En el artículo anterior, vimos que Dios creó a la humanidad para comer y beber en su presencia. Cuando el hombre pecó, perdió la oportunidad de comer del árbol de la vida. Desde entonces, la humanidad ha esperado el momento para tomar “también del árbol de la vida” (Gn. 3:22). ¿Cómo es posible que esto ocurra? El Antiguo Testamento termina en crisis: hambruna por el pecado. El Nuevo Testamento revela que la Biblia es la historia de cómo Dios, por medio de su Hijo, restaura la invitación a comer y beber en su presencia.
DISCÍPULOS
Cuando el Dios encarnado vino al mundo, muchos gozaron de comer y beber en su presencia. Todos hemos escuchado la vez en que comió con más de 4000 y 5000 personas. ¡Sobró comida! Otras veces, fue un escándalo porque comía con prostitutas y pecadores. Jesús abrió la mesa mucho más que cualquiera hubiese pensado.
Pero los doce discípulos se llevaron la mejor parte. Abraham vio comer a Dios bajo un árbol, Moisés y otros 73 comieron ante Dios una vez, Salomón comió en la presencia de Dios durante dos semanas, muchos compartieron el pan con Jesús en su ministerio terrenal, pero ¡para los discípulos comer con el Dios encarnado se hizo algo normal! Durante tres años, se acostumbraron a verlo comer y beber con ellos.
Una ocasión destacó entre las demás: la última cena, el cumplimiento profético de la pascua. Jesús dijo a sus discípulos: En la última cena tomó la copa de la Pascua y dijo: “Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados” (Mt 26:28). Afirmó que la cena conmemorativa de Éxodo 12 ahora se cumple en su sentido profético. Él es el cordero de Dios. Ahora la Santa Cena conmemora su sacrificio. También les dijo, “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lc 22:15-16). La Última Cena que Jesús celebró, la Santa Cena que inauguró el Nuevo Pacto y que ahora anticipa su regreso.
Los discípulos de Jesús comieron y bebieron en la presencia de Dios durante tres años.
JESÚS
Comer y beber con alguien es tener comunión con esa persona (Gn. 14:18). El hombre perdió esa comunión con Dios cuando pecó. Jesús vino a restaurar la invitación a comer y beber en la presencia de Dios. ¿Cómo? Bebiendo la copa amarga de rechazo, de castigo, de separación de Dios. Nos perdonó comiendo del “árbol del conocimiento de mal” —no haciendo el mal, sino siendo hecho pecado por nosotros (1 Co. 5:21)—. Teniendo un lugar privilegiado en la “mesa”, se quedó sin asiento para darte a ti un lugar.
Jesús te invita a comer y beber en la presencia de Dios porque él bebió la copa de la ira de Dios en tu lugar.
IGLESIA
La Biblia tiene mucho que decirle a la iglesia sobre el “comer y beber”. Para la iglesia, todo comer y beber es en la presencia de Dios (1 Co. 10:31). Y eso transforma el cómo hacerlo. Obviamente, se pueden mencionar el exceso o la glotonería o el consumo de bebidas embriagantes y adictivas. ¡Pero se puede comer y beber de una forma que niega el evangelio! ¿Cómo es esto?
En el primer siglo la iglesia estaba dividida entre judíos y gentiles. En la práctica, lo que les separaba tenía mucho que ver con comer y beber: asuntos de la dieta, el calendario y las fiestas judías. Cuando Pedro visitó la iglesia en Antioquía, comió y bebió con los gentiles hasta que llegó una delegación de Jerusalén. Entonces permitió que sus prejuicios le influenciaran y dejó de comer con ellos (Gá 2:11-15). Pablo le confrontó diciendo que “no actuaban rectamente, como corresponde a la integridad del evangelio” (Gá 2:14). No comer con ciertas personas por causa de tu racismo u otro prejuicio es negar el evangelio.
A la misma vez, Pablo prohíbe comer con alguien cuya vida niega con claridad el cristianismo que profesa (1 Co. 5:11). En este mundo tendremos que convivir con pecadores, pero es urgente distanciarnos de personas que niegan con sus vidas el evangelio que profesan (1 Co. 5:9-11).
Después del terrible evento donde el hombre “tomó (…) y comió” (Gn. 3:6), la próxima vez que la Biblia menciona algo similar es cuando Jesús dice: “tomad, comed” (Mt. 26:26; 1 Co. 11:24).[1] La Santa Cena es una conmemoración de la muerte de Jesús, pero también es anuncio de su venida (1 Co. 11:26). Y, de verdad, esto es mayor que la experiencia de los discípulos. No son solo tres años, ¡ya van unos 2000! Tampoco somos doce, ¡somos millones! La celebración es muchísimo mayor.
La iglesia ha comido y bebido en la presencia de Dios durante 2000 años, en especial cuando come y bebe la Santa Cena.
CREYENTES
Cuando Cristo regrese, habrán unos “bienaventurados (…) que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Parece que el reino milenial —físico y literal— iniciará con Jesús mismo celebrando la Santa Cena con los creyentes (Lc. 22:16). ¡Pero eso es solo el comienzo! Juan narra:
“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Ap. 22:1-2).[2]
¡Jesús restaura la invitación a beber del agua de vida y comer del árbol de la vida! Él prepara la mesa. Él cumplirá la promesa que hizo a sus discípulos: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino” (Lc. 22:29-30). Tanto gentiles como judíos estarán en la mesa porque “vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mt. 8:11). Jesús nos invita. Él te abre lugar en la mesa del Rey. Solo tienes que creer en Él. Todo creyente de todo tiempo comerá y beberá eternamente en la presencia de Dios. Para eso fuimos creados. ¡Qué grande es la gracia de Dios! ¡Qué grande es la salvación del Cordero!
Todo creyente comerá y beberá en la presencia de Dios por la eternidad.
CONCLUSIÓN Y APLICACIONES
La Biblia es la historia de cómo Dios, por medio de su Hijo, restaura la invitación a comer y beber en su presencia por la eternidad. ¡Cristo te invita a la gran fiesta porque él bebió la copa de la ira de Dios en tu lugar! ¿Cómo podemos responder a esta preciosa invitación?
- Apreciación. ¿Entiendes cuánto te ama Dios? ¿Entiendes el precio que Jesús pagó para restaurar tu acceso a la mesa del Rey? ¿Aprecias la grandeza de la Santa Cena? A Jesús le interesa bastante que tú estés. La fiesta se trata de Él. Hónrale con tu participación. Anuncia al mundo tu esperanza de recibirlo en su venida para comer y beber con Él eternamente.
- Comunión. Busca comunión —comer y beber— con otros cristianos. Primeramente, sé fiel asistiendo a tu iglesia. También, invita a algunos hermanos a comer cuando puedas. Promueve comunidad en tu iglesia dando de comer y beber. Incluso, comparte tus bienes con los que no conocen a Dios para que también vengan a conocerlo.
[1] Derek Kidner, Genesis: Tyndale Old Testament Commentaries.
[2] Las hojas del árbol mencionadas no son para sanidad en el sentido de enfermedades. ¡Ya no habrá enfermos! Son literalmente “para la salud”, para nuestro bien.
Muy buen estudio, en conjunto con el anterior. Muchas gracias Jonathan