Hoy podría ser tu último día sobre la tierra.
Lee esa frase de nuevo. No intento asustarte; tampoco intento ser morboso. Es una realidad. Muchos de nosotros creemos que viviremos por mucho tiempo, pero no lo tenemos asegurado. Nuestra vida es corta, y muchas veces más corta lo que pensamos. De hecho, Jacob, cuando tenía ciento treinta años (¡ciento treinta años!) dijo, “pocos y malos han sido los días de los años de mi vida” (Gn. 47:9).
La Biblia nos advierte de lo corta que es la vida: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Sal. 90:10). Según esta estadística yo he vivido ya aproximadamente el 40% de mi vida, si es que Dios me permite una vida larga.
Pero no todos llegaremos a ser viejos. Esa realidad me ha golpeado duro tres veces en la vida. La primera fue cuando mi amigo Jon, un filipino que estudiaba para el ministerio, falleció antes de que termináramos la carrera. La segunda, cuando una compañera de la universidad —una joven de testimonio intachable y con un ministerio precioso junto a su esposo—, falleció con él en un accidente automovilístico. La tercera ocurrió cuando uno de mis grandes ejemplos ministeriales falleció también en un accidente, dejando un gran legado de testimonio y gloria al Señor hasta el último día de su vida.
Esto me recuerda que no importa quién sea, lo que tenga, o lo que haya logrado —no importa si estudié para el ministerio y estoy dedicado al servicio—, cada día estoy completamente en las manos de Dios. Él decide si hoy llegaré a mi casa a dormir, y si mañana despertaré.
Ser conscientes de estas realidades fácilmente pudiera hacernos caer en la desesperación, o aún peor, en el cinismo. Pero no debe ser así. Tú debes confiar en que Dios ya escribió la última página de tu vida. Dios es soberano sobre tu nacimiento, tu vida, y tu muerte.
Soberano sobre tu nacimiento
Yo estuve a punto de no nacer. El embarazo de mi madre fue dificultoso, y por la pura gracia de Dios vine a este mundo. Es por eso que no me nombraron como mi padre, sino “Emanuel”: Dios con nosotros. Mis padres eran recién convertidos, así que me dieron un nombre que les recordara la fidelidad de Dios.
David escribió: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal. 139:16). Este versículo me fascina por varias cosas. En primer lugar, nos muestra que desde la concepción, Dios ya nos conoce. De hecho, lo hace desde antes de la fundación del mundo, ya que Dios es omnisciente.
Además, es interesante que David usa la imagen de Dios escribiendo sobre la vida como si fuera un libro. Dios es el escritor de tu vida y de la mía. ¿No te trae eso descanso? ¿No te trae alegría? Dios te formó como eres. Aun si tienes un problema físico, ese es el plan de Dios para ti (Éx. 4:11). El día en que naciste, el cual era desconocido para tus padres cuando se enteraron de tu concepción, no era un misterio para Dios. Él sabía perfectamente bien que yo nacería el primer día de agosto, y no el segundo o tercero.
Soberano sobre tu vida
Nos gusta estar en control. A mí me gusta planear lo más que puedo. Me gusta la rutina, y cuando algo se sale del plan fácilmente me frustro. ¿Eres así tú? Aun si no, creo que la mayoría de nosotros preferimos estar en control de nuestro tiempo. Pero muchas veces se presentan situaciones que no esperamos. Dios está siempre en control, incluso en esas situaciones. Nada le toma por sorpresa.
“El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos” (Pr. 16:9). Este no es el único proverbio que habla sobre esto (Pr. 19:21; 20:24; 21:30, 31). Hay un tema en estos pasajes, y es que aunque nosotros podemos planear, al final, se hace la voluntad de Dios. ¡Y eso es algo bueno!
Los planes que Dios tiene para nuestra vida son perfectos. Quizá en ocasiones no son lo que esperamos o lo que queremos, pero siguen siendo perfectos. Podemos confiar que en nuestra vida, Dios es soberano.
Soberano sobre tu muerte
Imagina que tuvieras una aplicación en el móvil con una cuenta regresiva de los días, horas, minutos, y segundos que te quedan de vida. ¿Te gustaría? ¡Imagina la ansiedad con la que vivirías!
Aunque yo no sé cuánto me queda de vida, Dios sí. La Biblia dice: “Jehová mata, y él da vida; él hace descender al Seol, y hace subir” (1 S. 2:6). También dice la Escritura: “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano” (Dt. 32:39).
El fin de mis días está dentro del decreto soberano de Dios. Me gusta pensar que Dios, el perfecto escritor de mi vida, ya escribió “el fin”. Él ya lo sabe. No le es un misterio. Puedo confiar que cuando venga mi hora, será cuando Dios lo haya designado.
La doctrina de la soberanía de Dios es maravillosa. Aplica a toda área de nuestra vida. Si eres creyente, puedes descansar en que toda tu vida –desde tu nacimiento hasta tu muerte– ha sido planeada por Dios. Así que vive para Él, glorifica su nombre, y confía: Él está en control.