En el artículo anterior, observamos que el propósito de Dios para el hombre es que disfrute de su presencia en la tierra. Sin embargo, el Antiguo Testamento nos muestra a un pueblo que, por más que lo intentó, no pudo vivir en la presencia de Dios en la tierra santa. Su pecado los alejaba de la tierra y de la presencia divina. ¿Cómo es que Dios establece un lugar para que el hombre coexista por siempre con Él? El Nuevo Testamento termina de contestar esta pregunta.

JESÚS Y LA TIERRA

Jesús marca un cambio

Cuando Jesús conversaba con la mujer samaritana, surgió el tema del templo. Ella se enfocaba en un lugar geográfico para la adoración (Jn. 4:20; Jerusalén o Sicar). Jesús le dijo que, por un lado, sí había un lugar indicado para ese entonces. Pero, después, indicó: “la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (Jn. 4:21). Pronto, en la vida de muchas personas, el templo de Jerusalén ya no sería el santuario único en la tierra. A partir de su muerte y resurrección, el simbolismo del Templo y sus sacrificios quedaría cumplido. A la vez, la adoración verdadera siempre fue un asunto espiritual. Dijo Jesús: “la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23). Pero, en cuanto al estudio de “tierra, templo, y lugar”, esta frase marca un gran cambio. Jesús enseña este cambio de otras maneras también.

Jesús es el tabernáculo

Juan usa un verbo muy particular para referirse a encarnación.[1] Dice que el “Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros” (Jn 1:14). El verbo traducido como “habitó” quiere decir “morar en una tienda o armar un tabernáculo”. El sustantivo tienda es la traducción en la Septuaginta de la palabra ohel, o tabernáculo (como succot,tejabán, choza, o enramada temporal). El Verbo hecho carne es Dios “armando su tabernáculo” o “morando en la tienda” de su cuerpo humano. Jesús es el tabernáculo.

Jesús es el templo

Jesús tenía celo por el templo que vio profanado (Jn. 2:17). Al volcar las mesas de los cambistas y soltar los animales, los vendedores le demandaron señal para comprobar su autoridad sobre el propio templo de Dios. Jesús contestó: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). Ellos no entendían que “él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn. 2:21). Jesús es el templo.

Jesús no reinó en la tierra

Israel esperaba que el Mesías los librara del gobierno opresor de los romanos. Pero ni los discípulos, a pesar de haber estado tres años con Jesús, esperaban que el Mesías sufriera (Lc. 24:25–26). Jesús le explicó a Pilato que su reino no procedía de este mundo (Jn. 18:36). En el sentido geopolítico, el Rey no reinó.

Jesús reinará sobre la tierra

El fracaso de los hijos de David fue tan notorio que, en los tiempos de Jesús, el heredero al trono vivía lejos de Jerusalén, trabajando en pobreza y anonimato. Pero, de este tabernáculo caído de David, Dios levantó al Rey (Am. 9:11). El ángel Gabriel le dio a María la nueva de que su hijo reinaría “sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lc. 1:33). El Padre le había dicho: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Sal. 2:8). Es el Rey de reyes y Señor de señores que cumplirá las promesas a su pueblo (1 Ti. 6:14–15; Ap. 17:14; 19:16). Vendrá desde los cielos (Ap. 19) a la tierra de Israel (Zac. 14:4) para reinar (Ap. 20:1-7) sobre la tierra.

Jesús reina en la tierra

Pero, en otro sentido, el Rey sí reinó, y aún reina. Su mensaje era: “el reino de Dios se ha acercado”. El creyente ahora es liberado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo (Col. 1:13). Esto implica que Cristo reina hoy. Cristo es el medio para llenar la tierra de adoradores. Él dice: “Toda potestad me es dada (…) en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:19–20). Toda la tierra es suya.

Pero el hecho de que ahora su reino sea espiritual no quiere decir que no puede haber un reino físico —o terrenal— en el futuro. Si no, ¿cuándo se cumplirán las promesas dadas a la nación de Israel? (Recuerda que el oyente original entendió esperaba un cumplimiento literal de las promesas.) Algunos piensan que porque Jesús reina ahora en el sentido espiritual ya no reinará sobre la tierra. Pero, si entre las siete promesas dadas a María en Lucas 1:31–33, cinco se cumplieron de manera literal en su vida, ¿por qué no habrían de cumplirse literalmente las dos que quedan?

