Sea lo que sea que estemos predicando, si no llevamos a nuestros oyentes a Jesús, hemos fallado en nuestra predicación. No podemos predicar las exigencias de la Biblia sin predicar a Cristo. La Biblia sí nos llama a ser santos, amorosos, sabios, humildes, generosos, etc. Pero si llamamos a las personasa ser esas cosas sin explicarles cómo Jesús y su Evangelio se relacionan con esas exigencias, no estamos predicando el cristianismo bíblico, sino un moralismo impotente —un mensaje que se podría predicar en un templo mormón o en una mezquita musulmana—.

¿Por qué necesitamos escuchar de Jesús y de su Evangelio en cada mensaje?

Porque necesitamos la obra de Jesús en la cruz para llevarnos al arrepentimiento por no ser santos, amorosos, sabios, humildes y generosos.

Necesitamos que el Espíritu Santo, por medio del Evangelio, produzca en nosotros la fe necesaria para recibir el perdón por esos fracasos.

Necesitamos a Jesús para ver como esas virtudes y características se expresan perfectamente en la vida de un ser humano y para escuchar cómo, a pesar de nuestra falta de ellas, Dios nos acepta con la santidad, amor, sabiduría, humildad, y generosidad perfecta de Jesús, nuestro hermano y representante.

Necesitamos escuchar de Jesús para recordar que en Él somos una nueva creación y que por su muerte la tiranía del pecado ha sido quebrantada en nuestra vida y que Él nos ha dado su Espíritu Santo para que la justicia de la ley se cumpla en nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Necesitamos que la gracia de Dios en Jesucristo genere amor en nuestros corazones —un amor que nos motive a vivir vidas santas, amorosas, sabias, humildes, y generosos— no para ser amados o aceptados por Dios, sino porque Él ya nos amó cuando éramos aún pecadores rebeldes, necios, soberbios, y egoístas.

Sea cual sea el tema o el pasaje que estemos predicando, tenemos que exponer a Jesucristo y a Este crucificado (1 Cor. 2:2).


Aarón (AJ) Gibson (Ph.D.) es director de la región América Latina para Reaching and Teaching. Es misionero en México desde el 2004. Enseñó en la Universidad Cristiana de las Américas por cinco años, y ahora reside en Oaxaca, México, con su esposa Ruth y sus cinco hijos.