“Ni una más”. “Un Día Sin Mujeres”. Lemas, marchas e iniciativas de todo tipo abundan: desde cambios de perfiles en Facebook hasta noches de vandalismo. Una preocupación palpable por los abusos y feminicidios está creciendo entre las familias de todo México.

Como mujer, con experiencia en el transporte público y en los lugares de trabajo, he sentido la inseguridad y el acoso que las mujeres sufren en México. Y la incidencia del abuso sexual, primordialmente entre familias extendidas, ni se diga. Realmente me alarmó el darme cuenta de cuántas mujeres que conozco han sufrido esa horrorosa experiencia.

Es normal que nos preguntemos qué podemos hacer ante esta terrible epidemia. Como cristianos, sentimos la necesidad de involucrarnos y ayudar a mejorar la situación. Por eso, quisiera abordar tres preguntas que todo cristiano debería responder.

¿El activismo social eliminarÁ LA violencia?

Sin duda, el activismo social puede producir ciertos cambios, como nos enseña la historia nacional y mundial. Y sin duda, nosotros como cristianos debemos tener compasión y actuar a favor de la justicia. Mientras escribo esto, nuestra familia está hospedando a una víctima de violencia doméstica (en este caso, no la exponemos al peligro por mencionarlo).

La inseguridad en México no es algo nuevo. Los que hemos vivido los últimos 20 años aquí sabemos que tanto hombres como mujeres han sentido grandes olas de amenazas. Y alcanzamos una “paz” temporal en ciertos crímenes… solo para que otra tendencia diferente surja después y tome su lugar.

¿Por qué no alcanzamos la paz? Porque la raíz de la inseguridad es el pecado en el corazón de las personas. Por eso, la expresión del pecado siempre tomará nuevas formas. Como creyentes, conocemos el antídoto final a la inseguridad (y no es el activismo social). En total contraste con la oscuridad del pecado, ¡la buena noticia de esperanza resplandece! No es un secreto para nosotros que el Evangelio es el antídoto al pecado. Y, si queremos invertir nuestro tiempo y esfuerzo para producir un cambio, tiene sentido invertir todo en dar a conocer el único remedio: el Evangelio de Cristo y su poder transformador.

Si podemos comunicar un solo mensaje principal, que sea este glorioso antídoto:

“Porque si por la transgresión de uno, por este reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres” (Ro. 5:17–18 LBLA).

México podrá hacer reformas y alcanzar un sentido de seguridad temporal, pero las personas que entran al reino de Dios estarán seguras por toda la eternidad. Sus vidas estarán sobre una roca firme y nada ni nadie podrá sacudirlas —ni la misma muerte.

Pero queda entonces una incógnita evidente a la luz de esta verdad.

¿debe un cristiano involucrarse en el activismo social?

Un cristiano que no se compadece por los que sufren no es un cristiano verdadero. La misma Escritura es clara en ese aspecto (Is. 1:17; Mt. 25:40). Pero debemos hacer al menos tres preguntas ante la posibilidad de participar en alguna clase de activismo social:

1. ¿Cuál es el propósito específico de la acción? Solo “hacer que extrañen a las mujeres” o “hacer que nos escuchen” no son objetivos claros. No producirán resultados medibles. Y, tristemente, pueden expresar egoísmo y hasta ira en contra de los hombres. El enojo humano no produce la rectitud que Dios desea (Stg. 1:20).

2. ¿Cuál es el grupo detrás de la acción? ¿Son las mismas personas que promueven el aborto de niñas dentro del útero? ¿Son las que se consideran superiores a los hombres y rechazan la idea de la familia como Dios la diseñó? Aun cuando el propósito de la acción sea bueno, podríamos dar la falsa impresión de que apoyamos todo lo que un determinado grupo apoya.

3. ¿Cuál es la actividad propuesta? ¿Puedo participar en esa actividad de forma respetuosa, amando a Dios y a mi prójimo al mismo tiempo? Si la acción requiere que yo abandone mis responsabilidades hacia otras personas, no muestra respeto ni amor. ¿Es amoroso que las enfermeras dejen a sus pacientes desatendidos y que las maestras dejen solos a los más indefensos (donde las clases no se hayan cancelado)? ¿Puedo participar en una marcha que terminará en vandalismo, destruyendo las posesiones de otras personas que no tienen culpa de nada?  

¿CÓMO PUEDO LUCHAR A FAVOR DEL INDEFENSO?

Nuestro activismo debe tener el propósito de aplicar el antídoto del Evangelio, lo único que puede salvarnos de forma duradera. He aquí cinco ideas para unos nuevos “movimientos” (solo faltan los hashtags).

1. Promueve el amor por la justicia en las familias. ¿Podemos inspirar un amor por la justicia de Dios y su Reino en nuestras familias? ¿Cómo podría impactar la sociedad una nueva generación de hombres y mujeres seguros, justos y amorosos?

2. Observa la verdadera necesidad a tu alrededor. ¿Podemos comenzar a ver a las personas que nos rodean como personas que necesitan un Salvador? ¿Podemos dar de nuestro tiempo para involucrarnos en las vidas de las personas que han sido víctimas, o las mismas personas en riesgo de cometer alguna ofensa?

3. Discipula a una familia en el Evangelio. ¿Podemos discipular a una familia nueva en el Evangelio para que sepan cómo guiar a sus hijos y vivir para la gloria de Dios? La gracia de Dios en personas regeneradas puede transformar a familias enteras. Y las familias transforman la sociedad.

4. Involúcrate en el gobierno (si puedes). Si eres joven, ¿podrás estudiar una carrera que te permita llegar a ser líder en el gobierno o en el sistema de justicia? Puedes luchar contra la corrupción e indiferencia y efectuar cambios por medio de tu función pública, para la gloria de Dios. Esto no es para todos, pero ¡debería haber por lo menos algunos cristianos en el gobierno que representen a Dios y defiendan los valores de su Reino!

5. Comprométete a vivir en justicia. ¿Podemos comprometernos a vivir con un solo propósito: dar a conocer el Reino de Dios y su justicia? La luz de Cristo en nuestras vidas resplandecerá en las tinieblas y será un refugio para todos los que nos rodean. No importa si somos amas de casa, empleados, maestros, profesionistas o estudiantes. La justicia empieza en nuestro corazón.

CONCLUSIÓN

Si como creyente no estás participando en la causa del Evangelio, ¿por qué piensas que el activismo social será eficaz? No nos conformemos con el lamento y el clamor sobre un síntoma del problema. Levantémonos para proclamar el poder del Evangelio. El Reino de Dios y su justicia durarán eternamente y librarán a todos de los efectos del pecado.

“El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido […] él permanecerá para siempre” (Dn. 2:44b).


Kristen McDaniel de Hernández, madre de tres hijos, está casada con Joel Hernández, quien es maestro en la Universidad Cristiana de Las Américas. Por la gracia de Dios, sirve con su esposo en la plantación de la Iglesia Bautista El Evangelio en San Nicolás de los Garza, NL. Allí, Kristen está encargada del ministerio de mujeres.