En el artículo anterior, hablé acerca de la vida de Josías, un rey cuya vida fue memorable debido a que buscó a Dios desde su niñez. Él conformó su vida a los deseos de Dios —reformó la nación, quitó los lugares altos, destruyó los ídolos, restauró el templo y celebró la pascua—, por lo que es recordado como uno de los mejores reyes de la Biblia (2 R. 23:25). Con base en esto, afirmé que cualquiera puede tener una vida memorable al desear lo mismo que Dios desea.
Pero, siendo honestos, la mayoría de nosotros no tendremos una vida memorable. ¿Por qué? Creo que se debe a que tenemos una visión reducida de nuestras vidas. Es por eso que quiero invitarte a ampliar tu visión.
Una vida efímera
Pensaríamos que, habiendo logrado tantas cosas para Dios, Josías seguramente fue un rey que alcanzó una edad avanzada. Sin embargo, no fue así. Algo destacable en la vida de Josías fue su juventud, tanto al subir al trono (con tan solo ocho años) como al morir (a los treinta y nueve).
La muerte inesperada de Josías nos enseña una lección: la vida es más corta de lo que parece.
El pasar de los años debería hacernos reflexionar acerca de lo que consideramos valioso y su caducidad. El auto del año se devalúa con tan solo sacarlo de la agencia, y la ropa nueva se desgasta con una simple lavada. Incluso nuestros cuerpos tienen fecha de caducidad. El desgaste físico, la enfermedad y, en última instancia, la muerte son parte de nuestras vidas. Somos polvo (Sal. 103:14). Ni lo material, ni la vida misma tienen valor duradero. En realidad, Pablo nos dice que lo realmente valioso es lo eterno (2 Co. 4:18).
Ahora bien, ¿esto quiere decir que no tiene ningún sentido vivir? En realidad, es todo lo contrario.
Una vida simple
Cuando el Predicador del libro de Eclesiastés notó la vanidad de la vida, concluyó que esta cobra sentido cuando alguien teme a Dios y guarda sus mandamientos (Ec. 12:13); goza del día bueno y reflexiona del día malo (Ec. 7:14; 11:9-12:1); y disfruta de las cosas simples de la vida como el alimento, el trabajo y tu esposa (Ec. 2:24; 3:12-13, 22; 5:18-20; 8:15; 9:9). Esto hace que una vida, que pasa cual vapor, adquiera valor. De hecho, cuando vivimos valorando lo simple es que podemos glorificar a Dios como Él desea que lo hagamos (1 Co. 10:31).
Una vida de oportunidades
Seguramente, conoces el texto de Efesios 5:16 —que nos manda a aprovechar bien el tiempo—, pero te invito a leer una traducción que me parece muy interesante:
“Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos” (Ef. 5.16 NTV).
Pablo no solo nos llama a aprovechar el tiempo, sino también las oportunidades. ¿Te has dado cuenta de cuántas oportunidades desaprovechamos? Esta traducción me llama a pensar en cuántos días de mi vida se habrán quedado en la categoría de “días malos” porque no he aprovechado cada oportunidad.
Así que, la vida en sí misma no tiene valor perdurable. Pero cuando valoramos cada simpleza de la vida, cuando glorificamos a Dios en cada oportunidad, nuestra vida adquiere valor. Cuando aprovechemos cada una de las oportunidades que tenemos para glorificar a Dios, tendremos una vida memorable.
Para vivir una vida de valor eterno, comienza reconociendo que la vida es efímera, disfruta las cosas simples de la vida, y aprovecha las oportunidades que Dios trae a tu vida cada día. Esta visión ampliada del diario vivir te ayudará a vivir una vida memorable.