Todos hemos escuchado a algún pastor decir que le estamos robando a Dios cuando no damos el diezmo. Esto puede provocar en nosotros culpa, e incluso nos sentimos obligados a diezmar. Por otro lado, también puede hacernos diezmar para que “abra las ventanas de los cielos” y nos bendiga. Y, bueno, todos sabemos que el pastor quiere que diezmemos. Pero ¿Dios realmente nos diría que le estamos robando si no damos el diezmo? ¿Son vigentes las bendiciones y maldiciones del profeta Malaquías para hoy en día?

Leamos el texto de donde sale esta afirmación:

“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos” (Mal. 3:8–12).

¿A QUIÉN HIZO DIOS ESTA PROMESA?

Algunos sostienen que las bendiciones y maldiciones de esta profecía son para la iglesia. Incluso, es común escucharlo en los tiempos de ofrenda, cuando se recuerda las muchas bendiciones que Dios derramará sobre el que ofrende. El enfoque aquí no está tanto en ser generosos con lo que Dios ha dado, sino en lo que Dios nos dará si la iglesia diezma y ofrenda. No hay mucha literatura que argumente con base bíblica que Malaquías 3:8–12 aplique directamente a la iglesia, pero es uno de los pasajes más utilizados por los teólogos de la prosperidad para incentivar la ofrenda.

Los argumentos se podrían exponer de la siguiente manera:

  1. “Robar a Dios” es no darle la parte que le corresponde (el diezmo).
  2. El robo —la ausencia de diezmo— trae como consecuencia maldición sobre la persona.[1]
  3. Si alguien es generoso, Dios abre las ventanas de los cielos para derramar bendición —material— sobre la persona “diezmadora”.

En este caso, se aplica un paralelismo casi absoluto entre Israel y la Iglesia, afirmando que la promesa es universal. Pero no se considera el contexto del mensaje ni el destinatario del libro. Como dice el comentario bíblico Mundo Hispano: “El v.10 es probablemente el texto más frecuentemente citado de todo el libro de Malaquías. Hemos de reconocer que muchas veces esto es hecho ‘fuera de contexto’”.[2] Malaquías 1:1 dice que esta es una profecía “contra Israel”. El destinatario específico de la promesa es el pueblo de Israel, no la iglesia.

¿A qué diezmos y ofrendas se refería esta profecía? En relación al diezmo, Baldwin dice: “la ley señalaba que el diez por ciento de lo producido era ‘santo para el Señor’ (Lv. 27:30) y era para los levitas (Nm. 18:28), que ellos mismos daban un diezmo a los sacerdotes (Nm. 18:28)”.[3] Y en relación a las ofrendas dice que “eran las porciones de los sacrificios que se apartaban para los sacerdotes (Éx. 29:27,28; Lv. 7:32; Nm. 5:9) y las ofrendas voluntarias para un propósito especial (Éx. 25:2-7)”.[4] Pero el pueblo no estaba dando nada de esto al Señor.

La actitud mezquina del pueblo contrastaba con la ofrenda generosa del pueblo cuando primero edificaron el Tabernáculo, revelando la condición espiritual del pueblo. Tal y como menciona Calvino, el profeta “prueba al pueblo que son culpables de perversión (…), la avaricia gobernaba sobre ellos, […] inclinándose para su propio beneficio, descuidaron el templo y los sacerdotes”.[5] El pueblo realmente está ciego (Mal. 3:11), y “la ceguera es tan profunda que ni siquiera la maldición ni la situación precaria sacude al pueblo para volverse a Dios”.[6] Es una maldición muy específica al pueblo de Israel: una sequía. Esto es probable por la expresión de abrir las “ventanas de los cielos” (Mal. 3:10). Esta expresión también se usa en 2 Reyes 7:2 y hace referencia a una lluvia abundante.[7] En aquella época esta lluvia era necesaria para subsistir. La sequía era fruto de su falta de fe en dar sus diezmos y ofrendas.

