preocupa dejar de gustarle, sino que Él mismo me moldea y transforma para agradarle y ser más como Él.”.
Señorita, ¿quieres ser feliz y a la misma vez glorificar a Dios con tu vida? Busca tu felicidad en Él, en agradarle con tu vida, porque Dios es más glorificado en ti cuando estás más satisfecha en Él.[1]
[1] John Piper, https://www.desiringgod.org/messages/god-is-most-glorified-in-us-when-we-are-most-satisfied-in-him?lang=es.