Todos los cristianos hemos sido salvos al aceptar el Evangelio. Comprendemos que merecemos ir al infierno por nuestros pecados. Nos arrepentimos y hallamos perdón en nuestro Salvador Jesucristo. Y le entregamos nuestras vidas para que elimine todo rastro de maldad de nosotros. Así, Dios nos regala vida eterna.
No obstante, a veces tenemos una visión limitada del Evangelio, y eso limita nuestra admiración del hermoso de nuestra salvación. A través de las Escrituras, Dios ha pintado porciones de su obra salvadora para que nos maravillemos al entender qué hizo al salvarnos.
En esta serie de artículos, quisiera compartirte cuatro conceptos que deberían darle un grandioso matiz al cuadro de tu salvación. En el artículo anterior, presenté la primera ilustración que Pablo presenta: la justificación.
En este artículo presentaré la segunda palabra: redención.
Redención: Pagar el rescate
En la antigüedad, la redención era la transacción que ocurría cuando se compraba a un esclavo. Es una acción económica y poco atractiva. Pero deja que los tonos obscuros y lúgubres hagan brillar más el cuadro de la salvación. Imagina que tu familia tiene serios problemas financieros. Tu país ha caído en una crisis económica tan extrema que el crédito hipotecario de tu casa, la estufa que sacaste a pagos y tu carro están en riesgo de ser embargados. Tus ahorros se han esfumado. Aun vendiendo todo lo que tienes, no alcanzas a pagar tu deuda. Todo está perdido. Ahora, no solo eso, imagina que estás en el siglo XV a. C. Y tienes dos opciones. Si no haces nada, se llevarán a tus hijos y a tu esposa a prisión contigo. Pero puedes librarlos con la segunda opción: venderte a tu acreedor.
Ahora eres un esclavo.
Tu acreedor no te cobra tu deuda con tu dinero, te la cobra con tu vida. Para la sociedad, ya no existes. No eres nadie. Eres una simple cosa. Tu vida no tiene significado excepto por tu amo. ¡Qué sombría escena! No importa lo mucho que trabajes, nunca ganarás nada. Y nunca podrás salir de esa condición sin ayuda. Aunque seguramente lo intentarán, tus hijos y tu esposa no podrían saldar la deuda, aun trabajando por mucho tiempo.
La única manera de salir es que alguien te compre. Pero eres más valioso que un burro de arado. Así que, si tu amo te vende a otro amo, tampoco serás libre. Para dejar de ser esclavo, alguien tendría que pagar por tu deuda sin el deseo de esclavizarte. ¿Quién haría eso? ¡No hay esperanza! Quedarás esclavizado hasta la muerte a menos que alguien tenga misericordia de ti.
Entonces, llega Jesús. No tienes idea de quién es Él, pero Él sí te conoce a ti. Dice que Él te creó y que, por derecho, eres suyo. Y está dispuesto a pagar el precio para que vuelvas a ser suyo. Sin embargo, a pesar de tener todo el derecho de ser tu Amo, tu Señor, Jesús dice que te ama y también quiere que seas parte de su familia. Su Padre está preparando moradas para todos los que quieran venir. Si crees, serás rescatado tú y tu casa.
¿Ahora puedes ver el brillo del marco de la salvación? Sí, esta sombría viñeta resalta el brillante esplendor de un Redentor. Las cadenas del pecado han sido quitadas por nuestro misericordioso Comprador.
¡Gracias, Padre, por la redención!