Dios, a través de Malaquías, reta al pueblo a arrepentirse y esperar a que Dios les bendiga. Es interesante que “la idea del hombre probando a Dios es extraña” en la Biblia.[8] Debido a la rareza de esto, no es un principio aplicable de manera universal. Esto lleva a cuestionar acerca de la aplicabilidad de este pasaje a la iglesia. También, debemos notar algo: los diezmos y ofrendas que Dios le reclamaba a Israel no son similares al “diezmo” actual (el 10% de tu salario). Además, el último versículo (Mal. 3:12) deja en claro la relación con la “promesa de bendición condicional de Israel al pacto”.[9] Las bendiciones expuestas son la respuesta a la fidelidad de Israel al pacto mosaico. Dios bendeciría en lo material al pueblo y serían alabados por las demás naciones si cumplían la entrega de los diezmos y ofrendas con la actitud correcta.

¿QUÉ ENSEÑA ESTE PASAJE PARA LA IGLESIA?

Entonces, si asumir las bendiciones materiales en este pasaje para la Iglesia es incorrecto, ¿qué deberíamos entender hoy en día al leer este pasaje?

Lo primero que debemos afirmar es que los cristianos estamos bajo el Nuevo Pacto, no el Antiguo Pacto. Entonces, Dios no se relaciona con nosotros tal y como se relacionó con Israel. Para ellos, su bendición bajo la ley mosaica era proporcional a su obediencia como nación. Si desobedecían, Dios los castigaba (con una sequía, por ejemplo). Si obedecían, Dios los bendecía (podía quitar la sequía, abriendo “las ventanas de los cielos”). Nosotros estamos bajo la gracia, donde Dios derrama bendición sobre nosotros solo porque somos su pueblo. Dios hace llover sobre nosotros porque Cristo nos ha hecho merecedores de su bondad.

Así que, este pasaje enseña que Dios siempre va a bendecir a aquel que da generosamente. Esto podemos verlo reafirmado por Pablo (2 Co. 9:7). Pero aquí está el detalle: no siempre va a ser de forma material para el cristiano, porque Dios lo puede hacer por otros medios. En el Nuevo Testamento, se menciona el diezmo más como crítica a los fariseos, o como una referencia a la ley en el caso de Hebreos. La ofrenda es mencionada de forma repetida por los evangelistas, Pablo y Hebreos. Y se considera algo voluntario y como una respuesta de gratitud a Dios. Por lo tanto, como hijos de Dios, los cristianos deben ser generosos en sus ofrendas, pero no como una “inversión financiera”, sino con una actitud de agradecimiento. Y, bajo esta premisa, Dios siempre va a bendecir a su pueblo.

Dios va a cuidar a sus hijos y va a recompensar la generosidad; pero en ningún caso se puede llevar Malaquías 3 hasta la idea de que la bendición material es absolutamente condicional.


[1] Joyce G. Baldwin, Haggai, Zechariah, Malachi. An Introduction & Commentary (Leicester, England: Inter-Varsity Press, 1972), 246.

[2] Edesio Sanchez,  Malaquías en Comentario Bíblico Mundo Hispano (El Paso, EEUU: Editorial Mundo Hispano, 2003), 390.

[3] Joyce G. Baldwin, Haggai, Zechariah, Malachi), 246.

[4] Joyce G. Baldwin, Haggai, Zechariah, Malachi), 246.

[5] Calvino, Calvin’s Commentary. The Minor Prophets (Michigan, EEUU: Grand Rapids, s.f.), 1086.

[6] Edesio Sanchez,  Malaquías¸ 390.

[7] A. Cohen, The Twelve Prophets (Londres: The Soncino Press, 1948), 352.

[8] Ralph L. Smith, Word Biblical Commentary, 334.

[9] Douglas Stuart, Malachi en The Minor Prophets (Grand Rapids, EEUU: Baker Book House Company, 2006), 1371.


Íñigo García de Cortázar es originario de España. Desde hace 4 años radica en Comitán, Chiapas, sirviendo junto con su esposa Ana Cristina y sus 4 hijos. Actualmente enseña en una iglesia bautista en Comitán, en un instituto bíblico, en un ministerio de una escuela, y en una de sus misiones en Ocosingo. Es ingeniero industrial. Estudió una licenciatura en teología en SETECA (Guatemala) y está culminando su maestría en teología en la Universidad Cristiana de Las Américas, Guadalupe, Nuevo León.