Jesús y el segundo éxodo

El tema de conversación con Moisés y Elías en el monte de su transfiguración fue su “éxodo”. Claro que se refería a su muerte. Pero, además, Jesús está llevando al verdadero pueblo de Dios en el verdadero éxodo. Pablo cita Isaías 52:11 para animar a los corintios: “salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Co. 6:17). Los seguidores de Jesús no aman al mundo (1 Jn. 2:15–17). Los habitantes del reino saldrán para habitar en la tierra bendita.

LA IGLESIA Y LA TIERRA

La iglesia tiene una comisión similar a Adán, Noé, e Israel

Cristo está reinando. Está sentado “a la diestra de la Majestad en las alturas” (He. 1:1). El creyente es súbdito de este reino. Y nuestra comisión como iglesia es muy similar a la Adán, Noé, e Israel:

  • Fructificar: Jesús dice: “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Jn. 15:2). También, afirma: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn. 15:8). Pedro anima a sus lectores crecer en el conocimiento de Cristo “porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto” (2 P. 1:8)
  • Multiplicar: Esta es la historia del libro de los Hechos: “Por aquellos días, al multiplicarse el número de los discípulos…” (Hch. 6:1); “… crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente” (Hch. 6:7); “Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba” (Hch 12:24). Multiplicar es la historia de Hechos. Es la historia de la iglesia.
  • Llenar: Jesús dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:19). Ordenó: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15). ¿Por qué? Porque es necesario “que se [predique] en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lc. 24:47). De hecho, Lucas relata que Cristo envió a los discípulos “hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:7).
  • No sojuzgar: Este es el único que es diferente. ¿Tiene la iglesia la comisión de “sojuzgar la tierra”? Sí y no. Comenzamos con el “no”. La palabra sojuzgar en hebreo es traducida en la Septuaginta con la palabra enseñorear, y aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. En Mateo 20:25 y Marcos 10:42 Jesús dice que las autoridades gentiles “se enseñorean” sobre los otros, y sus discípulos no deben hacer esto (Mt. 20:25; Mr 10:42). Después, un hombre endemoniado se lanzó sobre predicadores falsos y los “dominó” (Hch. 19:16). Por último, Pedro dice que los pastores no deben “tener señorío sobre” la congregación (1 P. 5:3). El mundo busca sojuzgar a (enseñorearse de) los demás, los discípulos de Jesús no.
  • Sí sojuzgar: Ahora, ¿en qué sentido la iglesia sí sojuzga al mundo? En el sentido espiritual. Jesús afirma: “Confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). Pablo dice: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro. 12:21). También dice que “en todas estas cosas somos más que vencedores” (Ro. 8:37). Juan afirma que “todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” (1 Jn. 5:4). Y, a cada iglesia en Apocalipsis 2–3, las promesas se dan a “al que venciere” (Ap. 2:7, 11, 17; 3:5, 12, 21; 21:7). La iglesia sojuzga sobre la maldad espiritual.

La iglesia tiene una estrategia diferente a la de Adán, Noé e Israel

Israel es una nación física con una comisión física y espiritual. La estrategia con Israel fue (1) una tierra física (2) para un pueblo físico (3) con el fin de que las bendiciones espirituales llegaran a todo el mundo. Israel no tenía que salir a buscar a los gentiles. Con la bendición tan pronunciada que Dios quería darles, los pueblos llegarían a ellos (Lv. 26). Esto fue lo que pasó con la reina de Sabá, quien llegó a preguntarles cómo lo hacían (Dt. 4:5–8).

La iglesia es un cuerpo espiritual y su comisión es solo espiritual. La estrategia con la iglesia es (1) “ir por todo el mundo”, (2) sin la prosperidad física que atraiga a los pueblos, (3) cantando en la cárcel y, por el gozo en el sufrimiento, atraer al mundo. La estrategia es vencer al mundo siendo enseñoreados por él. Es igual que la estrategia de Jesús en su primera venida. Ganó la victoria muriendo. Entonces, nuestra tarea de “llenar el mundo de adoradores” o “establecer el reino de Dios” sobre la tierra sí es la continuación de la misma comisión de Adán, Noé, e Israel, pero con una estrategia y esfera muy distintas.

