«Mis papás me están arruinando la vida. No me dejan salir con mis amigos, y eso me está costando muchas amistades. No están de acuerdo con mi opción de carrera para la universidad. No me quieren dejar tener un carro. ¡Todo me lo echan a perder!»
«Mi pastor me está arruinando la vida. Él sabe que me gusta mucho participar en el equipo de adoración, pero no me está permitiendo porque dice que mi testimonio ahora mismo no es bueno. ¿No sabe que esa es la única razón por la que voy a la iglesia? También él aconseja a mis padres a que no me dejen hacer las cosas que me gusta. ¡Él no entiende la vida real de los jóvenes de hoy!»
¿Lo has pensado o dicho alguna vez? Sino sobre tus padres o pastor, ¿quizá sobre alguna otra autoridad en tu vida?
Quisiera llevarte a la historia del Rey Acab y el profeta Elías en 1 Reyes 18. Te pongo en el contexto: ha habido tres años de sequía y la situación es urgente. Elías se presenta ante el Rey Acab, y los versículos 17 y 18 nos narran su conversación. Acab habló primero:
Y, cuando lo vio, le preguntó: —¿Eres tú el que le está creando problemas a Israel?
—No soy yo quien le está creando problemas a Israel —respondió Elías—. Quienes se los crean son tú y tu familia, porque han abandonado los mandamientos del Señor y se han ido tras los baales.
Israel estaba en problemas fuertes de hambre, idolatría, e inquietud. Todo esto incomodaba mucho a Acab, y él quería pensar que la culpa la tenía Elías. Después de todo, Elías fue el que proclamó la sequía, y desde ese día no había llovido (1 Reyes 17:1). Era lógico pensar que Elías estaba causando estos problemas y arruinando a Israel.
Pero, simplemente no es así. Acab no quiere reconocerlo, pero Elías claramente le dice quién está arruinando y creando problemas a Israel. Es Acab mismo.
Nosotras hacemos lo mismo. Creemos que nuestros padres, líderes, jefe, hermanos pequeños, maestros difíciles, amigas, o cualquier otra persona nos está causando problemas. Pero, especialmente cuando se trata de una autoridad en nuestras vidas, normalmente la verdad es la opuesta.
Tú y yo, por nuestra rebeldía, nos arruinamos la vida solas. Nos creamos nuestros propios problemas, y nos metemos en líos auto-fabricados. Las razones que da Elías nos pueden ayudar a entender nuestro problema.
«Han abandonado los mandamientos del Señor».
Acab, y una gran mayoría de los Israelitas, habían dejado de atesorar la Palabra de Dios. La palabra «abandonar» comunica la idea de voluntariamente dejar algo de lado. Muchas veces se abandona una cosa porque se encuentra algo que creemos que es mejor. Nunca hay nada mejor que la Palabra de Dios en nuestras vidas. Nada hay más útil y necesario. Cuando estamos resistiendo a las autoridades en nuestra vida, muchas veces es por alejarnos de la Palabra de Dios y no tener una actitud sumisa hacia Él. Un corazón sumiso a Dios será un corazón sumiso a las autoridades. Dios no puede ser más claro que en Efesios 6:1-2, «Hijos obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre». Si no obedeces a la autoridad que Dios ha puesto en tu vida, estás abandonando los mandamientos del Señor. No existe una excepción para hijos con padres anticuados. La voluntad de Dios para ti es que vivas en obediencia a tus padres.
«Se han ido tras los baales».
De alguna manera, el pueblo de Israel había llegado a la conclusión que Baal y otros dioses falsos podrían salvarles de la sequía, y proveerles lo que necesitaban. Sus corazones idólatras dejaron de creer en la bondad y soberanía del Dios que siempre les había sostenido, y creyeron la mentira de que otro dios podría satisfacerles.
Tú y yo hacemos esto cuando creemos que los amigos, o el dinero, o una carrera, o poder ir a una fiesta, o cualquier otra cosa que nuestras autoridades dicen que no es bueno para nosotros, puede suplir algo que necesitamos. Nos hacemos idólatras, y esto provoca rebeldía en contra de los que nos quieren guiar y ayudar. No entendemos que Dios nos ha dado a nuestras autoridades en parte para protegernos de este preciso problema: un corazón que se va tras baales.
Hay hermosas promesas para la joven que obedece los mandamientos de Dios sometiéndose a sus autoridades terrenales. «Para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Ef. 6:3). También hay promesas para la que se deleita en Jehová su Dios en lugar de otros dioses. «Pon tu delicia en el Señor, y él te dará las peticiones de tu corazón» (Sal. 37:4).
No seamos como Acab y el pueblo de Israel. No echemos la culpa de una vida infeliz a los límites y la disciplina que nuestras autoridades nos imponen. Aceptemos lo que nuestro Dios bueno y amoroso nos dice. La sumisión a la autoridad divina y las autoridades humanas trae bendición y bienestar. Créelo y vívelo.
¿Has creído la mentira de que tus autoridades provocan tus problemas? ¿Que están echando a perder tu vida por sus restricciones? ¿Estás dispuesta a confiar en tu Dios amoroso cuando te dice que es mejor para ti obedecer?
Haz una lista hoy mismo de las áreas de tu vida en las que necesitas practicar activamente la sumisión a tus autoridades. Ponlas en oración.
Este artículo fue publicado en Aviva Nuestros Corazones.