Una de las series top del momento es “El juego del calamar”. Por todos lados ves a gente haciendo referencia a ella y genera la curiosidad de su temática con esos 3 símbolos: Ο Δ ▢. Mi intención con el siguiente artículo no es generarte interés en verla, preguntar si la has visto o felicitarte por no hacerlo, sino considerar la condición de nuestro mundo caído y cuánto se deleita en su maldad.
¿Por qué somos insensibles?
Es notable al ver un resumen de la serie que la trama gira en torno a la muerte y la insensibilidad de la sociedad sobre ella. Mayor aún, el motivo de los participantes a volver a “jugarse” el pellejo frente a la probabilidad de morir es obtener dinero para tener la vida que cubre sus necesidades y expectativas de la vida, mientras los organizadores y espectadores disfrutan de la muerte de los participantes.
¿Por qué disfrutamos de la tragedia humana?
Justificamos esta clase de escenas porque las consideramos ficción y las tomamos como entretenimiento, cuando seguramente condenaríamos estos actos si realmente sucediera en nuestros contornos. La doble moral que domina en nuestra sociedad crea una dualidad entre la realidad y la ficción, donde nuestros valores son relativos a la situación.
¿Por qué esto no es correcto?
Santiago precisamente contrasta cómo nuestras pasiones dan a luz al pecado, mientras que Dios no es tentado por el mal. En ese contexto, el apóstol nos habla de la inmutabilidad de Dios (Stg. 1:17), es de Él quien proviene todo bien. Vuelve a notarse el contraste cuando señala que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. De modo que lo único que puede no solo cambiar nuestra perspectiva, sino también “desechar toda inmundicia y abundancia de malicia” es la Palabra de Dios (Stg. 1:18-22).
Pablo dice en la carta a los romanos:
“Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Ro. 7:5-6).
La insensibilidad que reina cuando nos ponemos frente a aquello que eleva y celebra el pecado nos anima a sujetarnos de nuevo a las pasiones pecaminosas de las cuales el Espíritu nos libera. Así que quisiera animarte con las mismas palabras de Pablo: “Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos” (Ro. 6:12, NVI).
¿Por qué esto es tan relevante?
“El juego del calamar” es lo de hoy, pero es el mismo debate que cuando salió The Game of Thrones, The Boys o La purga. Jesús dijo cuán importante es lo que entra por nuestros ojos (Mt. 6:22-23). Si nosotros nos llenamos de tinieblas, ¿cuánto el pecado no hará en nuestro corazón al punto de hacerse nuestro señor? (Mt. 6:24; cf. Ro. 6:16). Pablo dijo a los gálatas que un poco de levadura leuda toda la masa (Gá. 5:9) y que no debemos de satisfacer los deseos de la carne que son opuestos al Espíritu (Gá. 5:16), así como tampoco debemos dar lugar al diablo (Ef. 4:27). Cuando nosotros dejamos que el pecado sea parte de nuestro entretenimiento —llámese violencia, inmoralidad o cualquier otro pecado— creamos no solo insensibilidad a esos pecados, sino que también aceptamos el pecado como algo natural y aceptable.
El problema de dejar que el pecado crezca en nosotros es que eso hace que nuestros corazones se endurezcan (He. 3:8-9). El escritor de Hebreos precisamente nos dice que nosotros tenemos que cuidarnos de no tener un corazón malo de incredulidad, después de señalar a una generación que, aunque vio las obras maravillosas de Dios, endureció su corazón por el pecado. El pecado nos aleja de Dios y eso es producto de un corazón que, aunque ve lo que Dios hace, no cree en lo que Dios dice (He. 3:12-13).
Conclusión
Gracias a Cristo hemos sido librados del pecado y de la muerte (Ro. 8:2). El pecado no tiene que reinar en nuestras vidas. Tristemente, nosotros somos los que muchas veces permitimos que el pecado sea parte de nuestras vidas porque lo seguimos viendo como entretenimiento. Como dije al principio, mi intención no es decirte qué serie o película deberías ver o no, sino que consideremos la condición de nuestro mundo caído y cuánto llegamos a disfrutar la maldad. La siguiente ocasión que te sientes a ver una película o serie, pudieras hacerte las siguientes preguntas:
- ¿Estoy llenando mi ojo de tinieblas? (Mt. 6:22-23).
- ¿Me estoy sometiendo al pecado para muerte o a la justicia para vida? (Ro. 6:16).
- ¿Cuánta “levadura” hay en este programa? (Gá. 5:9).
- ¿Estoy satisfaciendo los deseos de la carne o andando en el Espíritu? (Gá. 5:16).
- ¿Estoy dando lugar al diablo? (Ef. 4:27).