La iglesia tendrá un lugar diferente al de Adán, Noé e Israel

El autor de Hebreos contrasta la tierra santa que Israel en un momento tuvo (Sinaí) con el verdadero cumplimiento del “lugar” para la Iglesia. “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad (…) Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sion, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente” (He. 12:18, 22). Hemos recibido un reino inconmovible (He. 12:28). Tenemos una patria celestial, una ciudad (He. 11:16) cuyo arquitecto y constructor es Dios (He. 11:10).

EL ÉSCATON Y LA TIERRA[2]

De esto se trata la Biblia: Dios establece su tierra. Cuando el primer agente falla, Dios mismo se hace de la tierra —de la mujer— para rescatar la tierra.

El milenio

Creo que Cristo vendrá a cumplir con todas las promesas dadas a Israel, y las cumplirá en el sentido en que fueron dadas. Se cumplirán tal como los oyentes originales las entendían. El significado de las promesas no cambió. El uso de la iglesia ahora y los cumplimientos parciales de los elementos espirituales no hace imposible un cumplimiento pleno y físico.

Entonces, Jesús regresará del cielo como los ángeles dijeron en su ascensión (Hch 1:11). Él tomará “el trono de David su padre y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lc. 1:32–33 ). “Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará la segunda vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo” de “Egipto, Patros, Etiopía, Sinar y Hamat, y en las costas del mar” (Is. 11:11, traducción mía). Es una referencia no al exilio en Babilonia, sino a otro. Apocalipsis, cuyo nombre quiere decir revelación, revela algo nuevo: el tiempo. Seis veces en Apocalipsis 20 dice que será por mil años. Y el pueblo de Dios, todo creyente de todo tiempo (todos los creyentes antes de Abraham, Isaac, y Jacob, junto con los salvos de Israel y la iglesia) reinará con Cristo “sobre la tierra” (Ap. 5:10). Cristo establece una tierra para el resto de la humanidad. Él lleva a cabo la comisión del hombre: extender el reino de Dios sobre toda la tierra.

La nueva creación

La promesa para el creyente hoy es tener “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13).

La historia de la Biblia es como Dios,
a través de su Hijo,
restaura el lugar para que el hombre viva con Dios.

Cristo vino a ser el tabernáculo, el templo, siendo “desterrado” del Padre en la cruz para darnos acceso a la nueva creación. El santuario celestial desciende. El Edén es superado por la nueva Jerusalén. Dios traerá el mismo árbol de la vida a la nueva Jerusalén y establecerá su propia morada en la nueva tierra. Por fin, el hombre tendrá su lugar seguro e inconmovible.  

APLICACIONES

  1. Fe y arrepentimiento. Cuando Adán perdió el santuario, el hombre ya no tenía por qué pensar que lo recuperaría. Pero Cristo dio su vida para reabrir el camino al Padre, para dar al hombre un lugar con Dios. Por el pecado, tú mereces ser desterrado de la presencia de Dios, pero Cristo fue desterrado del Padre para darte una tierra donde Él habita. ¡Responde con arrepentimiento por tu pecado y confía en su dadivoso perdón!
  2. Gratitud y servicio. Al notar cuán grandes cosas hizo Dios para que cohabitásemos con Él, nuestro corazón debería llenarse de gratitud. Y la gratitud produce servicio: “Recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (He. 11:28).

[1] Solo Juan usa este verbo: Juan 1:14; Apocalipsis 7:15; 12:12; 13:6; 21:3.

[2] Éscaton es plural del griego éscatos que quiere decir “último”. Se refiere a las últimas cosas que Dios hace en los últimos días. Ya estamos en los últimos días (He 1:1–2), o los postreros tiempos (1 Pe 1:20), pero estamos esperando el tiempo postrero (1Pe 1:5). Uso la palabra éscaton aquí para referirme al tiempo postrero y las cosas que aún son futuras.